Al celebrar la
Ascensión del Señor Jesús, y antes de finalizar el tiempo sagrado de la Pascua,
presentamos una pintura del periodo
barroco en nuestro país que hace alusión a la Resurrección de Jesús: “La pascua de María”, autoría del pintor novohispano Juan Correa.
Algunos datos bibliográficos:
Juan Correa nació en
la ciudad de México. Se cree fue discípulo de Antonio Rodríguez
y, que por ello, desarrolló un arte en el que se revelan efectos de color, así
como dinamismo academicista, que son características distinguibles de la
pintura europea. El
estilo de Correa se distingue por los tonos dorados, la suntuosidad y el
carácter decorativo de su pintura. Su acervo pictórico es
característico por sus representaciones de la Virgen de Guadalupe y por ser el
primero en pintar ángeles de piel morena,
en especial, el que se encuentra a los pies de la misma Virgen de Guadalupe.
La obra:
Podemos datar esta obra, La pascua de María, a finales del
siglo XVII. Es un tema cristológico-mariano. Nos representa a Jesús resucitado,
de pie sobre una nube, portando un estandarte signo del triunfo sobre la
muerte, sobre su cuerpo tiende un lienzo púrpura en claro movimiento. Frente a él se encuentra la virgen María en
signo de adoración, con las manos abiertas, recibiendo la alegría de su hijo. En esta obra, se pone en evidencia la erudición con que
trabaja Correa y, atendiendo a la influencia recibida de Pacheco, pinta a Jesús
glorioso y resplandeciente con un cuerpo bello y desnudo, con las llagas resplandecientes, signo
de la pasión. Jesús se presenta rodeado de una inmensa luz.
El mensaje:
Según cuenta la
tradición, después de que Jesús resucitó, y antes de que se le apareciera a
María Magdalena (Jn 20), se le apareció a su santísima madre. Afirma un autor
del siglo V llamado Sedulio que:
‹‹Cristo se manifestó
en el esplendor de la vida resucitada ante todo a su madre. Ella, que en la Anunciación
fue el camino de su ingreso en el mundo, estaba llamada a difundir la
maravillosa noticia de la resurrección, para anunciar su gloriosa venida. Así,
inundada por la gloria del Resucitado, ella anticipa el resplandor de la
iglesia››
Esto tiene sentido debido a que
en los evangelios no se hace mención a la presencia de María, la madre de Jesús,
cuando se les aparece a las mujeres (Mt 28,8-10) o a los discípulos (Lc 24,39).
Por ello, se sostiene que su “ausencia” del grupo de las mujeres que al
amanecer se dirigieron al sepulcro (Mc 16,1), era el indicio de que ella ya se
había encontrado con su hijo Resucitado.
Era el mejor reconocimiento que le podía haber hecho su hijo a tan fiel madre
que permaneció en todo momento junto a él hasta el último momento de su vida.
Por tanto, dicha obra nos convida
de aquella alegría que inundó la vida de la virgen María al ver lleno de gloria
a su Hijo Jesús. Admirar esta obra nos debe llenar de esperanza al saber que
Jesús, después de vencer a la muerte, permanecerá con nosotros hasta el fin del
mundo (Mt 28,20). Es una invitación para que todos reconozcamos que los
primeros destinatarios de la alegría del Reino son los más pequeños y
sencillos, características claras de la vida de María.
Contemplar La Pascua de María nos traslada a la
misma experiencia de la glorificación de Cristo, sabedores de que es el Señor
Resucitado es quien nos comparte e invita a ser mensajeros de un proyecto de
cambio y de transformación de nuestro entorno, a dar vida a los espacios que
pululan muerte y destrucción.
Dicha obra se puede apreciar en Museo
de Guadalupe-INAH, Guadalupe, Zacatecas.
Fraternalmente
Federico Cedillo Cruz, OFM
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