24 mayo 2020

LA PASCUA DE MARÍA, Juan Correa.




Al celebrar la Ascensión del Señor Jesús, y antes de finalizar el tiempo sagrado de la Pascua, presentamos una pintura del periodo barroco en nuestro país que hace alusión a la Resurrección de Jesús: “La pascua de María”, autoría del pintor novohispano Juan Correa.

Algunos datos bibliográficos:
Juan Correa nació en la ciudad de México. Se cree fue discípulo de Antonio Rodríguez y, que por ello, desarrolló un arte en el que se revelan efectos de color, así como dinamismo academicista, que son características distinguibles de la pintura europea[1]. El estilo de Correa se distingue por los tonos dorados, la suntuosidad y el carácter decorativo de su pintura[2]Su acervo pictórico es característico por sus representaciones de la Virgen de Guadalupe y por ser el primero en pintar ángeles de piel morena[3], en especial, el que se encuentra a los pies de la misma Virgen de Guadalupe.

La obra:
Podemos datar esta obra, La pascua de María, a finales del siglo XVII. Es un tema cristológico-mariano. Nos representa a Jesús resucitado, de pie sobre una nube, portando un estandarte signo del triunfo sobre la muerte, sobre su cuerpo tiende un lienzo púrpura en claro movimiento.  Frente a él se encuentra la virgen María en signo de adoración, con las manos abiertas, recibiendo la alegría de su hijo. En esta obra,  se pone en evidencia la erudición con que trabaja Correa y, atendiendo a la influencia recibida de Pacheco, pinta a Jesús glorioso y resplandeciente con un cuerpo bello y desnudo, con las llagas resplandecientes, signo de la pasión. Jesús se presenta rodeado de una inmensa luz[4].

El mensaje:
Según cuenta la tradición, después de que Jesús resucitó, y antes de que se le apareciera a María Magdalena (Jn 20), se le apareció a su santísima madre. Afirma  un autor del siglo V llamado Sedulio que:

 ‹‹Cristo se manifestó en el esplendor de la vida resucitada ante todo a su madre. Ella, que en la Anunciación fue el camino de su ingreso en el mundo, estaba llamada a difundir la maravillosa noticia de la resurrección, para anunciar su gloriosa venida. Así, inundada por la gloria del Resucitado, ella anticipa el resplandor de la iglesia[5]››

Esto tiene sentido debido a que en los evangelios no se hace mención a la presencia de María, la madre de Jesús, cuando se les aparece a las mujeres (Mt 28,8-10) o a los discípulos (Lc 24,39). Por ello, se sostiene que su “ausencia” del grupo de las mujeres que al amanecer se dirigieron al sepulcro (Mc 16,1), era el indicio de que ella ya se había encontrado con su hijo Resucitado[1]. Era el mejor reconocimiento que le podía haber hecho su hijo a tan fiel madre que permaneció en todo momento junto a él hasta el último momento de su vida.

Por tanto, dicha obra nos convida de aquella alegría que inundó la vida de la virgen María al ver lleno de gloria a su Hijo Jesús. Admirar esta obra nos debe llenar de esperanza al saber que Jesús, después de vencer a la muerte, permanecerá con nosotros hasta el fin del mundo (Mt 28,20). Es una invitación para que todos reconozcamos que los primeros destinatarios de la alegría del Reino son los más pequeños y sencillos, características claras de la vida de María. 

Contemplar La Pascua de María nos traslada a la misma experiencia de la glorificación de Cristo, sabedores de que es el Señor Resucitado es quien nos comparte e invita a ser mensajeros de un proyecto de cambio y de transformación de nuestro entorno, a dar vida a los espacios que pululan muerte y destrucción.


Dicha obra se puede apreciar en Museo de Guadalupe-INAH, Guadalupe, Zacatecas.

Fraternalmente
Federico Cedillo Cruz, OFM



[5] Cfr. Sedulio Carmen pascale, 5, 357-364

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