01 octubre 2023

Reflexión dominical: «Se arrepintió y fue» Mateo 21, 28-32 | Por: Daniel de la Divina Misericordia C.P.


 DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO

«Se arrepintió y fue» Mateo 21, 28-32


Continuando con la reflexión que hace Mateo sobre el tema del perdón, hoy nos introducimos en un tema especial: la confianza.


Cómo lo hizo el domingo anterior, Jesús usará la parábola para ilustrarnos, esta vez no es un patrón y sus trabajadores, sino un Padre de familia y sus hijos, para que comprendamos mejor nuestra relación de cercanía con Dios.


A la luz de esta imagen dejemos que la Palabra de vida nos ayude a transformarnos cada día un poco más en Él.


1. «Un hombre que tenía dos hijos…»


Jesús comienza la parábola con estas palabras, haciendo distinción entre dos hijos; ya en reflexiones pasadas hemos hablado de esa capacidad humana, no muy positiva, de clasificar a las personas hasta llegar a la polarización: pobres y ricos, buenos y malos, santos y pecadores, sabios y necios… acción que muchas veces nos lleva a la discriminación.


Si continuamos leyendo la parábola veremos qué indirectamente Jesús clasifica a los dos hijos en polos opuestos, como si quisiera seguir con esta dinámica humana, a uno lo hace ver cómo obediente y diligente, mientras que el otro aparece como desobediente y flojo.


Esta actitud de Jesús nos hace preguntarnos ¿Acaso Dios también opta por la polarización? Definitivamente no, simplemente Jesús quiere que sus oyentes, en este caso los fariseos, se identifiquen con alguno de los hijos. Y aunque el relato no lo dice directamente, es de suponer que estos inmediatamente se identificaron con el primer hijo, pues si de algo se podían sentir orgullosos era de obedecer al pie de la letra la ley de Dios; y también es de suponer que también pudieran identificar al segundo hijo en la persona de aquellos que no eran como ellos, es decir, los pecadores, los injustos, los publicamos y prostitutas, aquellos que se negaban a cumplir con la ley de Dios.

Si Jesús usa esta clasificación muy humana de las personas, en definitiva no es porque esté de acuerdo con ella, simplemente la asume para darnos una lección con ella, quiere transfórmala en una oportunidad de salvación; más adelante, cuando la parábola de un giro, los fariseos se sentirán humillados, pues sus acciones perversas quedarán al descubierto.


Muchas veces, que Dios respete nuestras opciones y actitudes nos hace asumir que está de acuerdo con ellas, pero cuando las dejamos iluminar por su Palabra, llegamos a la conclusión de que en realidad las permite para que podamos descubrir en que nos estamos equivocando; aquí cabría preguntarnos ¿Qué actitudes asumo como buenas y en realidad no lo son? Y más aún, cuestionarnos


2. «… pero se arrepintió y fue…»


El centro de la parábola y su giro dramático se encuentra en esta expresión. Las diversas traducciones de la Biblia usan diferentes verbos para referirse a la actitud del segundo hijo, tales como arrepentimiento o remordimiento, pero el texto original griego conjuga el verbo “metanoia” que usualmente se traduce como conversión, pero que siendo más apegados al término significa “cambio de mentalidad”.


Así, un acto de metanoia, implica un esfuerzo de la mente y el corazón, de la razón y la voluntad; el evangelio no nos lo dice con claridad, pero entre la invitación del padre y el ponerse en camino debió haber un gran espacio de tiempo, que aquel hijo uso para reflexionar, quizá para mirar la necesidad de apoyo que tenía su padre para con el trabajo del campo o bien, para recordar la bondad de su progenitor y de lo mucho que de él había recibido; no sabemos qué pasó por su mente que lo llevó a cambiar su mentalidad, y pasó de la indiferencia a la actuación, de la negligencia a la prestancia.


Lo que sí nos queda claro es que lo llevó al cambio no fue el ejemplo de su hermano, porque de haber invitado sus acciones hubiera permanecido en la indiferencia.


Jesús deja entonces de manifiesto la necesidad de hacer de la metanoia parte de nuestra vida; el pecado del primer hijo no recae en no haber ido al campo o al haber desobedecido, sino en no haber cambiado de mentalidad y seguir creyendo que podía engañar al padre; la grandeza del hijo no está en haber ido al campo y haber obedecido, sino en la capacidad de haber cambiado de mentalidad.


Aquí cabría realizarnos un segundo cuestionamiento, ¿Qué tan aferrado estoy a mis paradigmas mentales? Y unido al primer cuestionamiento, meditar cuanto hemos hecho cómplice a Dios de dichos paradigmas creyendo que él los aprueba.


3. «… Yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios…»


Estas palabras vienen a ser un duro golpe contra los destinatarios de la parábola, pues su postura de aparente obediencia se convierte en abierta rebelión contra Dios; podemos detenernos un momento y pensar en la reacción escandalizada, de indignación, enojo y hasta deseos de venganza de su auditorio, pues ¿No es escandalizó pensar que los pecadores entrar antes que los justos en el Reino?


Y es que para Jesús el avance en el camino del Reino no está en la obediencia ciega en la aplicación de la ley para alcanzar la justificación – salvación, sino en vivir el espíritu de dicha ley que nos acerca a Dios; quizá el primer hijo pretendió ir al campo por obediencia al padre, pero el cumplir por cumplir lo llevó al enfado y después a la indiferencia que terminó en desobediencia; el segundo hijo por su parte, no apegado al cumplimiento, después de un proceso de reflexión, descubrió una motivación más fuerte que la solo obediencia, el amor, para ir a cumplir con la petición de su padre, terminando obedeciendo.


Que Jesús haya sacado la respuesta de la boca de los fariseos es aún más impactante, pues los lleva en un proceso mayéutico para descubrir su propia hipocresía: los pecadores se les han adelantado, por qué ustedes solo han leído la ley y la han puesto en práctica sin comprenderla ni amarla, en cambio, ellos, han escuchado el espíritu de la ley (el amor compasivo de Dios), la han meditado, han dejado que transforme su mente y corazón, y han conquistado su justificación.


El secreto de los pecadores es el haber depositado su confianza en Dios; la parábola no hace mención de que el hijo haya ido primero a solicitar el perdón del padre por no querer obedecerlo, o que haya pedido permiso para ir a trabajar al campo, simplemente se puso en marcha y fue porque conociendo a su padre sabía que comprendería y aceptaría con agrado su cambio de mentalidad.


Aquí podríamos hacernos un tercer cuestionamiento: ¿obedezco a Dios por cumplimiento o por sincero amor?


4. «… Porque vino a ustedes Juan, predicó el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las prostitutas sí le creyeron; ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído en él.»


Jesús concluye su discurso con esta sentencia que sanciona la incredulidad de los fariseos y la confianza de los pecadores; los primeros no logran confiar en Dios porque confían solo en sus actos en el cumplimiento de la ley, por eso no dan crédito a las palabras de Juan; en cambio, los segundos al no tener “buenas obras” ni méritos propios en que afianzarse logran confiar en Dios.


En nuestra vida personal y en la vida de la Iglesia pareciera que suena ahora con urgencia la invitación de Dios a la metanoia y a la confianza; nos urge una metanoia que nos ayude a dejar de lado nuestros paradigmas de pensamiento y nuestras acciones carentes de sentido y del Espíritu de Dios; nos urge escuchar la voz de los “Bautistas” de nuestro tiempo que nos invitan a una metanoia que ajuste nuestros pensamientos, métodos y acciones a los de Dios, a los del auténtico Dios y no de las deformaciones que de él hemos hecho; y sobre todo nos urge confiar en Dios, confiar en la metanoia de nuestros hermanos, confiar en que aquellos que quizá por mucho tiempo hemos relegado, los excluidos, los pobres, los pecadores, que Jesús nos dice nos llevan la delantera, tengan una visión más clara de por dónde podemos abrir caminos que nos acerquen más a Dios.


Esta semana comenzará en Roma la XVI sesión ordinaria del Sínodo de los obispos que busca empapar a la Iglesia de la sinodalidad del Espíritu. Acompañemos a nuestros hermanos en esta experiencia, con nuestra oración, para que logremos un adecuado cambio de mentalidad, para que no nos engañemos creyendo que obedecemos la voluntad del Padre, haciéndole cómplice de nuestros falsos paradigmas, sino que obedezcamos con humildad y sinceridad. Oremos juntos:


«Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.


Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones.


Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta.


Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.


No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.


Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.


Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforzamos por alcanzar la vida eterna.


Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.»


El resto de la reflexión depende de ti.


Bendecida semana.

Daniel de la Divina Misericordia C.P.


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