La
fe del cristiano de hoy es combatida desde muchos flancos externos; ya no es
universalmente aceptada ni reconocida; es entendida como una decisión personal,
intransferible, y casi incomprensible para los demás. Esa situación lejos de cambiar
se ha agudizado a causa de la crisis humana que se vive hoy, la del COVID-19.
Hoy la fe «ya no puede basarse en la seguridad que da lo compartido por
los que viven a nuestro alrededor». Nuestro ser cristiano no puede andar otro
camino sino aquel en el que se haga el «intento de confrontación clara y
decidida del mensaje cristiano con la comprensión de la existencia del hombre
de hoy». Y eso incluye dar sentido a la fe en los tiempos del coronavirus.
Podemos
tomar tres pautas para emprender este camino: 1) no tener motivo alguno para
que se apodere de nosotros la inseguridad; 2) la fe del cristiano tiene que ser
místicamente contemplativa; 3) elaborar “de rodillas” una reflexión de nuestra
fe (teología) viva que sea reflejo del tiempo actual. Estas tres pautas son el
inicio de una autentica fe para el hombre cristiano de hoy.
1)
No tener motivo alguno para que se apodere de nosotros la inseguridad:
motivos para creer que la fe ya no es suficiente o que ya no alcanza
no faltan en nuestro momento actual, en especial hoy con el mortal virus del
COVID-19. Pero los cristianos desde un inicio estamos llamados a tener fe y no
dejar lugar a la inseguridad, pues el mismo Jesús dijo «…tengan paz en mí. En
el mundo tendrán tribulación. Pero ¡ánimo!, yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).
Son estas palabras las que deben recorrer nuestro ser y llenarnos de confianza
en Dios, pues él siempre ha estado, está y estará con nosotros. Sólo es
cuestión de atender a su voz con especial atención para poder escucharla.
2)
La fe del cristiano tiene que ser místicamente contemplativa: a la
confianza en Dios sólo podemos acceder desde la oración, desde ese lugar
privilegiado de encuentro con quien da esa confianza. Ese ejemplo también nos
lo da Jesús, pues los evangelios lo sitúan, antes de tomar cualquier decisión
importante en su vida, en un momento intimo con su Padre (Mt 14,23; 26,36; Mc
1.35; Lc 5,16; 6,12; 11,1). Ya el A. T. nos da cuenta de la sensibilidad de Dios a
la oración de los suyos: «Antes de que me llamen, yo responderé, aún estarán
hablando, y yo los escucharé» (Is 65,24). Uno de los santos que más ejemplo nos
da de esto es el Poverello de Asis, quien «hecho todo él no ya sólo
orante, sino oración» (2Cel 95a) insta a sus hermanos a que «por encima de todo deben anhelar
tener el espíritu del Señor y su santa operación» (2 R 10,8-9). Francisco de
Asís nos recuerda que para ser auténticos cristianos hay que orar para tener el
Espíritu del Señor y comportarnos como sus hijos.
3) Elaborar “de
rodillas” una reflexión de nuestra fe (teología) viva que sea reflejo del
tiempo actual: los dos pasos previos son los que allanan el
camino de un hombre creyente que reflexiona su fe no sólo desde la razón, sino
desde el Espíritu. La teología no sólo se hace sentado enfrente de un
escritorio, sino también, y, sobre todo, “de rodillas”. Es ese el momento
privilegiado que tenemos para confrontar la oración con la fe transmitida y la
situación actual que vivimos. No hay que olvidar que nuestra fe no es
a-histórica, sino todo lo contrario. Es en la historia que Dios se ha dado a
conocer a su pueblo.
La
fe del cristiano de hoy tiene que andar este camino: poner
la confianza total en Dios, propiciar el espacio y tiempo necesario para tener
un dialogo con Dios en un ambiente cálido de oración, y dar razón de nuestra fe
desde una reflexión pensada, pero también meditada y contemplativa estando de
rodillas delante del Misterio. Abrir el corazón a Dios desde estas tres
actitudes es como los creyentes daremos testimonio de que la fe en Dios aún
existe y tiene mucho que decir al mundo, especialmente al mundo de hoy tan
inseguro por su futuro a causa del COVID-19. Pero no tengamos miedo, Él está
con nosotros.
Paz y Bien
Fraternalmente
Iván Ruiz Armenta
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