X DOMINGO ORDINARIO
Un llamamiento a la unidad
Aclamación antes del
evangelio Jn 12, 31-32
R. Aleluya,
aleluya.
Ya va a ser arrojado
el príncipe de este mundo. Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a
todos hacia mí, dice el Señor.
R. Aleluya, aleluya.
Evangelio
[Satanás ha llegado a
su fin.]
Del santo Evangelio según san Marcos
3, 20-35
En
aquel tiempo, Jesús entró en una casa con sus discípulos y acudió tanta gente,
que no los dejaban ni comer. Al enterarse sus parientes, fueron a buscarlo,
pues decían que se había vuelto loco. Los escribas que habían venido de
Jerusalén decían acerca de Jesús: “Este hombre está poseído por Satanás,
príncipe de los demonios, y por eso los echa fuera”.
Jesús
llamó entonces a los escribas y les dijo en parábolas: “¿Cómo puede Satanás
expulsar a Satanás? Porque si un reino está dividido en bandos opuestos, no
puede subsistir. Una familia dividida tampoco puede subsistir. De la misma
manera, si Satanás se rebela contra sí mismo y se divide, no podrá subsistir,
pues ha llegado su fin. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y
llevarse sus cosas, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa. Yo
les aseguro que a los hombres se les perdonarán todos sus pecados y todas sus
blasfemias. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo nunca tendrá perdón;
será reo de un pecado eterno”.
Jesús
dijo esto, porque lo acusaban de estar poseído por un espíritu inmundo.
Llegaron entonces su madre y sus parientes; se quedaron fuera y lo mandaron
llamar. En torno a él estaba sentada una multitud, cuando le dijeron: “Ahí
fuera están tu madre y tus hermanos, que te buscan”.
Él
les respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Luego, mirando
a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: “Estos son mi madre y mis
hermanos. Porque el que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi
hermana y mi madre”.
Palabra del Señor.
Reflexión:
El llamamiento de Jesús a la unidad.
El evangelio de este domingo nos presenta,
entre líneas, un llamamiento a la unidad. En efecto, el mismo Jesús afirma que
cuando una familia está dividida no puede subsistir, más aún, le ha llegado su
fin. Lo mismo podríamos decir de la familia, la sociedad, el grupo de amigos o
compañeros de trabajo, etc.
El mensaje de este domingo parece
hablar directa y frontalmente a la realidad que como sociedad vivimos: una
acentuada división por muchos factores, como el económico, el político o el
confesional. La Iglesia misma no escapa a esta realidad. A su interior no pocas
veces se asiste a un “sectarismo” entre grupos parroquiales, o una
separación-división entre “ordenados” (presbíteros) y “no-ordenados” (laicos),
por ejemplo. Por eso, este domingo tenemos que prestar especial atención a la
invitación de Jesús: la unidad que permite a cualquier grupo subsistir a pesar
de cualquier adversidad.
Si releemos desde esta óptica de la
unidad el hecho de que Jesús se sintiera identificado familiarmente no sólo con
sus consanguíneos, sino también con todos los que hacen la voluntad de su
Padre, estaremos ante una llamada a la unidad que trasciende todo lazo parental.
Es labor nuestra reflexionar como
generar, promover y fortalecer esa unidad en los ámbitos familiar, laboral,
académico o dónde sea que nos encontremos. A nivel eclesial es el mismo compromiso.
Necesitamos curarnos de todo individualismo y sectarismo parroquial que
promueve que un grupo es mejor que otro. Todos formamos parte de ese cuerpo místico
de Cristo. comportémonos como tal.
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