10 octubre 2020

UN TRAJE NUEVO, PARA UNA FIESTA NUEVA XXVIII DOMINGO ORDINARIO.

 


San Mateo nos presenta este domingo dos parábolas:  El banquete de bodas, al cual los invitados no asisten. Tras varias invitaciones de parte de el rey, nadie asiste al banquete de bodas.

 

De esta negativa y de esta parábola surge la segunda. El rey manda a sus criados a invitar a todos los que andan por los cruces de caminos para que asistan a este banquete. Éstos aceptan la invitación y participan del banquete. Mientras el rey camina entre los invitados mira a uno que no está vestido con traje de fiesta, y lo saca de la fiesta.

 Fijemos nuestra atención en la segunda parábola del evangelio. Ante el rechazo de los primero invitados, Dios no se rinde, sigue invitando, Él quiere que todos participen en su banquete, que se alegren con Él y Él quiere alegrarse con los hombres. Envía ahora a sus criados a que inviten a todo hombre que está en el cruce de los caminos, a todos aquellos que van caminando, quizás ya cansados, rutinarios, sin esperanza y sin rumbo, todos son invitados, no importa su raza, su lengua, su creencia, de donde vienen, que han hecho, ni siquiera su moral, todos son invitados.  Y entran al banquete.

 

 Un banquete al que no están acostumbrados, un banquete en donde anteriormente no había lugar para ellos, donde no eran tomados en cuenta. Donde el rey, el superior, el que es de un estatus mucho mayor que ellos se mezcla con ellos y camina entre ellos. El rey se alegra, se deleita con sus nuevos invitados. Menos con uno. Lo mira, lo aborda y lo cuestiona:  "Amigo, ¿dónde está tu traje de fiesta? Ese individuo se coló.  Entró al banquete sucio, tal como andaba en el cruce de los caminos, sin esperanza, sin rumbo, sin objetivo. No trae traje de fiesta. ¿Cuál es ese traje de fiesta que pide el rey? Es el cambio de vida, el cambio de rumbo, el tomar otro camino, un camino propuesto por el rey que invita a este banquete. En el banquete no cabe el triste, no cabe aquel que no se descubre valioso e importante para el rey. No cabe el indiferente, el que no se sorprende  ante la bondad y generosidad del rey que lo invita a un banquete que lo iguala al estatus de rey. Por eso lo saca de la fiesta y sigue solo con aquellos que se han sentido valorados y tomados en cuenta por Él. 

  

Así es el cristianismo. Así es Dios. Un banquete para todos, donde hay lugar para todos, donde  Dios, el rey, invita a todo hombre, no importa de dónde viene, cómo ha vivido, que ha hecho o que ha dejado de hacer, Dios invita a todos. El traje de fiesta que pide es querer cambiar de vida, no quiere invitados perfectos, quiere invitados dispuestos a cambiar de rumbo, quiere caminantes que se adentren a nuevos caminos que conducen a una meta muy clara, muy concreta: la felicidad junto a Dios y junto con otros.

A eso nos invita la segunda parábola de este domingo.

 

Un ejemplo que nos puede también iluminar. Llevamos ya varios meses viviendo la pandemia. Hemos quedado privados por un tiempo de la Eucaristía, pero también de otras actividades. Un tiempo en el que en medio de la tragedia Dios nos habló. A cada uno de nosotros, en nuestros "encierros", nuestras "privaciones" Dios movió muchas cosas en nosotros. Ahora, poco a poco hemos ido volviendo a la "normalidad". Podemos decir que Dios nos ha invitado al banquete, hemos vuelto a la Eucaristía, hemos vuelto al trabajo, a otras tantas actividades, pero "¿llevamos un traje nuevo? ?Realmente somos distintos después de esta situación? ¿Verdaderamente hemos decidido tomar otros rumbos, otros caminos, otra manera de ver la vida como Dios lo expone en la parábola de este domingo?

 

¿Esto nos ha ayudado para dejar los trapos viejos con los que nos vestimos, como el orgullo, la indiferencia, el individualismo,  el relativismo? 

 

Dios de muchas maneras nos invita al banquete, a la alegría plena. Nos pide solamente un traje: estar dispuestos a dar un cambio a nuestra vida.

 

Bendecido domingo

Fray Alonso OFM.


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