Para algunos creyentes, ser cristiano ya no significa mucho; para otros tantos sólo es cosa de decir “creo en Dios” o cumplir con ir una vez a la semana a la Iglesia. Ni unos ni otros son atenticos cristianos. A lo mucho, son el reflejo de un “cristiano de nacimiento”, es decir, de aquellos que son cristianos sólo por tradición familiar pero no por verdadera convicción. Pero es precisamente a estos creyentes a los que el evangelista Mateo dirige estas palabras «No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt 7, 21).
Ser cristiano significa tener una autentica fe que no se limita solo a “confesar a Jesús como Señor”. La fe verdadera «consiste en una apertura confiada a Jesucristo como sentido último de nuestra vida, criterio definitivo de nuestro amor a los hermanos y esperanza última de nuestro fututo».[1] Sólo hasta que Jesús se convierta para nosotros en sentido, criterio y esperanza de nuestra propia existencia, podremos declararnos auténticos cristianos.
Recordemos aquel relato evangélico en el que los discípulos se encontraban en una barca mar
adentro. Llenos de miedo e inundados por la soledad al estar sin Jesús, sucumbían
ante la sacudida de las olas y la contrariedad del viento (Mt 14, 24). En este clima
total de tempestad y desesperanza, Jesús, “caminando sobre las aguas”, va en
auxilio suyo y les dice «¡Tranquilos! Soy yo. No tengan miedo» (Mt 14,
27).
Tales palabras provocaron que Pedro le
pidiera a Jesús que lo hiciera ir hacia él (Mt 14, 28). Pero cuando ya se
encontraba sobre las aguas, tuvo tanto miedo que comenzó a hundirse.
Desesperadamente le grito a Jesús y éste le tendió la mano cuestionando su
falta de fe y reprobando su actitud dudosa (Mt 14, 29-31). Si Pedro hubiera
tenido a Jesús por sentido, criterio y esperanza en medio de la tempestad, sin
ni siquiera dudar, no se hubiera hundido ni un milímetro en el mar. Pero fue el
sinsentido y el miedo de verse dar unos pasos sobre las aguas, la que lo llevo a la duda
y la desesperanza.
Cuántas veces nosotros nos hemos
sentido como Pedro en medio de las contrariedades de la vida: sin esperanza,
llenos de dudas, sin un sentido para nuestra existencia. Es en estos momentos donde tenemos
que demostrar que somos auténticos cristianos con una fe firme. Lo que implica
tener a Jesús como sentido, criterio y esperanza de la propia existencia.
Sólo de esa manera podremos pedirle a Jesús que nos haga caminar hacia él sin
hundirnos.
Las implicaciones de la fe no se
tratan sólo de gritar a los cuatro vientos “creo en Jesús”, sino en poner en el
centro su persona y proyecto. Esto implica dotar a nuestra existencia de un sentido
plenamente humano, pero divino a la vez; de un criterio que sea capaz de
soportar todas las contrariedades de ideologías ajenas y contrarias a la fe
cristiana; y mantener siempre la esperanza de que Jesús ya está
estirando la mano hacia nosotros para rescatarnos de nuestro propio
hundimiento.
¡Tranquilos! Soy yo. No tengan miedo, son las palabras con las que Jesús
quiere animarnos. Déjate amar por él y asume las implicaciones de la fe.
Demuestra en todos los ámbitos de tu vida que no eres sólo un “cristiano de
nacimiento”, sino un cristiano por convicción, capaz de traslucir su fe en
acciones concretas por un mundo y una humanidad mejor. Toma a Jesús como
sentido, criterio y esperanza de tu vida y se plenamente feliz, aun en medio de
la adversidad.
Fraternalmente
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[1]
J. A. Pagola, El camino
abierto por Jesús. Mateo, PPC, México D. F. 2013, 161.
Ser feliz aún en medio de la adversidad. Sin dudar en lo absoluto del amor de Dios!! Gracias Fray!!! Saludos
ResponderEliminarAsí debe ser. Hay adversidades, pero también hay bondades y felicidad en la vida. Afrontemos las primeras para vivir en plenitud las segundas. Paz y bien!
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