18 febrero 2024

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA



PRIMER DOMINGO DE CUARESMA
La liturgia de la Palabra de este domingo inicia con la lectura del libro del Génesis. El pasaje que nos narra esta lectura es la caída del hombre, la seducción de la serpiente a Eva. Después, el evangelio de san Mateo, nos presenta "las tentaciones de Jesús".  
El relato del Génesis lo ubicamos dentro de la narración de toda la creación, la armonía que existía entre Dios y Adán y Eva, la armonía de ellos con la creación. Estaban desnudos y no sentían vergüenza, nos dice el texto sagrado. Mientras Adán y Eva mantenían su relación con Dios, mientras hablaban con Él al atardecer, encontraban la realización de sus vidas, se descubrían a ellos mismos, como la obra más perfecta de Dios, llamados a vivir de una manera auténtica, cuya aspiración era participar de la divinidad de su Creador, como un don gratuito de Él. Pero llega el "tentador" el mal, el pecado, que distorsiona la imagen del hombre y su vocación a participar plenamente de la vida con Dios. El mal que entorpece el hombre y lo ata a las cosas efímeras y materiales, tratando de borrar en él todo indicio de aspiración, realización y trascendencia. Y está será siempre la tarea del mal, del pecado, distorsionar la vocación del hombre.
Mateo al presentarnos el relato de las tentaciones de Jesús nos deja muy claro esta realidad: el mal busca perder completamente al hombre. Jesús mismo experimenta estas tentaciones. San Mateo concretamente nos presenta tres:
-Jesús que ayuna y siente hambre. El deseo de satisfacerse. El mal lo tienta diciendo: manda a esas piedras que se conviertan en pan. El mal sabe que puede seducir al hombre para que busque satisfacerse a él mismo, para llenarse, para complacerse. Darle al cuerpo todo lo que pida, y que no siempre es lo que necesita. Esta tentación esclaviza al hombre al plano meramente material y terrenal. Importa disfrutar, someter el cuerpo a los placeres, sin aspiraciones, sin el sentido de trascendencia. Jesús responde: no solo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios. Esta expresión de Jesús recuerda el origen del hombre, de la boca de Dios salió el soplo que le dio vida. La Palabra que sale de su boca y llega al oído y al corazón del hombre lo mantendrán siempre con vida, recordándole siempre su destino de trascendencia.
-La tentación de querer someter a Dios a nuestro antojo. El mal tienta diciéndole a Jesús al llevarlo a la parte más alta del templo: si eres el Hijo de Dios, échate para abajo, porque está escrito: mandará a sus ángeles que te cuiden y ellos te tomarán en sus manos, para que no tropiece tu pie en piedra alguna. La tentación de confundir la fe con espectáculos, con sentimentalismos, con puros eventos. Dejarnos llevar por cosas sorprendentes, "famosos milagros" que no nos abren a la realidad verdadera y concreta de Dios. Jesús responde de igual manera que lo anterior: No tentarás al Señor tu Dios. Dios no se comunica con el hombre por medio de espectáculos, sino en el diálogo ameno y profundo, a través de los acontecimientos sencillos como la brisa de la tarde. Dios se expresa y se revela al hombre en Jesús, el que es como nosotros. Dios nos habla de tal manera que lo podamos escuchar y entender.
La tentación de aparentar. Te daré todo esto si te postras y me adoras, la última tentación del mal. Darte todo. Es imposible, el hombre no lo puede tener todo. Es algo que algunos no han entendido, el hombre no lo puede tener todo. Pero seducido por el mal, el hombre se afana por tener todo, ¿a cambio de qué? De perderse. Cuántas veces el hombre se ha convertido en esclavo del trabajo, en maquina, todo por querer tener más y más perdiendo las cosas importantes de la vida. Una tentación de deseos, de ambición de querer aparentar, figurar, para controlarlo todo. La respuesta de Jesús nuevamente es firme: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo servirás. Aquí la clave, la propuesta, que vence la tentación de aparentar y querer poseer. Adorar a Dios es estar profundamente ligado a Él, con el amor, el diálogo, el servicio, la entrega generosa. Es pertenecerle a Él y a la vez tenerlo para nosotros. Y en esa comunicación, con Él, el hombre recordará siempre su vocación: ser parte de la vida divina de Dios.
El mal te llevará a satisfacerte, Dios te lleva trascender. El mal te sugerirá que ambiciones, Dios, que anheles. El mal te llevará a que quieras poseer, Dios, a que sirvas. El mal te invita a aparentar, ocultarte, Dios te lleva a ser tú mismo.
El diablo es todo lo que divide, comenzando por el corazón del hombre. Dios es el que une, el que armoniza, comenzando también desde el corazón del hombre.
El mal, por muy apetecible que se presente, llevará a la ruina. Dios, por muy exigente que se presente llevará al hombre a participar de su vida divina.
Paz y Bien.
Fr. Alonso OFM

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