08 mayo 2020

Humanismo cristiano y humanismo sin Dios




Las sociedades del siglo XXI son un mosaico de culturas, cosmovisión, antropologías, creencias e «increencias». En medio de todo este mosaico se encuentra la pugna, a grandes rasgos, de dos «tipos de humanismo». Uno que opta por prescindir de Dios para su misma comprensión y fundamentación. Y otro que no ha abandonado la fe para dar sentido y fundamentar su humanismo. El primero podría llamarse «humanismo a-teo», o «humanismo sin-Dios»[1]. En el segundo es donde podemos situar el «humanismo cristiano», aquel que, incluso, hunde sus más profundas raíces en el judaísmo[2].


Este humanismo sin Dios no es un «fenómeno» de este siglo, sino que se ha advertido casi desde la aparición del mismo humanismo, pues éste, naciendo en entornos católicos, se fue «emancipando» de la antropología teológica[3], teniendo su punto álgido en el siglo XIX con los llamados maestros de la sospecha: K. Marx (1818-1883), F. Nietzsche (1844- 1900), S. Freud (1856-1939) y L. Feuerbach (1804-1872)[4].

El mayor problema de estos humanismos sin Dios es, para la fe católica e incluso para el hombre no creyente, que son «humanismos cerrados a toda perspectiva trascendente» (Puebla 546), olvidando su «herencia cristiana». Este humanismo inmanente opta por «una concepción del mundo según la cual éste último se explica por sí mismo, sin que sea necesario recurrir a Dios: Dios resultaría, pues, superfluo y hasta un obstáculo»[5]. Lo cual hace que el hombre, en no pocos casos, pierda su sentido de trascendencia, «a favor» de su pura inmanencia.

En cambio, la Iglesia opta por un humanismo que incluya ambos aspectos, el trascendente y el inmanente, para ayudar al hombre contemporáneo a encontrarse a sí mismo, asumiendo los valores evangélicos que constituyen el reinar de Dios -don/trascendencia-, con la finalidad y seguridad de que podrá realizar en toda su plenitud la verdadera transformación de condiciones de vida inhumanas a condiciones humanas -tarea/inmanencia-[6].

Este humanismo cristiano opta por el hombre, sus miserias y sufrimientos que lo afligen, para que, mediante la verdad sobre el hombre, sea como la humanidad encuentre su camino hacia un futuro mejor[7]. El humanismo cristiano contribuirá a la construcción de una nueva civilización, inmanente, justa, fraterna y abierta a lo trascendente, dando testimonio de que las esperanzas escatológicas animan y dan sentido a las esperanzas humanas[8].

Este humanismo cristiano no tiene ínfulas de resolver el problema solo y sin ayuda de nadie. También es consciente de que es necesario un diálogo interdisciplinario entre la teología, como ciencia de la fe, la filosofía y las ciencias, en favor de nuevas síntesis[9] para favor del hombre mismo.

Por eso el humanismo cristiano es consciente de dos cosas: primero, de que, aunque algunos humanismos prescinden de Dios, ha dejado una herencia antropológica en ellos, con la cual se puede entablar un diálogo; dos, de que debe señalar los límites y deslindes con estos humanismos sin Dios, antropológicamente hablando.


Fraternalmente
Iván Ruiz Armenta


[1] Estrada, Juan Antonio, «Humanismos y espiritualidades sin Dios», en Las muertes de Dios. Ateísmo y espiritualidad, Trotta, Madrid 2018, 168-197.
[2] Velázquez Delgado, Jorge, Herencias del humanismo en la filosofía mexicana. Deslindes e imaginarios, UAM, México 2016.
[3] Velasco, Ambrosio, «Humanismo», en Conceptos y fenómenos fundamentales de nuestro tiempo, Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2009.
[4] Lubac, H. de, El drama del humanismo ateo, Encuentro, Madrid 1997.
[5] Puebla n. 435
[6] cf. PP 20; Puebla 497
[7] cf. Juan Pablo II, Discurso inaugural III 3: AAS 71
[8] cf. Puebla 551
[9] Puebla 1240




1 comentario:

  1. Empiezo segun mí sentir, él humanismo fue creado para un único fin pero a la
    Ves con libre albedrío él creyente con convicción y para el él no creyente que no ignora que su origen es providente de alguien superior a él.

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