En la actualidad conocemos muchas disciplinas que tienen por objeto de
estudio al hombre. Dígase, por ejemplo, la Psicología, la Sociología, la Medicina,
la Biología, la Etnografía, la Arqueología o la Historia. Cada una de estas
disciplinas estudia, desde su método propio, algún aspecto del hombre. Pero hay
una disciplina que se hace la pregunta por el hombre de una manera que podría
denominarse “más amplia”: la Antropología.
Para esta última disciplina, la pregunta por el hombre se vuelve más
profunda aun si se aborda desde la Filosofía y/o la Teología. Es decir, la
Antropología Filosófica y la Antropología Teológica, ya no sólo se preguntan
por la forma en cómo se comporta el hombre, qué lo constituye fisiológicamente,
cómo puede mantener la salud y no enfermarse, o un aspecto particular de este.
Más bien se preguntan por la “naturaleza” o “esencia” del hombre. Formulado en
preguntas ¿qué “es” lo que “hace” a un hombre “ser” hombre? ¿cuál, qué o quién
es el fundamento del hombre?, en definitiva ¿qué “es” el hombre?
Tanto la Antropología Filosofía como la Antropología Teológica tienen, como
ciencias autónomas, sus propias respuestas a estas preguntas. Aquí solo me
referiré a la pregunta antropológica desde la Teología. La cual tiene como principal
premisa una aseveración bíblica: «el hombre es creatura de Dios».[1] De
esta afirmación se desprenderá toda la reflexión teológica que arranca desde el
Génesis, pasa por los Salmos, llega al Nuevo Testamento y tiene su formulación cristológica
en el Concilio Vaticano II.
Para
explicar lo que cada uno de estos textos aporta a la reflexión antropológico-teológica,
se pueden abordar de la siguiente manera: 1) arrancar de la pregunta del Salmo
8, 5: «¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo de Adán para que
cuides de él?»; 2); reflexionar esta pregunta desde dos afirmaciones bíblicas:
«Dijo Dios “hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra”»
(Gn 1, 26), y «Adán es figura del que había de venir [Jesús]» (cf. Rm 5, 14); y
3) explicar la deducción plasmada en la Constitución Pastoral Gaudium et
Spes (GS) del Concilio Vaticano II:
«El misterio del hombre no se aclara de verdad sino en el misterio del
Verbo encarnado» (n. 22).[2]
1) ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo de Adán para
que cuides de él? (Sal 8, 5).[3] El
Salmo 8[4]
tiene por tema general la creación y en su centro está la mención del hombre. Lo
cual hace entender que el Salmo supone la narración del capítulo primero del
Génesis. Particularmente este Salmo resalta la relación que el hombre tienen
con Dios: la elección que sustenta el reconocimiento de pertenencia a Yahvé. Una
adecuada lectura orante de este Salmo permite reconocer al hombre totalmente
relacionado con Dios y proclamar su pertenencia a él. Dios es para el hombre la
fuente de su propio ser y de sus posibilidades. Por eso, el Salmo afirma
realidades del hombre que evidencian tanto su pequeñez como sus posibilidades
de exaltación.
A la pregunta ¿qué es el hombre? el salmo responde con seguridad que
el hombre, de quien Dios se acuerda (v. 5), es objeto de la providencia
de Dios. Más aún, Dios hace que el hombre llegue a ser «poco inferior a un dios»
(v. 6). Los versículos siguientes, 6-9, se tratan de un proyecto de Dios para
el hombre, semejante al que se lee en el Génesis: Dios le da un “señorío” sobre
todo el universo creado (Sal 8, 7; Gn 1, 28).
Este señorío, como bien ha afirmado el Papa Francisco, se trata de una
invitación «a “labrar y
cuidar” el jardín del mundo (cf. Gn 2,15). Mientras “labrar”
significa cultivar, arar o trabajar, “cuidar” significa proteger, custodiar, preservar, guardar,
vigilar. Esto implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser
humano y la naturaleza» (Laudato Si’ 67).
Lo que resulta más interesante de este Salmo es que en él se ve con toda
claridad, lo mismo que en Gn 1,26, que el hombre es una criatura de Dios no
simplemente para ser, sino para llegar a ser: es un ser en
construcción que procede de Dios y tiende hacia él. Se trata, en palabras de
los padres de la Iglesia, de un camino que tiene que andar el hombre: de la
humanización a su divinización.
2) Dijo Dios “hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza
nuestra (Gn1, 26): Los
primeros dos capítulos de La Biblia son un testimonio de fe: Dios es el creador
del mundo y de los hombres.[5] Centrándonos en la pregunta por este
último, el texto afirma que toda criatura humana lleva la imagen de Dios en sí
misma. Esta tesis es la que fundamenta a la reflexión teológica para afirmar que
el hombre tiene, en su propio ser, una dignidad que reclama un respeto
incondicional, independientemente de toda libre valoración y finalidad.[6]
Pero para entender más el
sentido de la expresión hagamos al ser humano a nuestra
imagen, como semejanza nuestra, es necesario indagar en la imagen misma
de Dios que subyace en el mismo relato. Descubrir las características de la
imagen de Dios, nos permite entender también qué es el ser humano, por estar
hecho éste a imagen de aquel.
La característica que más resalta es el
carácter creador de Dios. Por eso, el ser humano, imagen de Dios, cuenta con su
capacidad humana para crear y recrear la materia. Esto tiene dos consecuencias
teológicas: la primera es que se pone en relieve la cultura humana. Lo que el
ser humano hace en su desarrollo creativo, su curiosidad, su constante sed de
conocimiento, su búsqueda de combinar las cosas para dar en cosas nuevas es
parte de su vocación primera por ser imagen de Dios. Lo segundo es que esa fuerza
creativa e innovadora es genuina cuando está al servicio del plan de Dios para
la humanidad, no cuando se le opone.[7]
El hombre es creado creador «porque el principio mismo que preside su
instauración en el ser lo quiere así y se lo pone en su vocación y definición.
Él es libertad creadora e inventiva por derecho de nacimiento y esencia. Por
constitución… El hombre es libertad por autonomía que, al mismo tiempo, no lo
desliga de toda referencia, sin la cual se perderá en su soledad»[8]
Creado creador, el hombre tiene la misión de culminar el anhelo
de la creación entera. En este sentido, el hombre ejerce el derecho y el deber
de una libertad de invención en una triple dirección: con respecto al cosmos, a
sí mismo y a Dios.[9]
Esta es la misión a la que hemos sido llamados todos los hombres. Y es la tarea
que, como cristianos, debes esforzarnos por realizar con mayor alegría y amor
Concluyendo esta primera parte, a la pregunta ¿qué es el hombre? se
puede contestar, que el hombre es una creatura de Dios, hecho a imagen suya,
poco inferior a un dios, y creado creador respecto así mismo, al cosmos y a
Dios, capacitado de libertad autónoma, pero siempre solidario según su misión
co-creadora.
Hasta aquí lo que la reflexión antropológico-teológica puede decir del
hombre desde el fundamento veterotestamentario. Falta por reflexionar al hombre
desde el Verbo encarnado -o si se prefiere Jesús, el Cristo- de los evangelios.
Aquí la pregunta ya no será ¿QUÉ es el hombre?, sino ¿QUIÉN es el
hombre?
¡Paz y Bien!
Fraternalmente
Iván Ruiz Armenta
[1] J. L. Ruiz de la Peña, Imagen de Dios. Antropología
teológica fundamental, Sal Terrae, Maliaño, 19886, 19.
[2] En esta “1ra parte” sólo serán
reflexionados los textos de Gn 1, 26 y Sal 8, 5, reservando, para una “2da
parte” los otros dos textos: Rm 5, 14 y GS 22.
[3] El libro de
los Salmos es la compilación de 150 canticos inspirados por Dios. Su origen se
remonta a mucho más de dos mil años de antigüedad. Los salmos se recitan en un
ambiente de oración en las diversas circunstancias de la vida del pueblo.
Expresan ante Dios los estados de ánimo y las circunstancias tan variadas y
contradictorias del corazón humano. Por ejemplo, la alegría y el júbilo, la
esperanza y las dudas, la tristeza y el dolor. De ahí que los Salmos cuenten
con acciones de gracias, súplicas, meditaciones, etc. Cf. C. Junco – R. Rendón, La
palabra nos congrega. 21 lecciones bíblicas, PPC, Ciudad de México, 2015, 190;
YOUCAT, Biblia. Biblia de la Iglesia católica para los jóvenes, EVD,
Estella 2017, 151.
[4] La exposición de este salmo sigue a A. J. Levoratti
(dir.), Comentario Bíblico Latinoamericano. Antiguo Testamento Vol. II:
Libros proféticos y sapienciales, EVD, Estella 2007, 637-638.
[5] La Biblia no quiere explicar el surgimiento del
universo desde el punto de vista científico. Quiere más bien mostrar el
sentido, el significado profundo del cosmos y aspectos importantes relacionados
con él. Lo hace sobre la base de la imagen del mundo que se tenía en ese
entonces, pero de una forma totalmente propia: todo lo que existe tiene su
origen en Dios y debe a él su vida. YOUCAT, Biblia. Biblia de la Iglesia católica
para los jóvenes, EVD, Estella 2017, 20. También que «el Génesis se divide
en dos partes desiguales. Los relatos de los orígenes, 1-11, pórtico de la
historia de la salvación… [y]… La historia patriarcal, 12-50, evoca a los
grandes antepasados», Biblia de Jerusalén. Nueva edición totalmente revisada,
DDB, Bilbao 20094, 5.
[6] Cf. Torralba, F., «Dignidad teológica», en ¿Qué es
la dignidad humana? Ensayo sobre Peter Singer, Hugo Tristram Engelhardt y John
Harris, Herder, Barcelona 2005. 90-95.
[7] A. J. Levoratti (dir.), Comentario Bíblico
Latinoamericano. Antiguo Testamento Vol. I: Pentateuco y textos narrativos,
EVD, Estella 2005, 371.
[8] A. Gesché, Dios para pensar II: El hombre,
Sígueme, Salamanca 20102, 102
[9] A. Gesché, «Una antropo-lógica de la creación» en Dios
para pensar II: El hombre, Sígueme, Salamanca 20102, 83-96
No hay comentarios:
Publicar un comentario