11 abril 2020

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS. EL GRITO DE VIDA DADO POR DIOS




Aquel Nazareno que murió colgando de una cruz como un fracasado y aparentemente abandonado por Dios, se ha levantado del sepulcro para dejar el lugar de los muertos y presentarse a los suyos lleno de vida plena. Una vida que ya no está sujeta a las condiciones espacio-temporales, sino que ahora las trasciende.

Aquel Crucificado ahora es el Resucitado[1]. Eso fue lo que le dijo el ángel a María Magdalena y la otra María cuando fueron a ver el sepulcro de Jesús «No temas. Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado» (Mt 28,5-6). Su alegría fue tanta que corrieron a dar la noticia a los discípulos (Mt 28,8). De lo que ellas no se habían percatado es que se habían convertido en ese gesto en las primeras en ser testigos y enviadas a anunciar la Resurrección del Crucificado. Y como era de esperarse, Jesús se les presenta para confirmar y animar su misión recién encomendada (Mt 28,9-10).

Gracias a esas primeras mujeres que tuvieron el valor de comunicar la Resurrección de Jesús el Cristo, es que nosotros podemos celebrar aquel acontecimiento. Pero ¿qué sentido tiene realmente para nosotros la Resurrección? Pues bien, la Resurrección de Jesús nos revela quien es Dios, quién es Jesús y qué somos los seres humanos[2]


En otras palabras, la resurrección es la respuesta a tres interrogantes: ¿quién es Jesús? El hijo de Dios, el Verbo encarnado, revelación total de Dios; ¿quién es este Dios? El Dios del reino predicado por Jesús, el Dios Abbá, aquél que siempre está ocupado de su creación, poniendo especial atención en el género humano; ¿qué es el hombre? La creación de Dios hecha a su imagen y semejanza, en camino de divinización a través de su humanización.

Sólo así se entiende que, si bien Dios «calló» en todo el proceso de la muerte de Jesús, GRITÓ en la hora de la resurrección. Lo hizo de tal manera que a los discípulos les regresó el entusiasmo para seguir con la proclamación del reino de Dios. Porque no hay que olvidarlo, la Resurrección, la cruz y la misma encarnación, tienen sentido sólo si los leemos desde el anuncio del reino de Dios.

Por eso Dios no sólo gritó en la resurrección, Dios GRITÓ desde el momento en que nos envió a su Unigénito para hacerse uno de nosotros. Lo hizo con la sola intención de comunicarnos el mensaje de la verdadera humanidad, es decir, cómo debería ser ésta. Pues bien, en la resurrección «terminó» por demostrarnos cómo debería ser nuestra humanidad: una humanidad tan humana que ahora sería -es- exaltada hasta la divinidad.

Hemos de insistir mucho y asimilar correctamente la humanización de Dios en Jesús de Nazaret[3]. Esta humanización comienza en la encarnación, lo que significa asumir la condición humana. Desde ese momento comienza la nueva creación, es explicitada en el anuncio del reino de Dios, y «culminada» en la Resurrección. Se trata pues de una conexión no sólo con la cruz, vista como consecuencia del anuncio del reino de Dios -aunque sea así-, sino desde la encarnación misma.

El sentido que debe tener para nosotros la Resurrección no es otro que el SÍ definitivo con el que Dios confirma todo el proyecto que Jesús tuvo por misión: la vida en plenitud para todos. La misma encarnación se trata de la «generación» de una vida, el reino de Dios se trata de la predicación de la vida plena que, aunque se ve fracasada aparentemente en la cruz, se ve confirmada en la resurrección y a lo largo de todo el acontecimiento pascual. Vivamos, pues, desde ya como resucitados.

Paz y Bien
Iván Ruiz Armenta




[1] Cfr. Jon Sobrino, «El resucitado es el crucificado. Lectura de la resurrección de Jesús desde los crucificados del mundo», en http://www.servicioskoinonia.org/relat/219.htm. [Consultado el 11 de abril de 2020].
[2] Sobrino, J., La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas, Trotta, Madrid, 20073, 123.
[3] Castillo, J. M., La humanización de Dios. Ensayo de cristología, Trotta, Madrid, 20102.

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