18 abril 2020

LA COMUNIDAD, PRESENCIA Y PERMANENCIA DEL SEÑOR RESUCITADO.


Nos encontramos en el segundo domingo de Pascua, cerrando la octava de Pascua. Quien nos ilumina este día es el evangelista san Juan. Podemos dividir el evangelio de este domingo en dos partes. En la primera el evangelista nos sitúa en el mismo día de la resurrección, al atardecer. Los discípulos reunidos a puerta cerrada por miedo a los judíos, se sienten confundidos, con miedo, con esperanza, de todo hay en el corazón de estos hombres. Magdalena ha dado testimonio de haberlo visto, Pedro y Juan han ido al sepulcro pero a Él no lo han visto. Tantas cosas pasarían por la mente y el corazón de los discípulos. Lo importante es que están reunidos, aún con miedo. La experiencia que han tenido y vivido con Jesús los ha marcado profundamente. Son una familia, tan diversa, pero finalmente una familia. Reunidos, con todos sus sentimientos, Jesús se presenta ante ellos. 

La comunidad de los discípulos reunida en espera de aclara las cosas en cuanto a la persona de Jesús, se ve ahora iluminada, se aclaran las dudas, se disipan las sombras, se esfuman los temores. "La paz este con ustedes" les dice Jesús. Los discípulos se llenan de alegría. Ven al Maestro, al Amigo, al Señor. Qué maravillosa experiencia la de los discípulos de poder contemplar a Jesús. Qué presencia tan soberana la de Jesús que hace que los discípulos no se espanten, porque no es un fantasma, y que se alegren porque está vivo, porque lo pueden ver y tocar. Ahora comprenden que es el Dios-hombre que ha vencido a la muerte y que hace nuevas todas las cosas. La alegría de esta comunidad es plena, porque tienen entre ellos al motivo de su reunión: Jesús.

En la segunda parte del evangelio, san Juan nos coloca ahora a los ocho días del domingo de la resurrección. Nuevamente, en domingo, los discípulos están reunidos. Desde aquí comienza el sentido de reunirse el domingo, a los ocho días de aquel domingo que cambio la historia, o mejor dicho a los ocho días de que comenzó una nueva historia, la de la comunidad. Están los discípulos reunidos, ahora llenos de paz y de alegría, como debe de ser cada reunión de la comunidad cristiana. Ahora se encuentra con ellos Tomás, quien no estaba hace ocho días con ellos y no había visto al Señor. Tomás no cree lo que la comunidad le dice. No ha sabido ver la alegría, la paz y la ausencia de miedo que gozan los demás discípulos. Esta demasiado ocupado, buscando pruebas muy razonables de la resurrección de Jesús. No es capaz de ver el valor y la vida nueva que envuelve a los discípulos. Y en medio de esa comunidad que reboza de alegría Jesús se manifiesta nuevamente y se dirige a Tomás: "aquí están mis manos y mi costado", "aquí están las pruebas de lo que me dieron muerte, tócalas". Después dice: dichosos los que creen sin haber visto. Jesús presenta a la comunidad de los creyentes, "dichosos los que creen sin haber visto", pero si han sentido. Las llagas son la prueba de la muerte, pero la comunidad es la prueba de la resurrección. Las primeras comunidades cristianas, y hasta nuestros días son prueba de la resurrección de Jesús, nadie se reúne en torno a una mentira por dos mil años. Solo la experiencia de una comunidad reunida en nombre de Jesús es capaz de transmitir la presencia viva y renovadora del Señor resucitado.

Porque la comunidad de los cristianos no es grupo que se reúne para realizar un culto cada domingo y desaparece en la semana, no es una masa que se congrega para enaltecer a su ídolo y luego desaparece. No. La comunidad de los cristianos es esa comunidad que cada ocho días desde aquel domingo de Pascua, se reúne en nombre de una persona muy concreta: Jesús. Y que se hace presente, y que los creyentes lo sienten vivo y renovador. Y que los alienta, los fortalece, les da la paz y les quita el miedo. Esa es la comunidad de los cristianos. Y en esa comunidad se hace presente el Señor y la comunidad se hace presencia del Señor para el mundo, para aquellos que están solos, que andan lejos, que buscan muchas pruebas y que el Señor les está diciendo: aquí estoy, en estos que creen sin haber visto, pero que si me han sentido, por eso se reúnen en mi nombre.

Esa será siempre la tarea de la comunidad, reunirse en nombre de Jesús, encarnar la presencia de Jesús y transmitirla al mundo. Y la presencia de Jesús en cada comunidad, en cada miembro de ella, es vivir sus sentimientos: de encuentro, de acogida, de perdón, de caridad, de fraternidad y de servicio.  

Creemos sin haber visto, dichosos porque si lo hemos sentido, y comprometidos a vivir y transmitir  la alegría y la presencia del Señor resucitado en nosotros y en nuestra comunidad.

Feliz domingo de la comunidad.
Fray Alonso OFM.

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