DOMINGO IV DE ADVIENTO
«ALÉGRATE llena de gracia, el Señor está
contigo.»
Lucas 1, 26-38
Con estas alegres palabras saluda el
Arcángel Gabriel a la Virgen María, y con ello se inicia un hermoso pasaje
dentro de la historia de la humanidad, el Reino de Dios se hace presente en la
promesa del nacimiento de un pequeño Rey que unirá en un solo pueblo a todos
los hombres de la tierra haciéndolos hijos del mismo Padre. Con estas bellas
palabras, clausuramos el Adviento, tiempo que nos ha invitado a velar, a
preparar, a testificar, y como ya hacía eco desde el domingo anterior a
alegrarnos por la inminente llegada del Hijo de Dios.
Después de lo que hemos meditado la semana
pasada, creo que no falta mucho que agregar pues concluimos que solo el
Espíritu es capaz de dar la auténtica alegría, aquella que permanece y desborda
en alabanzas a Dios por sus obras; hoy solo quiero invitarte a que estas
palabras del Arcángel las dirijas no solo a María, sino a tu persona , porque
seguramente esta noche tendrás muchas cosas de que alegrarte:
Alégrate, porque nuestro Dios no se ha
quedado oculto en los cielos, ni en las nubes de incienso, sino que ha querido
revelarte su amor.
Alégrate, porque el Dios omnipotente rasga
los cielos y desciende, para estremecer tu corazón colmándolo de su
misericordia.
Alégrate, porque viene a instaurar un Reino
de justicia, de paz y de amor donde la muerte y el dolor no tendrán palabras
alguna.
Alégrate, porque como se nos ha en la
primera lectura, su reinado no tendrá fin. (Cfr. Samuel 7, 1-5. 8-12. 14. 16).
Alégrate, porque ha querido revelarnos sus
misterios escondidos desde siglos, como nos dice el apóstol en la segunda
lectura, no en discursos elevados, sino en la sencillez de sus palabras de
Padre. (Cfr. Romanos 16, 25-27).
Alégrate, porque quiere estar cerca de ti, en
su mesa, no compartiendo complicados sacrificios, sino en la sencillez de un
poco de pan y de vino.
Alégrate, porque no importa cuan pecador
seas, siempre tendrá una bendición para ti.
Alégrate, porque en cada abrazo que recibas
esta noche el estará abrazándote con su amor.
Alégrate, porque la cena familiar en torno
a Él de esta noche, será un anticipo del banquete eterno que nos ha prometido.
Pero sobre todo alégrate para alegrar a otros
y ocupa el lugar del Arcángel en esta historia, y ve, y entra en la casa de
alguien y alégralos.
Alegra, con un poco de comida a quien no
tendrá que cenar hoy.
Alegra, con un abrazo a quien hoy se siente
solo y triste.
Alegra, con una visita a quien se siente
abandonado.
Alegra, con el perdón a quien se siente
distanciado.
Alegra, con una bendición a quien se siente
excluido de la presencia de Dios.
Y entonces podrás sentir, y hacer sentir,
la fuerza de esas hermosas palabras del Arcángel:
Alégrate…el Señor está con nosotros.
El resto de la reflexión depende de ti.
Bendecida noche buena.
Daniel de la Divina Misericordia C.P.
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