"En mi
primer libro, querido Teófilo" así comienza la primera lectura de este
domingo, tomada del libro de Los Hechos de los Apóstoles. En este lectura se
nos narra el acontecimiento de la solemnidad que celebramos, la Ascensión del
Señor Jesús a los cielos.
En mi primer
libro, querido Teófilo. ¿A cuál libro se refiere Lucas? ¿Quién es Teófilo? Teófilo quiere
decir "amigo de Dios". Los estudiosos nos dirán que Lucas usa esta
figura no porque exista un hombre llamado "Teófilo", sino para
referirse a toda persona que se acerque a Dios a través de Jesucristo, el cual está
en su primer libro, el Evangelio. El cual no es una biografía de Jesús, o un
libro de historia sobre un personaje. El evangelio es un encuentro con una
persona muy concreta: Jesucristo, que a través de sus palabras, sus acciones,
sus encuentros con tantas personas, nos encontramos con él, nos relacionamos
con él.
El encuentro con Jesucristo a
través del evangelio no es un sentimentalismo, algo que despierta emociones,
no, el encuentro con Jesucristo el evangelio viviente, es un encuentro que nos
libera, que nos transforma, que nos da vida y que nos entrelaza profundamente
con él. El corazón del hombre que se ha encontrado verdaderamente con
Jesucristo, es un corazón nuevo, estrechamente ligado con Jesús. Comparte la
vida con Jesús. Y ese corazón que se ha unido a Jesucristo, ¿dónde está ahora? Está
en el cielo, con Jesucristo, junto al
Padre Eterno.
Sí, el corazón del creyente debe de estar en el cielo, con
Jesucristo, junto a ese Dios que le cambio la vida y lo llena de esperanza. Por
eso el hombre vive con esperanza, con entusiasmo, y con un compromiso, porque
su corazón está el cielo, junto a Dios, por eso se anhela esa realidad
maravillosa de la trascendencia, de vida plena con Dios. Y mientras el corazón
está en el cielo, los pies están muy firmes en la tierra. Como los discípulos,
que corren presurosos anunciando la Buena Nueva de Jesucristo. La justicia, la
paz, la alegría, la fraternidad, y un estilo de vida muy nuevo, muy atrayente,
donde la vida divina se hace presente en este mundo material, y como las cosas
materiales de este mundo nos llevan a esas realidades divinas.
El creyente no vive
solamente de pensar en el cielo sin hacer nada en la tierra, eso sería un vago
misticismo, un sentimentalismo barato y sin sentido. Tampoco vive solamente de
actividades aquí en la tierra, sin el sentido de trascendencia, de esperanza.
El creyente vive con el corazón en el cielo y los pies sobre la tierra.
Anhelando profundamente la plenitud de la vida divina, que Jesucristo le ha
puesto en el corazón, el hombre trabaja en este mundo con ese impulso, con esa
certeza de que terminando su peregrinar por este mundo está la vida plena.
Esa es la tarea
de cada creyente, de cada discípulo, caminar muy firme sobre la tierra,
trabajando por llevar el mensaje liberador de Jesucristo. ¿Qué se necesita? Se
necesita encontrarse con Jesucristo. ¿Aunque existan dudas? Sí, aunque existan
dudas, los discípulos, nos dice el evangelio de Mateo también en la lectura de
hoy, algunos aún titubeaban, pero estaban ahí, delante de Jesús. La fe también se va fortaleciendo, junto a la
comunidad de los demás creyentes y recordando a cada momento: que Él está con
nosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Consuelo, esperanza y anuncio
contiene esta expresión del Señor.
Mientras llegamos plenamente a la vida divina, tengamos el corazón con
Jesús, junto a Dios en el cielo, y los pies muy firmes sobre la tierra, haciendo
presente el mensaje liberador y esperanzador de Jesucristo.
Fray Alonso OFM
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