03 junio 2020

¿Qué es el Hombre? Visión cristiana del Hombre (1ra Parte)

En la actualidad conocemos muchas disciplinas que tienen por objeto de estudio al hombre. Dígase, por ejemplo, la Psicología, la Sociología, la Medicina, la Biología, la Etnografía, la Arqueología o la Historia. Cada una de estas disciplinas estudia, desde su método propio, algún aspecto del hombre. Pero hay una disciplina que se hace la pregunta por el hombre de una manera que podría denominarse “más amplia”: la Antropología.


Para esta última disciplina, la pregunta por el hombre se vuelve más profunda aun si se aborda desde la Filosofía y/o la Teología. Es decir, la Antropología Filosófica y la Antropología Teológica, ya no sólo se preguntan por la forma en cómo se comporta el hombre, qué lo constituye fisiológicamente, cómo puede mantener la salud y no enfermarse, o un aspecto particular de este. Más bien se preguntan por la “naturaleza” o “esencia” del hombre. Formulado en preguntas ¿qué “es” lo que “hace” a un hombre “ser” hombre? ¿cuál, qué o quién es el fundamento del hombre?, en definitiva ¿qué “es” el hombre?


Tanto la Antropología Filosofía como la Antropología Teológica tienen, como ciencias autónomas, sus propias respuestas a estas preguntas. Aquí solo me referiré a la pregunta antropológica desde la Teología. La cual tiene como principal premisa una aseveración bíblica: «el hombre es creatura de Dios».[1] De esta afirmación se desprenderá toda la reflexión teológica que arranca desde el Génesis, pasa por los Salmos, llega al Nuevo Testamento y tiene su formulación cristológica en el Concilio Vaticano II.


Para explicar lo que cada uno de estos textos aporta a la reflexión antropológico-teológica, se pueden abordar de la siguiente manera: 1) arrancar de la pregunta del Salmo 8, 5: «¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo de Adán para que cuides de él?»; 2); reflexionar esta pregunta desde dos afirmaciones bíblicas: «Dijo Dios “hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra”» (Gn 1, 26), y «Adán es figura del que había de venir [Jesús]» (cf. Rm 5, 14); y 3) explicar la deducción plasmada en la Constitución Pastoral Gaudium et Spes (GS) del Concilio Vaticano II:  «El misterio del hombre no se aclara de verdad sino en el misterio del Verbo encarnado» (n. 22).[2]


1) ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo de Adán para que cuides de él? (Sal 8, 5).[3] El Salmo 8[4] tiene por tema general la creación y en su centro está la mención del hombre. Lo cual hace entender que el Salmo supone la narración del capítulo primero del Génesis. Particularmente este Salmo resalta la relación que el hombre tienen con Dios: la elección que sustenta el reconocimiento de pertenencia a Yahvé. Una adecuada lectura orante de este Salmo permite reconocer al hombre totalmente relacionado con Dios y proclamar su pertenencia a él. Dios es para el hombre la fuente de su propio ser y de sus posibilidades. Por eso, el Salmo afirma realidades del hombre que evidencian tanto su pequeñez como sus posibilidades de exaltación.


A la pregunta ¿qué es el hombre? el salmo responde con seguridad que el hombre, de quien Dios se acuerda (v. 5), es objeto de la providencia de Dios. Más aún, Dios hace que el hombre llegue a ser «poco inferior a un dios» (v. 6). Los versículos siguientes, 6-9, se tratan de un proyecto de Dios para el hombre, semejante al que se lee en el Génesis: Dios le da un “señorío” sobre todo el universo creado (Sal 8, 7; Gn 1, 28).


Este señorío, como bien ha afirmado el Papa Francisco, se trata de una invitación «a “labrar y cuidar” el jardín del mundo (cf. Gn 2,15). Mientras “labrar” significa cultivar, arar o trabajar, “cuidar” significa proteger, custodiar, preservar, guardar, vigilar. Esto implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza» (Laudato Si’ 67). 


Lo que resulta más interesante de este Salmo es que en él se ve con toda claridad, lo mismo que en Gn 1,26, que el hombre es una criatura de Dios no simplemente para ser, sino para llegar a ser: es un ser en construcción que procede de Dios y tiende hacia él. Se trata, en palabras de los padres de la Iglesia, de un camino que tiene que andar el hombre: de la humanización a su divinización.


2) Dijo Dios “hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra (Gn1, 26): Los primeros dos capítulos de La Biblia son un testimonio de fe: Dios es el creador del mundo y de los hombres.[5] Centrándonos en la pregunta por este último, el texto afirma que toda criatura humana lleva la imagen de Dios en sí misma. Esta tesis es la que fundamenta a la reflexión teológica para afirmar que el hombre tiene, en su propio ser, una dignidad que reclama un respeto incondicional, independientemente de toda libre valoración y finalidad.[6]


Pero para entender más el sentido de la expresión hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, es necesario indagar en la imagen misma de Dios que subyace en el mismo relato. Descubrir las características de la imagen de Dios, nos permite entender también qué es el ser humano, por estar hecho éste a imagen de aquel.


 La característica que más resalta es el carácter creador de Dios. Por eso, el ser humano, imagen de Dios, cuenta con su capacidad humana para crear y recrear la materia. Esto tiene dos consecuencias teológicas: la primera es que se pone en relieve la cultura humana. Lo que el ser humano hace en su desarrollo creativo, su curiosidad, su constante sed de conocimiento, su búsqueda de combinar las cosas para dar en cosas nuevas es parte de su vocación primera por ser imagen de Dios. Lo segundo es que esa fuerza creativa e innovadora es genuina cuando está al servicio del plan de Dios para la humanidad, no cuando se le opone.[7]


El hombre es creado creador «porque el principio mismo que preside su instauración en el ser lo quiere así y se lo pone en su vocación y definición. Él es libertad creadora e inventiva por derecho de nacimiento y esencia. Por constitución… El hombre es libertad por autonomía que, al mismo tiempo, no lo desliga de toda referencia, sin la cual se perderá en su soledad»[8]


Creado creador, el hombre tiene la misión de culminar el anhelo de la creación entera. En este sentido, el hombre ejerce el derecho y el deber de una libertad de invención en una triple dirección: con respecto al cosmos, a sí mismo y a Dios.[9] Esta es la misión a la que hemos sido llamados todos los hombres. Y es la tarea que, como cristianos, debes esforzarnos por realizar con mayor alegría y amor


Concluyendo esta primera parte, a la pregunta ¿qué es el hombre? se puede contestar, que el hombre es una creatura de Dios, hecho a imagen suya, poco inferior a un dios, y creado creador respecto así mismo, al cosmos y a Dios, capacitado de libertad autónoma, pero siempre solidario según su misión co-creadora.


Hasta aquí lo que la reflexión antropológico-teológica puede decir del hombre desde el fundamento veterotestamentario. Falta por reflexionar al hombre desde el Verbo encarnado -o si se prefiere Jesús, el Cristo- de los evangelios. Aquí la pregunta ya no será ¿QUÉ es el hombre?, sino ¿QUIÉN es el hombre?


¡Paz y Bien!
Fraternalmente
Iván Ruiz Armenta


No olvides suscribirte a este blog y visitarnos en YoutubeFacebook y Spotify


Recuerda suscribirte a nuestro canal de YouTube, 




[1] J. L. Ruiz de la Peña, Imagen de Dios. Antropología teológica fundamental, Sal Terrae, Maliaño, 19886, 19.

[2] En esta “1ra parte” sólo serán reflexionados los textos de Gn 1, 26 y Sal 8, 5, reservando, para una “2da parte” los otros dos textos: Rm 5, 14 y GS 22.

[3] El libro de los Salmos es la compilación de 150 canticos inspirados por Dios. Su origen se remonta a mucho más de dos mil años de antigüedad. Los salmos se recitan en un ambiente de oración en las diversas circunstancias de la vida del pueblo. Expresan ante Dios los estados de ánimo y las circunstancias tan variadas y contradictorias del corazón humano. Por ejemplo, la alegría y el júbilo, la esperanza y las dudas, la tristeza y el dolor. De ahí que los Salmos cuenten con acciones de gracias, súplicas, meditaciones, etc. Cf. C. Junco – R. Rendón, La palabra nos congrega. 21 lecciones bíblicas, PPC, Ciudad de México, 2015, 190; YOUCAT, Biblia. Biblia de la Iglesia católica para los jóvenes, EVD, Estella 2017, 151.

[4] La exposición de este salmo sigue a A. J. Levoratti (dir.), Comentario Bíblico Latinoamericano. Antiguo Testamento Vol. II: Libros proféticos y sapienciales, EVD, Estella 2007, 637-638.

[5] La Biblia no quiere explicar el surgimiento del universo desde el punto de vista científico. Quiere más bien mostrar el sentido, el significado profundo del cosmos y aspectos importantes relacionados con él. Lo hace sobre la base de la imagen del mundo que se tenía en ese entonces, pero de una forma totalmente propia: todo lo que existe tiene su origen en Dios y debe a él su vida. YOUCAT, Biblia. Biblia de la Iglesia católica para los jóvenes, EVD, Estella 2017, 20. También que «el Génesis se divide en dos partes desiguales. Los relatos de los orígenes, 1-11, pórtico de la historia de la salvación… [y]… La historia patriarcal, 12-50, evoca a los grandes antepasados», Biblia de Jerusalén. Nueva edición totalmente revisada, DDB, Bilbao 20094, 5.

[6] Cf. Torralba, F., «Dignidad teológica», en ¿Qué es la dignidad humana? Ensayo sobre Peter Singer, Hugo Tristram Engelhardt y John Harris, Herder, Barcelona 2005. 90-95.

[7] A. J. Levoratti (dir.), Comentario Bíblico Latinoamericano. Antiguo Testamento Vol. I: Pentateuco y textos narrativos, EVD, Estella 2005, 371.

[8] A. Gesché, Dios para pensar II: El hombre, Sígueme, Salamanca 20102, 102

[9] A. Gesché, «Una antropo-lógica de la creación» en Dios para pensar II: El hombre, Sígueme, Salamanca 20102, 83-96


No hay comentarios:

Publicar un comentario