05 abril 2020

Domingo de ramos: entrada de Jesús en la Jerusalén-doméstica | Iván Ruiz Armenta



¡Hosanna! ¡Viva el hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo! (Jn 21,9) fue el grito con el que los judíos recibieron a Jesús en su entrada a Jerusalén unos días antes de su aprehensión, pasión, muerte y resurrección. Ya esta entrada nos adelanta lo que celebraremos en estos días santos.

La semana santa que inicia hoy será "atipica". No será como las otras semanas mayores en donde los fieles nos congregamos a reflexionar sobre el acontecimiento más importante de nuestra fe: la Resurrección de Jesús el Cristo en el marco del Triduo Pascual. Esta semana santa nos toca vivirla desde la casa, desde la llamada «iglesia doméstica», ahí donde nace y se riega la fe de cada bautizado.

En medio de esta situación en la que  nos vemos necesariamente obligados a permanecer en casa para evitar cualquier mal mayor respecto al COVID-19, es necesario recordar con mayor ímpetu que las comunidades de la Iglesia primitiva se reunían en casas. La Escritura nos da cuenta de ello (1 Cor 16,19; Col 1,15; Fil 2). Para ellos lo importante no era tanto ir al Templo de Jerusalén, sino permanecer unidos desde el lugar más ordinario y normal para ellos: su hogar.

Este domingo de ramos es optimo para sentir que Jesús entra no ya sólo a Jerusalén o la Iglesia-Templo, sino que entra en nuestras vidas, en nuestros corazones, en nuestra Jerusalén familiar. Ahí donde sabemos que tenemos un lugar especial para nuestro Salvador, un lugar en el que aunque todos callen, las piedras seguirán gritaran ¡Hosanna! ¡Viva el hijo de David! (Lc 19, 40).

La contingencia sanitaria nos lleva a valorar no sólo nuestra fe, sino a todos aquellos que tenemos a un lado o a aquellos que no tenemos pero quisiéramos tener. Desde la situación pandémica actual tenemos que escuchar con más intensidad la voz de Dios, no porque él la mandara o la permita, cosa totalmente absurda de afirmar si es que creemos en el Dios misericordioso de Jesús atestiguado en cada una de sus acciones y parábolas, sino porque nos pide valorar lo básico de nuestra existencia: la vida y a aquellos con quienes amamos compartirla.

¡Hosanna! ¡Viva el hijo de David! Es el grito que tiene que sonar hoy en medio de esta contingencia sanitaria en nuestros corazones, en nuestros hogares y en nuestras esperanzas futuras. Permitamos a Jesús llegar a su actual Jerusalén, nuestro hogar, porque el está a la puerta llamando y esperando que le abramos para cenar con nosotros (Ap 3,20; Jn 14,23). No permitamos que esta semana santa sea vivida de manera aislada, triste y sin sentido. Pongamos nuestro entusiasmo en vivirla en familia seguros de que Jesús está ahí en medio de notros trayéndonos paz, amor y salvación.

Paz y Bien
Iván Ruiz Armenta

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