El
tiempo de Adviento es un tiempo de preparación para el nacimiento de nuestro
Salvador. En él, la Iglesia nos invita a ser un alto en nuestra vida para
preguntarnos sobre nuestro sentido de vida cristiano. Esta ocasión quiero
invitarte a reflexionar específicamente lo que aporta la espiritualidad cristiana.
En su pasada encíclica, Laudato si’, el papa Francisco escribía los
siguiente:
«La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida, y alienta un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo. Es importante incorporar una vieja enseñanza, presente en diversas tradiciones religiosas, y también en la Biblia. Se trata de la convicción de que “menos es más”. La constante acumulación de posibilidades para consumir distrae el corazón e impide valorar cada cosa y cada momento. En cambio, el hacerse presente serenamente ante cada realidad, por pequeña que sea, nos abre muchas más posibilidades de comprensión y de realización personal. La espiritualidad cristiana propone un crecimiento con sobriedad y una capacidad de gozar con poco. Es un retorno a la simplicidad que nos permite detenernos a valorar lo pequeño, agradecer las posibilidades que ofrece la vida sin apegarnos a lo que tenemos ni entristecernos por lo que no poseemos. Esto supone evitar la dinámica del dominio y de la mera acumulación de placeres» (LS 222).
En
esta temporada previa a la Navidad es frecuente que muchos de notros caigamos
en el “consumismo pre-navideño”. El problema no está en comprar cosas para adornar
bonito nuestra casa, sino que, por sumarnos muchas veces inconscientemente al
consumismo, olvidamos el carácter profético y contemplativo que trae consigo el
nacimiento del niño Jesús. Sólo tendrán sentido nuestros adornos navideños si
en nuestra vida contemplamos en la oración la sencillez y simplicidad con la
que el Hijo de Dios nos vino a visitar bajo nuestra misma condición humana con
la sola finalidad de ser nuestro Salvador.
Por
eso, guiados por nuestra espiritualidad cristiana hemos de concentrarnos, como
nos recuerda el papa Francisco, en el gozo que nos traen las cosas sencillas y ordinarias
que, vistas con la alegría de sabernos amados por Dios, se convierten en
extraordinarias. Pensemos, por ejemplo, en el regalo que es despertar bajo un
techo en compañía de nuestros seres amados. Muchas personas, golpeadas por el
COVID-19, ya no tienen ese privilegio. Algunos porque han sufrido la pérdida
definitiva de su ser amado; otros porque las condiciones sanitarias no permiten
estar yendo y viniendo de un lugar a otro para visitar frecuentemente a esos
seres amados.
En
este tiempo de Adviento puedes irte preparando para celebrar la Navidad recordando
gastar sólo lo necesario en los adornos navideños que, tarde o temprano,
terminarán en el cesto de la basura. Y no olvidar dejar de escatimar esfuerzos
en propiciar encuentros verdaderamente fraternos y amorosos con las personas que
te recuerdan, en la simplicidad y cotidianidad de la vida, el maravilloso don
que es vivir.
¡Paz y Bien!
Fraternalmente
Iván Ruiz Armenta
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