Hay un dicho que reza así: "Noviembre, dichoso mes, porque empieza con todos los santos y termina con san Andrés". Un dicho que hoy nos ayuda también a reflexionar sobre la solemnidad que celebramos. Todos los santos, hombres y mujeres de todas las edades, de toda raza, lengua, pueblo y nación que contemplan el rostro de Dios, que reinan con Dios desde el cielo, que tienen su hogar en el corazón de Dios. Ellos, los santos, son los que nos presenta la primera lectura del Apocalipsis de este día. La lectura nos presenta a todos los elegidos que se encuentran con Dios, la gloria de la que gozan todos los que se mantuvieron fieles a toda clase de persecuciones, aquellos hombres y mujeres que con su proyecto de vida dieron un giro a la realidad que vivían, una transformación a la realidad, un mundo diferente. Con ellos iniciamos este mes.
¿Cómo le hicieron estas mujeres y estos hombres para transformar la realidad que les toco vivir? El evangelio de este día nos presenta las bienaventuranzas. Ese es el proyecto de vida que siguieron todas estas mujeres y todos estos hombres, las bienaventuranzas. ¿Y qué son las bienaventuranzas? Son el anhelo más profundo del hombre y de Dios, bienaventurados los que trabajan, por la paz, la justicia, los misericordiosos, los que están con los que sufren, con los que lloran, los que tienen el corazón limpio, los que se arriesgan, los comprometidos, los que al igual que Jesucristo enfrentan calumnias, juicios y hasta la muerte, pero son capaces de crear un mundo mejor. Bienaventurados los que hacen felices a los demás, porque Dios se ocupará de su propia felicidad. Este fue el proyecto que los santos siguieron en su vida, un proyecto que no fue impuesto, sino que ellos libremente lo conocieron, lo acogieron, se comprometieron con él y lo realizaron.
¿Y cómo le hicieron ellos para conocer el proyecto de Dios y acogerlo en sus vidas?
Como la experiencia de san Andrés, con el que termina el mes de noviembre. La experiencia de san Andrés con Jesús es fundamental. El evangelio nos dice como Andrés y otro discípulo de Juan el Bautista se acercan a Jesús, y Andrés le pregunta: Maestro, ¿dónde vives? Y Jesús le responde: Ven y lo veras. Y ellos se fueron y pasaron la tarde con él.
Aquí empieza el camino de la santidad, preguntándole a Dios ¿Dónde vive, quién es, qué me ofrece, qué quiere? Y así empezaron los santos, con estas preguntas, y se fueron con Jesús un día, es decir, le dieron el tiempo a Dios para que les explicara su proyecto, para que les dijera que quería, que espera de ellos. Para llegar hasta el cielo, junto al corazón de Dios, hay que comenzar conociendo a Dios.
Esta solemnidad de todos los santos, y este ejemplo muy sencillo, nos invita a nosotros cristianos que muchas veces vamos a buscar a Dios simplemente para pedirle, para reclamarle, para exigirle, que le demos también el tiempo para que nos responda, que nos demos el tiempo para escucharlo, para que nos presente su proyecto de vida y salvación para nosotros.
Estos son los pasos de la santidad partiendo desde san Andrés y llegando hasta el cielo:
Conocer a Dios, dándonos tiempo para escucharlo; asumiendo el proyecto de Él, las bienaventuranzas, hacer feliz a los demás que Dios nos hará felices a nosotros, llegar hasta el cielo hasta el corazón de Dios.
Feliz fiesta de todos los santos.
Fray Alonso OFM
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