8 de diciembre
Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María.
«Alégrate llena de gracia, el Señor
está contigo» Lucas 1,26-38.
Hoy la Iglesia
Santa se alegra al alabar la grandeza de Dios manifestada en María, por ello
con jubilo canta “Purísima tenía
que ser, Señor, la Virgen que nos diera al Cordero
inocente que quita el pecado del mundo. Purísima
la que, entre todos los hombres, es
abogada de gracia y ejemplo de santidad.” (Prefacio de la
solemnidad).
En el deposito de la fe de la Iglesia nos encontramos con
cuatro dogmas:
- María Madre de Dios, definido por el Concilio de Éfeso en el 431.
- María Siempre Virgen, definido desde tiempos primitivos y sancionado oficialmente por el Concilio de Constantinopla en 553.
- María Inmaculada desde su concepción, definido por Pio IX en 1854.
- María asunta al cielo en cuerpo y alma, proclamado por Pio XII en 1950.
Celebramos pues en
este día el tercer dogma mariano, y queremos en esta breve reflexión iluminarlo
a la luz de la Palabra de Dios que acabamos de escuchar.
El Genesis nos ha
presentado hoy el texto del “protoevangelio”: Dios crea al hombre inmaculado, a
su imagen y semejanza, sin embargo, por el pecado, pierde su pureza. El pecado de Adán afecta a
todo el genero humano, se transmite la culpa, la desdicha, de generación en
generación; a esto llamamos pecado original.
Pero Dios no se
queda de brazos cruzados, no da todo por perdido, toma la iniciativa de salvar
a su creatura que tanto ama, y así, anuncia que la salvación que vendrá por una
mujer: María. María y Eva se
contraponen: Eva es madre de todos los vivientes, María lo es de todos los
creyentes; Eva con su no al plan de Dios es causa de la caída, María con su sí es causa
de levantamiento; Eva dio al hombre el fruto del pecado, María entrega a la
humanidad el fruto de la gracia y salvación: Jesús.
María es así
predestinada desde el inicio de la humanidad a ser la nueva Eva que nos
conducirá hacia el nuevo Adán para llegar a nuestra pureza original.
Si María es
predestinada esto no implica que todo se llevará a cabo con su solo trabajo,
Dios la asiste con su gracia. Pablo lo ha dicho en su carta a los efesios:
“hemos sido elegidos desde la creación del mundo… para ser herederos también
nosotros” (Efesios 1,3-12). Ayer, en las I Vísperas de esta solemnidad también
nos recordaba que si hemos sido escogidos es porque hemos sido predestinados y
llamados, y por ello hemos sido justificados.( Romanos 8,29-30).
Si María fue
predestinada desde el origen de la humanidad también ha sido justificada, no
como los demás hombres por el misterio pascual del Hijo, sino por una gracia
especial de Dios que es antelación de la salvación de la humanidad.
De esto tenemos la
seguridad por las palabras de saludo que el ángel dirige a María de parte de
Dios “alégrate llena de Gracia”. Esta expresión solo se encuentra dos veces en
la Sagra Escritura, esta es la primera vez que se anuncia. María ha hallado
gracia, favor ante Dios, y es por que en ella no existe ninguna culpa, ningún
pecado, no solo producto de sus propios actos, sino del pecado común de todos
los hombres, el pecado original.
Libre de pecado
desde el primer instante de su ser natural por favor especial de Dios, en
relación con su especial misión de ser Madre de Dios, libre de pecado no por
sus méritos, sino en consideración al Hijo, justificada desde el principio en
virtud de su predestinación.
Si María hubiera
tenido pecado original lo hubiese transmitido por vía natural al hijo, junto a
su carne y su sangre, al ser María inmaculada se obra el milagro que
Jesucristo, verdadero hombre se inmaculado, que él sea “semejante a nosotros en
todo, menos en el pecado”.( Hebreos 2,17).
Nosotros,
particularmente nosotros llamados a ser mensajeros del Evangelio de la Pasión,
hemos sido predestinados y por tanto somos llamados también a la justificación.
Como María, imagen de la humanidad redimida en Cristo, debemos ser inmaculados;
como ella estamos llamados a ser “llenos de gracia”, justificados por la Pascua
del Señor. La segunda vez que se usa la expresión “lleno de gracia” en la
Escritura es para referirse a un discípulo del Señor, fiel hasta la muerte:
Esteban.( Cfr. Hechos 6,8.), por ello tenemos la seguridad de que es posible
llegar a ser inmaculados nosotros también.
Nosotros estamos
llamados a una misión sublime, la de superar nuestra condición pecadora para
llegar a nuestra pureza original, hasta ser de nuevo imagen y semejanza plena
de Dios, eso es lo que celebramos hoy, que la gracia esta por encima del
pecado, que nuestra fragilidad humana no será destruida, sino sublimada a la
dignidad de la semejanza con su creador.
Elevamos pues, hoy
nuestra mirada a María, la llena de gracia que intercede por nosotros sus hijos
pecadores, y a ella elevamos nuestro ruego suplicante para que nunca aparte su
mirada bondadosa de nuestra indignidad, sino que antes nos cubra con su manto y
con sus méritos que son muchos supla nuestras miserias, y así nos presente ante
el Señor:
Virgen Santa e Inmaculada,
a Ti, que eres el orgullo de nuestro pueblo
y el amparo maternal de nuestra ciudad,
nos acogemos con confianza y amor.
Eres toda belleza, María.
En Ti no hay mancha de pecado.
Renueva en nosotros el deseo de ser santos:
que en nuestras palabras resplandezca la verdad,
que nuestras obras sean un canto a la caridad,
que en nuestro cuerpo y en nuestro corazón brillen la pureza y la castidad,
que en nuestra vida se refleje el esplendor del Evangelio.
Eres toda belleza, María.
En Ti se hizo carne la Palabra de Dios.
Ayúdanos a estar siempre atentos a la voz del Señor:
que no seamos sordos al grito de los pobres,
que el sufrimiento de los enfermos y de los oprimidos no nos encuentre
distraídos,
que la soledad de los ancianos y la indefensión de los niños no nos dejen
indiferentes,
que amemos y respetemos siempre la vida humana.
Eres toda belleza, María.
En Ti vemos la alegría completa de la vida dichosa con Dios.
Haz que nunca perdamos el rumbo en este mundo:
que la luz de la fe ilumine nuestra vida,
que la fuerza consoladora de la esperanza dirija nuestros pasos,
que el ardor entusiasta del amor inflame nuestro corazón,
que nuestros ojos estén fijos en el Señor, fuente de la verdadera alegría.
Eres toda belleza, María.
Escucha nuestra oración, atiende a nuestra súplica:
que el amor misericordioso de Dios en Jesús nos seduzca,
que la belleza divina nos salve, a nosotros, a nuestra ciudad y al mundo
entero.
Amén.( Papa Francisco, Acto de veneración a la Inmaculada en la Plaza de España (8 de diciembre de 2013)El resto de la reflexión depende de ti. Bendecido Adviento.
Daniel de la Divina Misericordia C.P.
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