08 noviembre 2020


 

QUE NUNCA FALTE EL ACEITE DE LA ESPERANZA

 

Este domingo la liturgia de la palabra nos habla primeramente por medio de san Pablo. Pablo escribe a la comunidad de Tesalónica. Una comunidad que está inquieta por el destino de sus difuntos. ¿Qué hay más allá del momento de la muerte? ¿En dónde están nuestros hermanos difuntos? ¿Qué nos espera? ¿Cuál es nuestro destino, vivir o desaparecer? Cuestiones de una comunidad que está abrazando la fe y cuestión de las comunidades de todos los tiempos. Ante esto Pablo les responde y nos responde también a nosotros: Jesucristo, muerto y resucitado. 

 

En este acontecimiento está la respuesta a nuestras interrogantes. Jesucristo, el que fue crucificado, el que murió y resucitó, Él es nuestra respuesta. No es la filosofía griega con su inmortalidad del alma, ni el pensamiento judío de la resurrección de la carne, estás dos corrientes de pensamiento no iluminaban ni respondían a lo que buscaba la comunidad de Tesalónica. Es Jesucristo, con todo su acontecimiento, es Él que hace partícipes a los que se creen en Él y lo siguen. Es Jesús la respuesta, ¿Qué hay más allá del momento de la muerte? Hay vida, la vida ofrecida por Jesús, vida no del alma y de la carne, la vida en su totalidad, en su integridad, que nos desborda, nos transforma y nos hace tan divinos como Jesús. Esa es la respuesta de Dios para nosotros, es la que verdaderamente ilumina y convence nuestra realidad. En Jesús, su muerte y resurrección esta nuestra esperanza. 

 

La esperanza. ¿Acaso no será ese el significado del aceite que las jóvenes tenían para sus lámparas? El aceite, que mantiene encendido el fuego pese a todo. La esperanza que hace que el hombre siga caminando pese a todo. Diez jóvenes nos dice el evangelio se encaminan al encuentro del esposo, para entrar con él al banquete de bodas. Cinco prudentes y cinco imprudentes. Llega la noche, el cansancio, la larga espera, las vence el sueño a todas. Finalmente en lo más profundo de la noche se escucha el grito, un grito tan esperado, tan anhelado: "Ya viene el esposo". Se levantan, las cinco prudentes están preparadas, con su aceite, su esperanza, las cinco imprudentes se ven desprovistas, y no hay de parte de las prudentes modo de compartir el aceite. Solo las cinco prudentes entran al banquete con el esposo. 

 


La esperanza, el aceite, es lo que alienta la vida del cristiano. ¿Qué esperamos? A Jesucristo que es la vida en abundancia. Mientras llega, vamos caminando, y nos llega la noche, el cansancio, el sueño, la oscuridad más profunda, pero tenemos la esperanza, esa es la gran diferencia de aquellas otras cinco jóvenes imprudentes, indecisas, sin una esperanza, sin un por qué tener seriedad y responsabilidad en la vida. Los cristianos como todos, enfrentamos la noche profunda del dolor, de la injusticia, de la muerte, pero estamos atentos con nuestra esperanza, porque tenemos la certeza de que en lo profundo de la noche escucharemos el grito: "ya viene el esposo" "ya viene la vida" "ya viene nuestra respuesta" "ya viene Jesús"

 

En la noche más profunda de la vida, nos ilumina la esperanza, la esperanza en Jesús, un hombre concreto, humano y divino, que da respuesta a nuestra pregunta más profunda: ¿Qué hay más allá? Más allá esta la vida, esta Dios, estaré yo con Él.

 

                                                                Bendecido domingo.

                                                                  Fray Alonso OFM

No hay comentarios:

Publicar un comentario