Is
65, 24
Tú, cuando ores, entra en tu habitación,
cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto. Y tu Padre, que ve en
lo secreto, te recompensará.
Mt
6, 6.
Haciendo
caso de las palabras de Jesús en las que nos invita a orar en la intimidad de
nuestra habitación (Mt 6, 6), la Iglesia ha practicado diferentes métodos de
oración. Pero antes de decir algo de estos métodos, es pertinente hacer una
primera aclaración: rezar y orar no son lo mismo. Rezamos cuando repetimos
fórmulas ya hechas, por ejemplo, el rosario o alguna oración de devoción
particular.
Por
su parte, orar es «dialogar con Dios» como lo hacemos con un amigo. Se trata de
abrir el corazón, contarle a él todo de nosotros y pedirle que cree en nosotros
un corazón limpio y que renueve de nosotros un espíritu firme (Sal 51, 12). Y
es justo en la intimidad del corazón sincero donde Dios nos enseña su sabiduría
(Sal 51, 8).
De
entre los métodos de hacer oración, hay uno que la Iglesia ha llamado Lectio
divina (lectura divina). Como su nombre lo indica, es un método que tiene
como centro la lectura de la Palabra de Dios. En torno a ésta es que el
creyente se dispone a tener un encuentro con el Abbá y renovar su
espíritu.
La
lectio divina constaba de cuatro momentos: lectura, meditación, oración
y contemplación. Actualmente se le han agregado dos, uno al principio, la
invocación, y uno al final, la llamada a la acción. Cada uno de estos momentos
va preparando al orante para encontrarse con su Creador.
1) Invocatio (invocación).
El primer paso es la invocación al Espíritu Santo. Él nos guiará en todo
nuestro recorrido hacia Dios. Recordemos lo que dice la Escritura «nadie puede
decir: Jesús es el Señor, sino por el Espíritu Santo» (1 Cor 12, 3). Sin la
asistencia del Espíritu no podremos llegar ni a Dios ni a Jesús. Para esta
invocación hay variadas oraciones de invocación.
2) Lectio (lectura). Es el momento de la lectura de la
Palabra de Dios. Previo a este momento, se habrá tenido que elegir ya un texto
bíblico. Es recomendable que la lectura se haga de manera atenta y sin prisas.
Incluso leerla más de una ocasión para que el Espíritu nos muestre la
profundidad del texto sagrado.
3) Meditatio (meditación).
Una vez leída la Palabra de Dios debemos preguntarnos ¿qué me quiere
decir Dios a través de este texto? Se trata de descubrir en el interior de
nuestro corazón la llamada de Dios a poner atención en algo específico. Cuando
lo descubras, debes meditarlo y dejarte inundar por su llamada.
4) Oratio (oración). Una vez escuchada y meditada la voz
de Dios, es momento de que tú le contestes. Esta respuesta se convierte en el
verdadero diálogo entre tú y Dios. Aquí ya no sólo se trata de escuchar y
meditar en forma pasiva, sino de entablar el diálogo con Dios mismo. Ahora es
él quien te escucha y atiende.
5) Contemplatio (contemplación). El quinto paso es contemplar tan
bello encuentro con Dios. Los grandes místicos nos han demostrado que en la
contemplación ya no faltan las palabras. El Espíritu mismo es quien une al
hombre con Dios en un estado de permanencia de uno en el otro. Al ya no haber
palabras, sólo es la presencia de Dios la que actúa en nosotros. Se puede
manifestar de diferentes formas: fascinación, silencio, una gran calma. Sólo es
necesario dejarte inundar por Dios.
6) Actio (acción). Por último, este encuentro tan
profundo con Dios no puede quedar en un “sentí bonito y nada más". Por el
contrario, el mismo diálogo con Dios, que hemos iniciado en la lectura de la Escritura, nos debe impulsar a poner en práctica lo
escuchado y meditado en el texto elegido para la oración. Se trata de poner en práctica la fe que se
fortalece en el encuentro intimo con Dios. Recordemos que con las obras
demostramos muestra fe (Sant 2, 18).
Es recomendable que antes de iniciar
este diálogo con Dios preveas un lugar en el que no serás interrumpido, al
menos por veinte minutos. Puedes ambientar el lugar, por ejemplo, con alguna
vela o cirio, con un crucifijo o imagen que te invite a la oración, con música
instrumental de fondo, o con un incienso muy suave. Se trataría de que todos
tus sentidos se enteren que te estas disponiendo a hacer oración.
Por último, no te olvides de que Dios
siempre está dispuesto a hablarnos y escucharnos. Y antes de que le pidamos
algo, el ya nos estará inundando de su amor.
!Paz y Bien¡
Fraternalmente
Iván Ruiz Armenta
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