19 diciembre 2020

Se nos aproxima una Navidad diferente | Por: Iván Ruiz Armenta

 


El presente año 2020 será inolvidable para toda la humanidad. Muchos enfermaron y otros murieron o perdieron un ser querido a causa del COVID-19. También muchos hombres y mujeres de fe nos vimos “privados” por mucho tiempo de asistir a la Celebración Eucarística, fuente y culmen de nuestra fe. Parecía que esos momentos habían quedado atrás, pero ahora nuevamente nos vemos apremiados a cerrar los templos por tres semanas, hasta el 10 de enero del 2021 (al menos en la Arquidiócesis Primada de México), y sacar el mayor provecho a todas las redes sociales para estar cercanos entre nosotros y compartir la fe.


Es triste tener que hacer esto cuando está cercana una de las fiestas más importantes de nuestra fe: la Solemnidad de la Natividad de nuestro Salvador. Esto nos insta a aceptar que este año será diferente. Algunos no saldrán a pasear, otros no podrán estar cerca de sus familiares, y unos más no podrán comulgar como se debe.


No queda más que prepararnos para celebrar una Navidad diferente. Sin embargo, esto no significa una fiesta triste y apagada; sino una fiesta alegre, íntima, realista y con los pies en la tierra. En nuestra cena de navidad recordemos especialmente a quienes han muerto antes de tiempo por esta pandemia; oremos por sus familiares que aún conservan la vida, pero lastimados por la despedida; apoyemos hasta donde podamos a quienes se encuentran enfermos, pero no sólo de coronavirus, sino de toda enfermedad corporal y espiritual.


En la Navidad recordamos que nos nació un Salvador. Vivamos como tal. Jesús, el Cristo, vino a darnos la salvación integral, total. No desaprovechemos la oportunidad que tenemos de dejar ser Dios a Dios y abandonémonos en sus manos. Nuestra vida es suya y él nos indicará lo mejor para nosotros.


Que no decaiga el ánimo y la esperanza. Vivir la navidad de esta manera nos permitirá ser consientes realmente de lo que celebramos. El punto neurálgico no son los regalos o una cena para “chuparse los dedos”. Sino en sentirnos dichosos porque Dios se humanizo para divinizar al ser humano salvándolo de toda opresión.


Fraternalmente
 Iván Ruiz Armenta
¡Paz y Bien!


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