31 diciembre 2023

La Sagrada Familia de Jesús, María y José | Por: Daniel de la Divina Misericordia

 


DOMINGO DENTRO DE LA OCTAVA DE NAVIDAD.

La Sagrada Familia de Jesús, María y José.

«José y María entraron con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley»
(Lucas: 2, 22-40).

La única institución humana que ha permanecido a lo largo de toda la historia es, sin duda, la familia, pues se han acabado reinos e imperios, movimientos religiosos y políticos, corrientes filosóficas y sociales, peto la familia sigue en pie.

Esto se debe a que la familia es el núcleo de la vida humana, ella es el garante de la continuidad y supervivencia de nuestra especie; es en la familia donde se engendran los hijos que aseguran que haya una nueva generación, y es en la familia en dónde esos hijos se humanizan a través de la adquisición de valores en el trato y convivencia con quienes lo rodean. Es por ello por lo que la familia subsiste en la historia como núcleo de la vida humana, y por ello que tenemos el deber y la necesidad de protegerla.

La familia, cómo institución humana, es a la vez una institución divina, pues es en una familia donde el Señor quiso encarnarse y humanizarse; es cierto que bien pudo haber descendido entre nubes y ángeles, sin embargo, quiso desarrollarse en una familia sencilla y pequeña, pero que sin duda le dio los elementos necesarios para conocer al Padre Dios y con ello transmitir a sus hermanos. Está familia sagrada es el arquetipo de toda familia humana, es humana porque está conformada por seres humanos en toda su expresión, y es sagrada porque en ella se hace presente Dios.

María es la madre de familia, un madre llena de gracia; humilde, sencilla, trabajadora, mujer de fe, María enfrenta los desafíos de la vida familiar sobrellevándolos con paciencia y amor, sometida, no por la imposición y la violencia, sino por la libre adhesión al proyecto de salvación de Dios, que sabe descubrir, apreciar, amar y meditar en su corazón, los pequeños acontecimientos cotidianos que hacen presente en la vida familiar la gracia de Dios.

José es el padre providente, varón justo que es el sostén de la vida familiar, el encargado de ser el custodio de la gracia de la familia, responsable de la educación del Hijo de Dios. El humilde artesano supo ganarse la vida y la santidad manejando sus herramientas, contemplado en el silencio de la vida familiar el paso de Dios por su historia.

Jesús, el Hijo de José y de María, pero sobretodo el Hijo de Dios; su lugar en esta familia es asombroso, pues siendo la sabiduría permite ser educado, siendo la palabra permite que se le enseñe a hablar, siendo el omnipotente se somete a la voluntad de sus padres, siendo el eterno permite que el tiempo lo vaya transformando, acrecentándolo hasta alcanzar la plenitud de la humanidad que le proporcionan dos seres humanos extraordinarios en el vaivén de la cotidianidad.

Pero, además, este pequeño núcleo familiar no es cerrado, se abre a otros miembros que le asisten y acompañan; encontramos a los abuelos, Ana y Joaquín, según nos narra la antiquísima tradición de la Iglesia; encontramos a los tíos y primos, Juan el Bautista, Isabel y Zacarías; o los parientes mas lejanos, los llamados “hermanos” que son mencionados en el evangelio. Todos ellos son además oportunidad de encuentro, de apertura solidaria al encuentro de aquellos más cercanos y que a veces es más difícil amar.

La Navidad no es una fiesta fácil. La celebración de la Sagrada Familia que rememoramos el día de hoy nos lo recalca: la encarnación se efectúa en un hogar común, formado por personas ordinarias que se enfrentan a los problemas más humanos que hay, y, es más, es un hogar marginado, perseguido, amenazado, exiliado, de migrantes y de desprotegidos.

¿Cómo celebrar entre luces el nacimiento del pequeño Jesús pobre y desnudo en un pesebre, sin pensar en los miles de niños que viven desamparados en las calles? ¿Cómo celebrar entre regalos la hermosura de la Virgen Madre sin voltear a ver a las madres que lloran la ausencia de los hijos perdidos por la corrupción y la violencia? ¿Cómo celebrar la generosidad del Padre carpintero sin considerar a la multitud de padres que son explotados en los talleres y fábricas sin obtener lo necesario para ofrecer una vida materialmente digna para sus familias?

¡Qué fácil es celebrar una navidad acartonada de pesebres estáticos! ¡Qué difícil es celebrar la navidad de rostros de carne y hueso, de sentimientos y situaciones humanos, concretos! ¡Qué difícil es recordar que el Señor de la Gloria se encarna todos los días en las realidades humanas más dolorosas de nuestro mundo! ¡Qué fácil es olvidar que la Palabra que es todo amor quiere encarnarse en nuestros actos concretos cotidianos!

Está fiesta nos invita a asumir las actitudes y sentimientos de la Sagrada Familia, a amar nuestro lugar y responsabilidad en nuestros hogares, a aprovechar la cotidianidad como una oportunidad de abrirnos a experimentar el más puro amor, el amor de Dios que es Padre y que nos hace familia a todos nosotros, y que nos invita a acoger a todos los hermanos.

Sagrada Familia de Nazareth, enséñanos a compartir la vida con la dulzura y la paciencia de tu vida silenciosa y escondida en la cotidianidad de nuestros hogares; ayúdanos a santificarnos en el trabajo afanoso y dignificante de nuestros talleres; empujamos a vivir solidarios en el esfuerzo cotidiano de los caminos del dolor, de la persecución y del exilio; recuérdanos constantemente que lo sagrado que hay en ti está contenido en lo más humano, ahí donde Dios se ha querido encarnar para estar con nosotros, para ser un miembro más de nuestras familias. Amén.

Bendecida semana.

Daniel de la Divina Misericordia C.P.

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