02 diciembre 2023

«Velen» Marcos 13,33-37 || Reflexión dominical || Primer domingo de Adviento || Por: Daniel de la Divina Misericordia

 

DOMINGO I DE ADVIENTO

Ciclo dominical B
«Velen» Marcos 13,33-37

Comenzamos un nuevo ciclo litúrgico con el tiempo de adviento, espacio temporal para meditar en la inminente irrupción de la presencia del Señor en nuestras vidas y en nuestras historia. Además, a partir de este domingo comenzará a acompañarnos el evangelio de Marcos, cuya característica peculiar es la insistencia en reconocer en Jesús, el mesías crucificado, al Hijo de Dios.

Marcos escribió probablemente su evangelio para la comunidad cristiana de Roma hacia el año 65 al 70 d.C. cuando la persecución del Imperio en la persona sobre los seguidores de Cristo se hacia más recia, y en la cual una gran cantidad de cristianos, incluidos Pedro y Pablo según la tradición, sufrieron el martirio. Así, Marcos nos invita a tener esperanza de que los seguidores de Jesús y los poderes del mal, puedan juntos reconocer en el mesías que también padeció persecución, al Hijo de Dios, y con ello alcanzar la salvación. A lo largo de la narración, Marcos nos irá mostrando como Jesús nos revela con sus obras su naturaleza divina, aun cuando esto desata la persecución del mal que busca aniquilarlo.

El reto está en aprender a reconocer a Jesús, que se nos puede manifestar en cualquier momento y circunstancia, de ahí que exista una llamada a vivir en una actitud vigilante, porque no cualquiera puede reconocer la manifestación del Hijo de Dios. Esta breve iluminación nos ayudará a comprender el mensaje de la Palabra de Dios con la que inauguramos el ciclo litúrgico y el tiempo de adviento, que, a lo largo de sus cuatro domingos nos invitará a mantener una espera atenta: la primera invitación será a velar, a no permitir que las preocupaciones de la vida nos distraigan de la espera del Señor; la segunda invitación será a preparar la vida y el corazón, a disponerlo todo para cuando el Señor llegue; la tercera invitación será a testificar, porque no basta con esperar al Señor de forma individual, es necesario atraer a otros al encuentro del Señor, como lo hizo Juan el Bautista; la cuarta invitación será a alegrarnos, porque tenemos muchos motivos para estar alegres, porque el Señor viene y solo quien tiene el corazón alegre estará verdaderamente dispuesto a acogerlo como María; y así, nuestro itinerario de adviento culminará a los pies del pesebre, y con seguridad podremos reconocer en el pequeño recostado entre las pajas al Hijo de Dios.

El fragmento evangélico de este domingo se inserta en el capítulo decimo tercero, en el que se encuentra el discurso escatológico de Jesús; el maestro acaba de anunciar la destrucción de Jerusalén, principalmente del Templo, a causa de no haber sabido reconocer al Hijo de Dios; el fracaso del sistema religioso judío se muestra a los discípulos del Señor como un signo de alerta: nos puede pasar lo mismo. Ante tal anuncio la respuesta de los discípulos es un cuestionamiento: ¿cuándo sucederá todo esto? A lo que Jesús afirma que nadie sabe el día ni la hora por lo que es necesario estar atentos a los signos que el poder del mal dará sobre aquellos que han reconocido al Hijo de Dios, pues, si el mal ha querido aniquilar al maestro, lo hará también con los discípulos.

Ante tal afirmación lo natural será el miedo, sin embargo Jesús pide permanecer firmes en su victoria; por tanto, no se puede vivir en el temor sino en la corresponsabilidad activa de quien espera la inminente irrupción del Reino de Dios, con una actitud vigilante. Como ya hemos mencionado, la palabra clave de este domingo es velar, de hecho, aparece por tres ocasiones a lo largo del texto evangélico que hemos leído aparecerá por tres ocasiones, todas ellas en tono imperativo: velen.

1. «Velen, pues no saben cuándo será el momento»

La primera de estas expresiones va acompañada de una ilustración, es necesario velar a semejanza de los siervos que han recibido instrucciones de su amo, es necesario velar de manera diligente, para que cuando este regresa encuentre el trabajo hecho o al menos en proceso de ejecución. Este primer fragmento puede despertar en nosotros dos preguntas: si el amo (Dios) se ha ido ¿está realmente ausente?, ¿Cuáles son las tareas que nos ha encomendado? La primera lectura (Isaías 63,16b-17.19b;64,2b-7) nos da la respuesta.

El profeta es claro: Dios no está ausente, hemos sido nosotros quienes lo hemos ocultado de nuestra vista con nuestros muchos pecados. Cuando el hombre se olvida de los mandamientos de Dios acalla su voz; cuando el hombre se rebela contra la voluntad de Dios se aleja de Él; cuando deja de invocar el nombre de Dios entonces el hombre crea una barrera que le impide percibirlo, como una nube que oculta el sol, que lo lleva a marchitarse y a morir. Sin embargo el profetas se afianza en una esperanza: Dios es nuestro Padre, y nunca se olvida de nosotros, aunque nosotros lo olvidemos a Él; por ello se eleva una plegaria: «Ojalá rasgaras los cielos y bajaras, estremeciendo los montes con tu presencia»; el Profeta reconoce que la dureza del corazón del hombre no puede romperse sola, siempre requerirá de la presencia de ese Padre para que el corazón humano se estremezca y regrese a Él.  

El adviento es un tiempo de conversión, quizá menos intenso que la cuaresma, pero es una invitación a renovar la vida, el color morado que usamos en este tiempo nos lo recuerda; si realmente queremos sentir la presencia de Dios, si realmente queremos reconocer al Hijo de Dios, necesitamos escuchar sus mandamientos en la lectura atenta de su Palabra, llevar a la práctica esos mandatos apegándonos a su voluntad en la vida cotidiana, invocar su nombre en la oración: todo ello con la certidumbre que nos da la fe , de que su presencia amorosa estremecerá nuestro corazón. Pero para esto es necesario velar sobre nuestra conversión, para que esta nunca deje de realizarse.

El Profeta es claro: «El Señor sale al encuentro de quien practica la justicia». Ahí está la clave para saber cuál es la labor que el Señor nos ha encomendado, ser justos, ser santos. Cada uno tiene un rol en la vida y en la sociedad, y ser justos implica hacer lo que nos corresponde desde dicho rol, no más ni menos, solo hacer lo que nos corresponde, y si encontramos algo que no es justo estamos invitados a cambiarlo. Ser justos en todo momento, con Dios y con nuestros hermanos, para que cuando el dueño de la casa vuelva no tenga nada que reprocharnos. Por eso es necesario velar sobre nuestra justicia, para que nunca dejemos de practicarla.

2. «Velen, porque no saben cuándo vendrá el dueño de la casa»

La segunda vez que se usa la expresión “Velen” va acompañada con una invitación a no dejarnos llevar por el sueño. Aquí me gustaría detenerme un momento y distinguir entre sueños y sueño; sueños equivale a un lugar teológico en la Escritura, es un espacio en el que Dios se revela y comunica su voluntad (Cfr. Génesis 28,10-19; Génesis 37; Daniel 2;   Mateo 1, 20-21; 2,13; 2,19-20; 2,22), quienes sueñan son capaces de lograr grandes cosas, son capaces de ejecutar la voluntad de Dios, por otra parte el sueño es un peligro, porque equivale al sinsentido y al cansancio que cierran el corazón para impedirnos ver la voluntad de Dios.

Jesús es consciente del peligro de transformar los sueños en sueño, pasar de la esperanza a la frustración, incluso en algún momento el se deja llevar por el sueño (Cfr. Mateo 8,23-27) como cualquier ser humano, sin embargo tiene la capacidad de responder al llamamiento de sus discípulos a despertar y enfrentar la tempestad; pero no siempre es así en la vida, despertar del sueño no siempre implica enfrentar la vida de forma positiva, pues, en la noche de Getsemaní, cuando los discípulos se dejaron llevar por el cansancio y la tristeza, ante el llamamiento de Jesús a despertar, deciden salir huyendo y abandonan al maestro.

Para vencer el sueño es necesario velar, esta es una invitación que Jesús hará en otras ocasiones como en la noche de Getsemaní, es necesario velar sobre nuestros sueños, para que precisamente el sueño no los transforme en apatía, monotonía, vacío y sinsentido. Cuantas personas comienzan grandes proyectos y terminan abandonándolos ante las dificultades que se les presentan y desembocan en profesionistas frustrados, matrimonios divididos, vocaciones transgredidas, transformaciones deformadas; cuantos cristianos se acercan a la Iglesia con ilusión y esperanza y terminan abandonándola porque el padre me regañó, los hermanos no me escucharon, no era lo que esperaban, es demasiado trabajo y no me lo retribuyen, etc.

La invitación de Jesús es estar atentos a lo importante para que no lo sofoque el sueño, pero sobre todo para que en eso importante se pueda descubrir la presencia del Hijo de Dios: es cierto que en la vida profesional habrá momentos de frustración, de pocos ingresos económicos o de incomprensión, pero que bello es saber que lo importante es que con tu trabajo puedes ayudar a otros y en ello se manifiesta la presencia del Hijo de Dios; seguramente en la vida matrimonial habrá peleas, infidelidades, adversidades, pobreza, enfermedad, pero que bello es saber que lo importante es el perdón, la solidaridad y el amor que se pueden tener los esposos y que en ese amor se manifiesta el Hijo de Dios.

Y aquí podríamos preguntarnos ¿es humano no dejarnos vencer por el sueño?, probablemente podríamos decir que no, y que por ello es imposible conseguirlo, y más cuando hemos visto a Jesús dormido en la barca vencido por el cansancio, sin embargo, el apóstol nos recuerda en la segunda lectura (Corintios 1,3-9) que todo es posible por la gracia de nuestro Señor Jesucristo que se nos ha dado y que nos garantiza perseverar hasta el fin, una gracia que se va enriqueciendo en cada experiencia y que se garantiza por la fidelidad de Dios que nunca nos abandona. 

Si el Señor no nos ha dicho el momento de su llegada no es para tomarnos por sorpresa, mucho menos para que vivamos en el temor de su inminencia, sino por el contrario, para que vivíamos en una actitud de espera alegre, como quien aguarda a un amigo muy valioso y ansia su llegada. Solo quienes no tienen el corazón dispuesto, quienes no han hecho ni siquiera lo indispensable, temen el regreso de su Señor; si algunos sienten ansiedad, si viven calculando el día de su retorno es porque quieren que no los tome des aprevenidos, para que el amo los encuentre con la tarea hecha, pero no se atreven a vivir trabajando para que los encuentre realizando la tarea.

3. «Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: velen»

La tercera vez que aparece la expresión “Velen” va acompañada de una apertura, pues la invitación no se reduce solo a los discípulos, a los creyentes, a los cristianos, sino que es una invitación universal, una invitación para toda la humanidad.

El evangelio no es solo para unos cuantos, para una comunidad, como si fuéramos un club exclusivo; los valores del evangelio son para cada hombre y mujer; como dijimos al principio, Marcos alienta la esperanza de que no solo la comunidad creyente proclame la filiación divina de Jesús, sino que también lo hará la humanidad entera, incluso los que persiguen la causa del evangelio; y eso será posible, solo por el testimonio de cada cristiano y cada comunidad.

De ahí la urgencia cristiana de invitar a todos a velar, a no dejarse vencer por el sueño del desaliento ante la guerra, la violencia, la pobreza, la exclusión, es una urgencia despertar al mundo, a todos, con la esperanza de la fraternidad, de la paz, de la solidaridad. No podemos dejar que los demás duerman mientras nosotros velamos, como quien espera a que el amo regrese, encuentre dormidos a los demás y solo velando a mí, para que a mi me premie y a ellos los castigue; es una invitación a despertar a todos.

Hace unos días, encontraba en las redes sociales a una persona que alegaba que era necesario recordarles a los demás que la Navidad no eran reuniones familiares ni festejos de amigos, ni obsequios ni intercambio de abrazos y sonrisas, ni canciones ni alegría; la Navidad, decía esa persona, es recordar el nacimiento de Jesús, y eso solo se vive en la Iglesia, en la oración, en la liturgia, no en falsedades mundanas; lo anterior me hizo pensar, ¿es que acaso Jesús solo pertenece a la Iglesia?¿Su mensaje es una exclusiva de nosotros sus seguidores?¿No es acaso las celebraciones, reuniones, comidas, abrazos, palabras bellas, la mejor manera de celebrar el nacimiento de aquel que paso por el mundo abrazando, celebrando, compartiendo, apapachando a las personas? ¿No será acaso que las personas se han refugiado en el consumismo de estos días, en Santa Claus y otros personajes imaginarios, en las borracheras y demás excesos, porque nuestro Jesús, el que solo le pertenece a la Iglesia no dice nada para sus vidas?¿No sería una buena oportunidad aprovechar las fiestas, celebraciones, reuniones, como momento para despertarles y mostrarles a Jesús?

Quizá, una buena manera de preparar la Navidad será despertarnos de nuestro sueño y despertar a alguien más (aunque solo sea uno) así como los ángeles en la noche de Navidad despertaron a los pastores, para que no llegues solo al pesebre, sino acompañado de alguien más, de alguien a quien invitaste a velar.

El resto de la reflexión depende de ti. Bendecido Adviento.

Daniel de la Divina Misericordia C.P.

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