24 septiembre 2023

«¿Vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?» Mateo 20, 1 -16 | Por: Daniel de la Divina Misericordia C.P. | DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO

 

DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO

«¿Vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?» Mateo 20, 1 -16

La semana pasada meditábamos en el tema del perdón, perdonamos porque nos sentimos perdonados; el perdón de Dios es generoso, abundante, pero además es gratuito.

Hoy la Palabra de Dios nos quiere manifestar esa gratuidad de Dios, no solo de su perdón sino también de todos sus dones en general: el Dios que ha creado el mundo, que lo ha adornado con exuberancia, a su creatura culmen, el hombre, de Dios su imagen y semejanza, y para salvarlo le entregó a su propio Hijo, ese Dios no se deja ganar en generosidad y jis invita a la generosidad. Dejemos, pues, que esta virtud sea sembrada en nuestro corazón meditando la Palabra de vida.

1.       «Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros.»

La parábola que nos narra el Señor Jesús es muy particular, y pareciera que nos presenta una grave injusticia, pues ¿Quién en su sano juicio paga lo mismo a alguien que trabajó un día entero que a alguien que trabajó solo una hora?

Nuestra cultura actual nos enseña que solo aquellos que se esfuerzan lo suficiente son acreedores a acceder a una vida de beneficios, estabilidad y plenitud, solo quien se esfuerza alcanza la felicidad. Así, vemos personas obsesionadas por el trabajo, que olvidan vivir por permanecer atentos a sus negocios, enajenados en su status, olvidándose de aquellos que viven a su alrededor.

En contraparte, tenemos también la opción del menor esfuerzo, es decir, tener todo lo que quiera pero esforzándose lo mínimo. Esto acarrea el robo, la corrupción, la violencia, el fraude, la estafa, muestras de un egoísmo que pretende solo la satisfacción de las propias necesidades aun a costa del sufrimiento de los otros.

Todo esto nos hace tomar postura desde nuestros planteamientos puramente humanos, que muchas veces solo pretenden ver todo de forma polarizada, o es negro o blanco, bueno o malo, se es trabajador o se es negligente.

Sin embargo, Dios nos invita a vencer dichos planteamientos para entrar en los suyos «Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos»(Isaías: 55, 6-9). Dios nos invita a dejar de lado y comenzar a discernir la variada colorimetría de la vida y la persona humana.

Por eso el relato se va fijando en diversos personajes, trabajadores llamados a diversas horas del día, no solo se fija en los primeros y en los del amanecer y el ocaso, nos habla de los de media mañana, medio día y media tarde, porque la situación humana no es polar sino diversa. Al final del relato, los del amanecer solo piensan en los de la tarde, no se acuerdan de los que fueron llamados en diversos momentos.

Al momento de recibir el jornal, los del amanecer no piensan en la justicia, eso no importa, piensan en ganar por encima de lo justo, eso lo sabemos por su respuesta, nadie les prometió más de lo debido, estuvieron de acuerdo en recibir un denario, en cambio, los demás trabajaron sin un acuerdo previo, solo con la promesa de trabajar por un pago justo.

Aquí se puede ver claramente, los primeros trabajaron por interés, por ganar algo seguro “un denario”, mientras que los segundos van a trabajar por un pago justo, es decir, confían en la bondad de aquel que los ha contratado.

Al narrar esta parábola, el maestro quiere cuestionarnos: ¿Qué te motiva a trabajar por el Reino de Dios, tu interés o la justicia?

2.       «Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero?»

Lo escandaloso de la parábola entonces toma otra posición, no es Dios quien actúa desde el presupuesto de la injusticia, sino desde el presupuesto de la bondad; no es el patrón quien es injusto, sino los trabajadores del amanecer quienes pretenden hacer juicio valorativo de sus compañeros, algo a lo que el mismo patrón ha renunciado, pretenden juzgar desde sus propias intenciones los actos de los otros trabajadores: los del amanecer accedieron a trabajar por un salario, porque creyeron merecer el trabajo que se les ofrecía, los demás, en cambio, aceptaron trabajar solo por la bondad que el patrón les manifestó; los primeros esperaron recibir más, porque solo valoraron su esfuerzo, los demás aceptaron con gratitud el pago porque no esperaron nada; los primeros terminaron aborreciendo al patrón, los demás quizá terminaron amándolo.

Entonces tenemos que insistir, una vez más, Dios no actúa, según la parábola, desde la injusticia, sino desde la bondad, y, por tanto, nosotros no deberíamos esperar de Dios recibir desde las expectativas de la justicia (al menos en términos humanos) sino desde la bondad de Dios que siempre supera nuestras pobres expectativas.

Esta parábola se inserta aquí por un motivo claro, Jesús quiere advertir a sus seguidores del peligro que representa, pretender sentirse más que los demás por seguir y trabajar por Jesús y el Reino.

En la Iglesia, dolorosamente, aún encontramos cristianos que dicen vivir la fe desde los presupuestos del esfuerzo, como si el Reino se construyera en una carrera de trabajos, por quien hace más o de la mejor manera, quien realiza más sacrificios y oraciones para ganarse el favor de Dios, quien es más perfecto para que Dios deba sentirse más agradecido con ellos; y más aún, señalan, juzgan, rechazan, reclaman a aquellos que pretenden acercarse a Dios y terminan alejándolos de él.

Para Dios no existe la polarización, no hay buenos o malos, simplemente hay hijos que se esfuerzan por ser lo mejor en sus vidas; el patrón no juzga los motivos para que los demás trabajadores llegaran a la plaza más tarde, quizá alguno tenía un familiar enfermo y eso lo retrasó, otro tal vez visitó a sus padres y se entretuvo haciéndoles algún favor, otro quizá encontró a algún forastero herido por el camino y se quedó a auxiliarlo… no hay polarizaciones, simplemente matices de la vida en diversas situaciones.

3.       «De igual manera, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos.»

En días pasados encontré en redes sociales una foto de dos amigos abrazados muy felices, uno de ellos sostenía su título profesional en la mano, lo cual deja adivinar el contexto de la imagen. Lo que llamó más mi atención de la publicación fue lo escrito al pie: “Los éxitos de mis amigos serán siempre mis éxitos también”, una manera muy peculiar y bella de expresar una felicitación.

Esto me hizo pensar, que la Palabra de Dios de este domingo es una invitación a vivir en la gratitud, pero también en la alegría, sí, en la alegría de saber que así como Dios es bueno con uno mismo, lo es con todos, y que a aquellos que llegaron al último los pondrá al inicio de la fila, porque ellos tienen más urgencia por experimentar la salvación del Reino, y porque la bondad y misericordia de Dios es mucho más grande que nuestra justicia.

El resto de la reflexión depende de ti.

Bendecida semana.

Daniel de la Divina Misericordia C.P.

 

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