25 octubre 2020

UN CORAZÓN QUE AMA AL SEÑOR, SE EXTIENDE PARA AMAR A LOS DEMÁS.


Que maravilla de evangelio en el que Mateo nos presenta este relato que expresa el corazón del evangelio: "Amar a Dios y al prójimo".

 

Para el tiempo de Jesús, el mandamiento más importante que todos valoraban sobre todo las autoridades religiosas e inculcaban a los demás hombres era el "culto al Señor", la asistencia al templo y los sacrificios. Después de este mandamiento tenían otros muchos, seiscientos aproximadamente. Jesús les recuerda el fundamental,  aquel que Dios grabo en el corazón de los primeros israelitas, aquel que pidió que se grabará en el corazón:  "Amar al Señor con todo tu corazón, toda tu alma y toda tu mente". Y Jesús les dice también: "y amar a tu prójimo como a ti mismo" En estos mandamientos se fundan la ley y los profetas, de estos dos mandamientos parte todo lo demás. Si la ley, los diez mandamientos, si los profetas, llamar al pueblo para que su corazón regrese a su Señor, no se fundan o no parten del mandamiento del amor a Dios y al prójimo se convierten en dictaduras, en tribunales que solo estarán cazando a fieles que se equivocan para juzgarlos y condenarlos. Serán solo leyes que parecerán buitres rapaces al acecho de quien se ha equivocado para devorarlo. 

 

 

Pero si la ley y los profetas se fundan en el mandamiento del amor a Dios y al prójimo, entonces se cumplirá la voluntad y el deseo de Dios, que todos puedan sentir su amor, que todos lo puedan reconocer como Padre, como un Padre cercano, amoroso, misericordioso, que llama siempre al hombre para que este cerca de Él. Y desde la experiencia del amor a Dios y de sentirse amados por Dios, entonces los hombres se amaran entre ellos. Jesús lo deja muy claro: el segundo mandamiento es semejante al primero. ¿Qué significa semejante?  Muy parecidos, muy idénticos, casi lo mismo. Así iguala Jesús estos dos mandamientos. Con la misma identidad con la que amo a Dios debo amar a mi prójimo. Con la misma confianza con la que me acerco a Dios así me debo acercar a mi prójimo. Los mismos sentimientos que tengo con Dios los debo de tener con mi prójimo, porque estos dos mandamientos, sobre los que se fundan la ley y los profetas, son semejantes.

 


¿Quién es mi prójimo?

Todo aquel de carne y hueso, como yo. Que siente, que ama, que sufre, que ríe, llora, anhela, también el que odia, el que lastima, el que no sabe amar, esos son mis prójimos, los que no piensan como yo, incluso los que no adoran a Dios como yo, esos son mis prójimos.

A ellos estoy llamado a amar apasionadamente como amo a Dios. Porque el amor que he sentido de Dios me ha cambiado, me ha transformado, y me ha llevado a amar a todos, para que ese mismo amor que me transformó a mí los transforme a ellos. Eso es evangelio puro, sin glosas, sin interpretaciones a conveniencia, no solo son las palabras de Jesús es la forma de vida de Jesús. Que en todo hombre ve a su prójimo, no solo a los de su pueblo judío, el pueblo de las promesas. Para Jesús y para Dios todo hombre es prójimo, el centurión romano, la mujer cananea, los de Tiro y Sidón, los que están más allá de las fronteras judías esos también son prójimos.

 

Es la tarea de nosotros católicos cristianos. La Iglesia Católica no es signo de salvación solo para los católicos y tribunal justiciero para los no católicos. No. La Iglesia Católica es signo e instrumento de salvación para todos los pueblos, porque ella ha sentido el amor de Dios, ama a Dios apasionadamente por lo tanto debe amar a todo hombre apasionadamente.

 Que toda nuestra vida, que todas nuestras normas partan de estos dos mandamientos: Amara a Dios con todo el corazón, con toda la mente, con toda el alma y al prójimo de igual manera.

 

                                                Bendecido día.

                                                Fray Alonso OFM.


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