19 febrero 2021

La primera estación del Viacrucis: Jesús es condenado a muerte | Por Fr. Alonso Piñón, OFM

 

El ejercicio del Viacrucis, el Camino de la Cruz, tan querido por el pueblo cristiano y muy propio de este tiempo de Cuaresma, inicia con la primera estación: “Jesús es condenado a muerte”. El juicio de Jesús viene atestiguado en los cuatro evangelios. En Mateo podemos encontrar a Jesús ante el Consejo de Ancianos (Mt 26, 57-68) y ante el procurador Poncio Pilato (Mt 27, 11-26); en san Marcos encontramos también a Jesús ante el Consejo de Ancianos (Mc 14, 53-65) y ante Poncio Pilato (Mc 15, 1-15). San Lucas nos presenta otros eventos en torno al juicio, nos presenta a Jesús ante el Consejo de Ancianos (Lc 22, 66-71), ante Pilato (Lc 23, 1-7), Jesús es llevado ante Herodes (Lc 23, 8-12) y finalmente de nuevo ante Pilato (Lc 23, 13-25). Por último san Juan nos presenta también varios episodios, Jesús ante Anás y Caifás (Jn 18, 19-24) Jesús ante Pilato (Jn 18, 28- 19-16). En san Juan encontramos un discurso más amplio en cuanto al juicio de Jesús, su interrogatorio con Pilato. 

 

    Jesús es enjuiciado, ¿Por qué? ¿De qué lo acusan? ¿Cuál es el delito de este hombre? Por una parte las autoridades judías, que a lo largo del ministerio de Jesús tuvieron muchos conflictos con él lo acusan de blasfemo, ya que se llama Hijo de Dios, título que nadie podía darse, lo acusan de quebrantar el sábado y la ley, de exigir el respeto y la dignidad del Templo, y en esto se ven afectados ya que el templo era también un lugar fundamental en la economía del pueblo.

 

         Por otra parte ante las autoridades romanas, concretamente Poncio Pilato, es acusado de revoltoso, de incitar al pueblo a rebelión. Pilato, según se dice, tenía ya varias advertencias de Roma, de que tenía que poner orden en el pueblo, ya que era común las rebeliones en contra del imperio, por lo que a Pilato no le convenía un escándalo más, por eso, aunque no encuentra delito en Jesús, para calmar a la turba y guardar su reputación, condena a Jesús. A grandes rasgos, podemos decir que estas eran las acusaciones en contra de Jesús, hechas por personajes muy concretos, los sumos sacerdotes, los ancianos o sanedrín y Poncio Pilato.

 

         Ante el juicio, Jesús dice muy poco, en san Mateo encontramos la respuesta que da al sumo sacerdote que le interroga si él es el Mesías: “Tú lo has dicho: y además les digo que a partir de ahora verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y que viene sobre las nubes del cielo” (Mt 26, 64). Ante Pilato solo responde: “Tú lo dices” (Mt 27, 11). Marco por su parte también es muy breve en las respuestas de Jesús ante su interrogatorio: Ante el sumo sacerdote Jesús responde: “Yo soy, y verán al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo”. (Mc 14, 62). Ante Pilato usa la misma expresión que en san Mateo: “Tú lo dices” (Mc 15, 2). En san Lucas podemos encontrar lo siguiente: Ante el consejo de Ancianos, Jesús responde: “Si lo digo, no me van a creer, y si les hago preguntas, no me van a responder. Pero desde ahora el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios todopoderoso” (Lc 22, 67-69), “Es como ustedes dicen; yo soy” (Lc 22, 70), y ante Pilato solo responde: “Tú lo dices” (Lc 23, 3). Es en el evangelio de san Juan donde encontramos un dialogo más amplio entre Jesús y sus acusadores, tanto ante el sumo sacerdote como ante Pilato. Estos diálogos los encontramos en san Juan 18,19-23; 18, 33-38; 19, 1-16. Para nuestra reflexión tomemos como referencia el relato de san Juan. Los personajes en los que nos centraremos son Jesús y Pilato, además de expresiones como “¿Qué es la verdad?” y “No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto”.

 

Jesús, es el hombre que ha comenzado un movimiento en Galilea que se ha extendido por toda la región. Un movimiento en donde tiene seguidores muy particulares: pecadores, excluidos, enfermos, gente de mala fama. Y él se ha presentado ante ellos como el rostro de amor y de misericordia de Dios. Es la presencia de Dios muy concreta que en todo el Antiguo Testamento se fue anunciando y de la cual hubo muchos destellos, pero ahora en Jesús llega a su plenitud. Jesús se ha presentado como el Hijo de Dios y también como Dios mismo, en el mismo evangelio de san Juan encontramos expresiones de Jesús diciendo “Yo soy”, (Jn 8, 28, 58)  una expresión que encontramos en el libro del éxodo cuando Moisés pide a Dios que le dé su nombre para presentarlo ante los israelitas y Dios le dice: diles que “Yo soy” te envía (Ex 3, 14). Jesús, pues se ha manifestado como el Hijo de Dios y como Dios. Pero también es el hombre auténtico, de convicción, que no renuncia a su misión y a aquello que él cree. No le importa morir por su convicción: soy el Hijo de Dios y los amo a todos. Jesús llega hasta la cruz por ser un hombre auténtico, único y convencido de lo que es y de lo que tiene que hacer, ni el temor del tormento y de la muerte lo hacen renunciar a sus valores.

 

    Pilato. Pilato es un hombre que deja entrever su deseo de ser justo, de aclarar las cosas, en varios momentos dentro del juicio de Jesús lo encontramos tratando de liberarlo, pero finalmente puede más el poder de la multitud, de la fama, de la presión. Contrario a la autenticidad de Jesús, Pilato es el hombre que cree que la justicia y la verdad es lo que dice la mayoría y no lo que se impone desde arriba, desde Dios. Y aunque quisiera obrar con justicia y verdad, es débil y termina cediendo al griterío de una turba que es amante de los espectáculos, que se gozan en el dolor y el sufrimiento de los inocentes. Pilato representa al hombre que no ha sabido asumir su dignidad como ser creado por Dios, con la verdad, la justicia, la belleza y la unidad en él. Representa al hombre sin convicciones, sin utopías, de esos que se dejan llevar por la aclamación de una turba que no piensa y que no siente. Representa al hombre que es capaz de perder su dignidad y su valor, por ser aceptado en un grupo que le dará satisfacciones humanas, pero nunca tranquilidad de conciencia y sentido de vida.

 

¿Qué es la verdad? Pregunta Pilato a Jesús después de que lo escucha decir que él ha venido para ser testigo y anunciador de la verdad. ¿Qué es la verdad? La pregunta de todos los tiempos, de los filósofos y de los teólogos, de los científicos y del pueblo en general, de los justos y de los injustos, de los políticos y de los activistas. La verdad no solo es aquello que corresponde con la realidad, la verdad es más profunda, más trascendente, más inabarcable. La verdad es Dios mismo, que se expresa y se vive en todos los campos de la humanidad, la verdad enaltece, plenifica, se impone por sí misma sin ser opresora, destruye la mentira y redime al mentiroso. La verdad es Dios mismo y desde la luz de Dios y en relación con él el hombre se descubre como verdadero, la verdad dignifica y da autenticidad a la persona.

 

“No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto”. Una expresión sin miedo, valiente, convencida de parte de Jesús ante la amenaza de Pilato. Jesús está ante Pilato porque lo han llevado el sumo sacerdote, el sanedrín y la turba, Pilato hace alarde de que tiene autoridad para soltar o condenar a Jesús. Pero ¿Quién le está dando la autoridad? ¿No será acaso Jesús mismo el que le da esa autoridad a Pilato? ¿No será Jesús el que libremente se está haciendo presente en ese momento, el que ha permitido que se le aprehenda, se le enjuicie y que todo llegue a este final? ¿A caso no es Jesús el que da la autoridad a Pilato para que haga esto? Jesús podía haberse retractado de muchas cosas y librar su vida, sin embargo está allí, firme, sin echarse para atrás. La autenticidad de Jesús, la firmeza de Jesús al asumir las consecuencias es lo que da autoridad a Pilato, sin Jesús con su convicción y firmeza, ni el sumo sacerdote, ni el sanedrín, ni Pilato tienen un papel que realizar. Esto nos confirma: es Dios quien tiene los destinos de la historia, es Dios que actúa en el diario vivir de la humanidad, es Él quien permita que los acontecimientos en la historia se den, pero siempre con una finalidad: la salvación del hombre.

 

    El juicio de Jesús en esta primera estación del Camino de la Cruz, no debe de ser visto como fracaso de Él y triunfo de la maldad y de los injustos, sino ha de ser visto como el triunfo del hombre que tiene una convicción, la convicción del Reino de Dios que se asume, se vive y se anuncia contra todo. El triunfo del hombre que sabe ser auténtico, verdadero, justo y bello. El juicio de Jesús no es el triunfo de la maldad, es la exaltación de lo más bello, excelso y grandioso de Dios, es el molde en el cual muchos cristianos han entrado y han entregado su vida siendo auténticos mensajeros del Reino, de ser hijos de Dios y de la verdad.

 

                                Fray Alonso Piñón OFM


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