Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
Nos visitará
el sol que nace de lo alto
Para iluminar
a los viven en tinieblas
Y en sombra
de muerte
Para guiar
nuestros pasos por el camino de la paz. (Lc. 1,78-79)
Después de que Dios creara el
cielo y la tierra (Gn. 1,1), y existiera el caos, la confusión y la oscuridad,
Dios dijo: “Haya luz y hubo luz” (Gn.
1,3). A partir de ese momento la luz estará presente en el mundo para dar
orden, para da seguridad y sobre todo para alumbrar la vida de la humanidad.
En el Prólogo del Evangelio de
san Juan, encontramos la presencia de la luz. La Palabra que existía desde el
principio y por la que fueron hechas todas las cosas, es luz para la humanidad
(Jn. 1,4), es luz que resplandece en las tinieblas, a la que no han podido
sofocar, es decir, no la han podido vencer (Jn. 1,5). El autor del evangelio
aclara desde un principio quién es la verdadera luz, enfatizando que Juan el
Bautista es únicamente testigo de la luz (Jn. 1,8). De este modo, se evita la confusión
de creer que alguien más pueda convertirse en luz del mundo.
La Palabra hecha Carne (Jn. 1,14)
viene a nosotros como don gratuito del Padre que quiere que sus hijos caminen
seguros y recorran los caminos del amor. Es la Palabra la que viene a iluminar
la existencia de la humanidad. No exige nada a cambio, se nos da como el sol
que nace cada día. Así como estamos seguros de que al ocultarse el sol, nacerá
al día siguiente, así mismo el Sol que nace de lo alto viene constantemente a
nosotros. De este modo, la Palabra permanece iluminando cada instante de
nuestra vida, nunca se agota, nunca se extingue.
En este año (tan lleno de
incertidumbre, opaco y casi oscuro), desde el mes de agosto, me ha tocado
compartir la vida como hermano menor, en el Convento de nuestra Señora de los
Ángeles, en Tecaxic Toluca. Algunos se preguntarán dónde queda ese lugar,
permítanme decirles que es un pueblito del municipio de la capital mexiquense,
un lugar lleno de significado para la Provincia Franciscana del Santo Evangelio
de México. Aquí se encontró hace algunos años el Postulantado, que es la primera etapa de la formación. Tiempo
después se entregó a la ahora Arquidiócesis de Toluca la parroquia y convento.
Por gracia de Dios los hijos de san Francisco han vuelto a estas tierras a
principios de este año. Nuestra Señora de los Ángeles vuelve a acoger bajo su
manto a estos frailes como la madre del amor, de la ternura, de la esperanza.
Inmersos en la pandemia que azota
a la humanidad, hemos querido tomar como signo esperanzador a la luz. Por tal
motivo, el nacimiento de este año se colocó en el Portal de peregrinos y tiene
como tema central la luz. Sabemos que frente al misterio del nacimiento, no es
necesario tematizar tal acontecimiento, pues el misterio del nacimiento del
Hijo de Dios habla por sí mismo. Sin embargo, la misma liturgia, tan rica en
signos, nos ayuda a adentrarnos al misterio que celebramos. El adviento nos ha
ido presentando un itinerario bien claro, marcado por personajes, imágenes,
gestos, símbolos, etc., que hacen que poco a poco nos interioricemos en la
celebración de la Navidad.
Con esta intención, hemos querido
que éste el nacimiento refleje un signo que ayude a vivir esta Navidad, que
para muchos será muy distinta, pues algunos la pasarán en un hospital, en un
crematorio, en un velatorio, algunos en cuarentena, otros más en la soledad, y
qué decir de los que año con año, pasan la navidad en las periferias, bajo un
puente, sin cena, sin techo, sin cobija. Por ello queremos que este nacimiento
sea signo de una esperanza viva.
Porque Dios nos ama tanto, nos visitará el sol que nace de lo alto.
El amor de Dios ha llegado al extremo de darnos a su propio Hijo (Jn. 3,16), se
ha hecho Carne (Jn. 1,) y ha querido compartir la fragilidad humana con
nosotros ---- , ha venido a nuestro encuentro y ha puesto su tienda (su morada)
en medio de nosotros (Jn. 1,14). Es el Sol que nace de lo alto para dar calor a
la humanidad sumergida en la frivolidad, en la superficialidad, en el sin
sentido. Viene de lo alto a transformarnos, irradiando con su luz la oscuridad
de nuestra vida.
Viene a nosotros para iluminar a
los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Considerando la situación
actual, necesitamos una luz de esperanza. Esa luz es Jesús Palabra hecha carne,
que nace en la precariedad de la vida.
Cuán necesaria es la luz, y es que desde tiempos muy remotos el hombre buscó siempre obtener la luz, conservar la luz. La luz del día se extingue al caer la noche, sin embargo, existe la esperanza de que volverá al día siguiente al despuntar el alba, por ello el hombre aguarda su llegada para comenzar sus labores cotidianas, para dar inicio a su jornada. Dios crea la luz como un signo de su presencia, como un modo de esclarecer la vida toda. Tan importante es la luz nuestras vidas que sin ella nos sentimos sin rumbo, por ello hemos buscado tener la luz de manera artificial para que en los momentos en que la luz natural está ausente, podamos auxiliarnos de una lámpara, de una vela, de un foco, etc. Ahora mismo mientras escribo, lucho contra el viento que en más de una ocasión ha apagado una vela que intento por todos los medios mantener encendida.
Del mismo modo en que el viento puede apagar fácilmente una vela, muchos vientos, a veces violentos han querido extinguir la luz en nuestras vidas, llevándonos a perder la fe, a arrinconarnos en los lugares más oscuros de nuestra existencia. Y qué decir de la situación actual que estamos viviendo. Estos vientos que azotan a la humanidad han querido apagar la luz en todo el mundo. Pareciera que las tinieblas quieren imponerse e imperar. Muchos dirán que no existe más la luz en el mundo por todo lo que estamos viviendo y que nos encontramos sumergidos en la oscuridad de la tragedia, de la enfermedad, del fracaso. Muertes, contagios, cifras y más cifras son el pan de cada día. Nuestros templos cerrados, sacramentos cancelados, privados del Pan de vida. Y no vemos la luz, está casi extinta. Impera el caos, la confusión, el miedo. No hay un faro que nos muestre el camino.
Sólo Cristo es la luz del mundo (Jn. 8,12) y el que lo siga no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Frente al dolor, la desesperación, la incertidumbre, el Emmanuel, el “Dios-con-nosotros” llega para iluminar a quienes vivimos en tinieblas y en sombras de muerte y para guiar nuestros pasos por el camino de la paz, esa paz que procede del Dios hecho Carne.
Queremos sembrar esperanza frente a la difícil situación que nos ha tocado vivir y el nacimiento del Hijo de Dios es la ocasión para abrirnos a la luz, para encontrar en la luz verdadera el sentido de nuestras vidas. Abrir nuestra vida y corazón a la luz es dejar que oda nuestra existencia se transforme, no con alguna luz artificial, que fácilmente puede deslumbrarnos, pero que tarde o temprano se extingue, sino con la luz de Cristo que vence las tinieblas y que nada ni nadie podrá extinguir.
Hemos visto aparecer su estrella y venimos a adorarlo (Mt. 2,2).
Otro signo a resaltar en el pesebre es la estrella. Desde antaño el hombre aprendió a utilizar las estrellas como un mapa para orientar su camino, sobre todo quienes se aventuraban en los mares. La estrella que guio a los sabios de oriente hasta el lugar del nacimiento de Jesús, ha sido estudiada por varios años. Al parecer se trató de un fenómeno astronómico acaecido en esa época y que en este año se ha vuelto a repetir después de cientos de años; la conjunción de los planetas Júpiter, Saturno y Marte. Al respecto el papa Benedicto XVI en su libro Jesús de Nazaret, la infancia de Jesús dice que en el lenguaje de la estrella se percibe un mensaje de esperanza que puso en camino a unos hombres con grandes inquietudes que buscaban la verdadera estrella de salvación. Aún con todos sus conocimientos había en ellos una convicción fuerte para ir siguiendo una estrella que les condujera hasta “el rey de los judíos”. Continua el papa con su reflexión sobre la estrella diciendo que esta estrella impulsa a los Magos a “ponerse en camino”.
Esta estrella dirá el papa
Benedicto XVI “suscita la esperanza de que un día este Dios se manifestará. Y hace
tomar conciencia al mismo tiempo de que el hombre puede y debe salir a su
encuentro”. Por ello deseamos que también la estrella sea un signo de esperanza
que ayude a orientar nuestra vida hacia donde se encuentra la Vida verdadera,
la perfecta alegría (Mt. 2,9-10). Sea su luz la que nos atraiga y nos ayude a
encontrarnos con ese recién nacido, luz de las naciones, pero sobre todo sea un
signo de esperanza para nuestras vidas y nuestras familias.
Esta navidad 2020 en donde la
santa misa se celebrará a puerta cerrada, puede ser la oportunidad para que los
hogares se conviertan es esos Belenes en donde los visite el Sol que nace de lo
alto, pueden ser los nuevos Belenes en donde se pose la estrella que anuncie
que ahí ha nacido el salvador. Pero sobre todo es una oportunidad para sembrar
esperanza, para gritar al mundo que el nacimiento del Hijo de Dios irradia con
su esplendor éste tiempo de penumbra. Es un tiempo ser luz y dar luz (Mt. 5,14),
para ser portadores de la esperanza de que nos ha nacido el salvador.
El nacimiento del Hijo de Dios
tuvo lugar en un pesebre (Lc. 2,7), no en una casa, no en un palacio, no en un
templo, sino en la pobreza, al no haber hallado un lugar digno para el
alumbramiento. Con mayor insistencia en este año podremos abrir nuestro corazón
y nuestro hogar a María y José para Jesús nazca. Jesús El Sol que nace de lo alto,
nacerá en los hospitales, en las
familias de los que han perdido un ser querido, en los que no tienen un techo,
en medio de los migrantes y de los que más sufren. Él quiere ser luz, abrigo,
consuelo, fortaleza y guía. Ojalá existan Belenes disponibles para que él habite.
Y sea la estrella el signo que nos acerque a esos Belenes en donde podamos palpar
el gran Amor de Dios hacia la humanidad, a la que nunca abandona y en la que
quiere ser Dios-con-nosotros.
Para reflexionar nuestra fe:
Hemos lanzado la iniciativa para
que en cada hogar o sitio, se coloque una estrella en las entradas o puertas
como un signo de que ahí es el Belén en donde ha nacido Jesús.
Además invitamos a encender una
luz como signo de la esperanza de que la luz del Emmanuel brilla en medio de la
penumbra que nos ha tocado vivir.
Feliz Navidad 2020.
Fraternalmente Fr. Federico
Cedillo Cruz.
Buenas noches Fray Federico, gracias por compartir esa bonita reflexión sobre el SOL QUE NACE DE LO ALTO, la cual nos hace comprender la importancia de esa luz que debe mantener viva nuestras esperanzas y pensar en nuestro actuar, sobre todo en estos momentos tan difíciles de esta pandemia que afecta a toda la humanidad, ojalá encuentre eco en cada uno de los los corazones de las personas de la comunidad y de la parroquia en general y nos ilumine más intensamente para que nuestra esperanza se vea pronto alumbrada y disipe las tinieblas de este mal. Gracias Fray Federico y comunidad franciscana, que nuestra Señora de los Ángeles los siga cubriendo con su manto y que Dios nuestro padre los bendiga siempre para que cumplan fielmente su ministerio y permita poder seguir contando con la presencia franciscana. Gracias, Paz y Bien.
ResponderEliminarPaz y bien Memorrin.
EliminarAgradezco tus palabras y tus buenos deseos. la intención del Blog es precisamente propiciar la reflexión de nuestra fe a la luz de los acontecimientos de nuestra vida cotidiana. indudablemente nos estamos enfrentando a un gran problema como humanidad y frente a esta situación, la fe, esperanza y caridad, es la clave como creyentes para afrontar esta situación.
Dios quiera que todos salgamos adelante como humanidad y que la Luz verdadera disipe las tinieblas en las que estamos sumergidos. Que las fiestas de Navidad alegren nuestra vida. Sigamos siendo luz del mundo. Feliz Navidad. Feliz inicio de año 2021. Que nuestro Padre Dios nos bendiga y nos acompañe la intercesión de Nuestra Señora de los Ángeles. ¡A reflexionar nuestra fe! fraternalmente Fr. Federico.