05 agosto 2020

La "lectio divina": un camino hacia la oración




Antes de que me llamen, yo responderé, aún estarán hablando, y yo los escucharé.

Is 65, 24

Tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Mt 6, 6.


Haciendo caso de las palabras de Jesús en las que nos invita a orar en la intimidad de nuestra habitación (Mt 6, 6), la Iglesia ha practicado diferentes métodos de oración. Pero antes de decir algo de estos métodos, es pertinente hacer una primera aclaración: rezar y orar no son lo mismo. Rezamos cuando repetimos fórmulas ya hechas, por ejemplo, el rosario o alguna oración de devoción particular.


Por su parte, orar es «dialogar con Dios» como lo hacemos con un amigo. Se trata de abrir el corazón, contarle a él todo de nosotros y pedirle que cree en nosotros un corazón limpio y que renueve de nosotros un espíritu firme (Sal 51, 12). Y es justo en la intimidad del corazón sincero donde Dios nos enseña su sabiduría (Sal 51, 8).


De entre los métodos de hacer oración, hay uno que la Iglesia ha llamado Lectio divina (lectura divina). Como su nombre lo indica, es un método que tiene como centro la lectura de la Palabra de Dios. En torno a ésta es que el creyente se dispone a tener un encuentro con el Abbá y renovar su espíritu.


La lectio divina constaba de cuatro momentos: lectura, meditación, oración y contemplación. Actualmente se le han agregado dos, uno al principio, la invocación, y uno al final, la llamada a la acción. Cada uno de estos momentos va preparando al orante para encontrarse con su Creador.


1) Invocatio (invocación).  El primer paso es la invocación al Espíritu Santo. Él nos guiará en todo nuestro recorrido hacia Dios. Recordemos lo que dice la Escritura «nadie puede decir: Jesús es el Señor, sino por el Espíritu Santo» (1 Cor 12, 3). Sin la asistencia del Espíritu no podremos llegar ni a Dios ni a Jesús. Para esta invocación hay variadas oraciones de invocación.


2) Lectio (lectura). Es el momento de la lectura de la Palabra de Dios. Previo a este momento, se habrá tenido que elegir ya un texto bíblico. Es recomendable que la lectura se haga de manera atenta y sin prisas. Incluso leerla más de una ocasión para que el Espíritu nos muestre la profundidad del texto sagrado.


3) Meditatio (meditación).  Una vez leída la Palabra de Dios debemos preguntarnos ¿qué me quiere decir Dios a través de este texto? Se trata de descubrir en el interior de nuestro corazón la llamada de Dios a poner atención en algo específico. Cuando lo descubras, debes meditarlo y dejarte inundar por su llamada.


4) Oratio (oración). Una vez escuchada y meditada la voz de Dios, es momento de que tú le contestes. Esta respuesta se convierte en el verdadero diálogo entre tú y Dios. Aquí ya no sólo se trata de escuchar y meditar en forma pasiva, sino de entablar el diálogo con Dios mismo. Ahora es él quien te escucha y atiende.


5) Contemplatio (contemplación). El quinto paso es contemplar tan bello encuentro con Dios. Los grandes místicos nos han demostrado que en la contemplación ya no faltan las palabras. El Espíritu mismo es quien une al hombre con Dios en un estado de permanencia de uno en el otro. Al ya no haber palabras, sólo es la presencia de Dios la que actúa en nosotros. Se puede manifestar de diferentes formas: fascinación, silencio, una gran calma. Sólo es necesario dejarte inundar por Dios.


6) Actio (acción). Por último, este encuentro tan profundo con Dios no puede quedar en un “sentí bonito y nada más". Por el contrario, el mismo diálogo con Dios, que hemos iniciado en la lectura de la Escritura, nos debe impulsar a poner en práctica lo escuchado y meditado en el texto elegido para la oración. Se trata de poner en práctica la fe que se fortalece en el encuentro intimo con Dios. Recordemos que con las obras demostramos muestra fe (Sant 2, 18).


Es recomendable que antes de iniciar este diálogo con Dios preveas un lugar en el que no serás interrumpido, al menos por veinte minutos. Puedes ambientar el lugar, por ejemplo, con alguna vela o cirio, con un crucifijo o imagen que te invite a la oración, con música instrumental de fondo, o con un incienso muy suave. Se trataría de que todos tus sentidos se enteren que te estas disponiendo a hacer oración.


Por último, no te olvides de que Dios siempre está dispuesto a hablarnos y escucharnos. Y antes de que le pidamos algo, el ya nos estará inundando de su amor.


!Paz y Bien¡
Fraternalmente
Iván Ruiz Armenta


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