27 febrero 2021

Nacimos sólo para… ¿morir o vivir plenamente? | Por: Iván Ruiz Armenta

 

Pocas cosas seguras tenemos los seres humanos en la vida, una de ellas es que, como seres históricos y finitos, tenemos un principio -cuando nacemos- y un fin -cuando morimos-. Esto, que pertenece a la naturaleza humana, ha llevado a los hombres a preguntarse durante muchos siglos por el sentido de la muerte. Las respuestas a esta interrogante han sido variadas y diversas, según la cosmovisión propia de cada cultura humana, filosofía o religión.

Según la Escritura, «el ultimo enemigo en ser destruido será la Muerte» (1 Cor 15, 26) cuando Cristo, después de haber destruido todo principado, autoridad y poder, entregue a Dios Padre el reino (1 Cor 15, 24). Esta Muerte de la cual habla la Escritura no es aquella “muerte natural” por la cual todos los hombres hemos de pasar, sino aquella muerte que es causada por los principados, autoridades y poderes de este mundo, que no hacen sino servirse a ellos mismos a costa de la vida de los demás. Piénsese, por ejemplo, en la muerte de Jesús. No fue una “muerte natural”. A él lo mataron por anunciar el reino de un Dios Abbá y poner la vida humana por sobre la Ley: «los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado. Pero Jesús les replicó: "Mi Padre trabaja hasta ahora y yo también trabajo". Por eso, los judíos trataban con mayor empeño de matarlo, porque no solo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí igual a Dios» (Jn 5-16-18).

A Jesús no sólo le “adelantaron” la muerte, sino que, buscando falsos testimonios (Mt 26, 59), lo hicieron merecedor de un suplicio que sólo era destinado para los peores adversarios del Imperio romano. A pesar de todo esto, Jesús le dio sentido a su muerte, pues «toda la vida de Jesús fue un dar-se, un ser-para-los-demás; fue un intento y una realización en su existencia de la superación de todos los conflictos. En nombre del Reino de Dios, Jesús vivió su ser para-los-demás hasta el final, incluso cuando la experiencia de la muerte (ausencia) de Dios se le hizo sensible en la cruz casi hasta el límite de la desesperación. Pero él confió y creyó hasta el final que, aun así, Dios le aceptaría. El sin sentido aún tenía para él un secreto y último sentido».[1]

Este ultimo sentido dejó de ser secreto en la resurrección. En efecto, la fe en la resurrección invita a ver que la muerte está al servicio de la vida, pues la continuación y plenificación de ésta, mediante la resurrección, sólo puede asegurarse si el hombre, finito e histórico, cruza por el sombrío camino de la muerte. Sólo desde esta perspectiva tiene sentido para los cristianos la muerte. Pero no cualquier muerte, pues para los seguidores de Jesús siempre carecerán de sentido las muertes que son causadas antes de tiempo por la pobreza, el hambre, la guerra y la división, causadas por el solo beneficio de los que ostentan cualquier principado, autoridad y poder.

La muerte es algo natural en el ser humano y, como tal, es presentada por la fe cristiana como un paso necesario para la plenitud de la misma vida humana que inauguro Dios cuando resucitó a Jesús. En la resurrección, por tanto, «reside el núcleo central de la fe cristiana. Debido al hecho de la resurrección, sabemos que la vida y el sinsentido de la muerte tienen un verdadero sentido que, con este acontecimiento, adquiere una claridad meridiana. Con la resurrección se abrió para nosotros una puerta al futuro absoluto, e hizo su entrada en el corazón humano una esperanza indestructible. Si en verdad Jesús resucitó, entonces nosotros le seguiremos, y reviviremos todos en Cristo (cf 1 Cor 15, 20-22)».[2] Y aunque lo cierto es que con la muerte el hombre llega al final de sus posibilidades históricas y terrenas, no significa que también se agote toda posibilidad de relación con Dios. Por el contrario, se inaugura una nueva y única forma de relacionarse con el Dios-Abbá de Jesús.[3]

¡Paz y Bien!
Fraternalmente
Iván Ruiz Armenta

No olvides suscribirte a este blog o a nuestro grupo de WhatsApp y visitarnos en YoutubeFacebook y Spotify

Puedes ponerte en CONTACTO con nosotros AQUÍ 👆



[1] L. Boff, Jesucristo el liberador. Ensayo de cristología crítica para nuestro tiempo, Sal Terrae, Santander 20098, 113. [2] Ibid., 133. [3] Cf. Markus Knapp, «“¿Dónde queda, oh muerte, tu victoria?” Reflexiones teológicas sobre la realidad de la muerte», en SelT 49 (2010) 120.

No hay comentarios:

Publicar un comentario