27 septiembre 2020

DEJARSE TOCAR POR DIOS, ASÍ SE DA LA CONVERSIÓN DEL PECADOR.


“Un hombre adinerado, creyente y practicante de la fe cristiana, solía ir cada fin de semana a la “calle” donde trabajan las prostitutas. Elegía a una, la contrataba, la llevaba a cenar, a bailar, en ocasiones al cine, a un buen café, nunca tenía relaciones con ella. Esto lo repetía por varios meses, hasta que la prostituta dejaba de ser prostituta. El mismo hombre buscaba empleo para estas mujeres”. Lo que este hombre hacía era devolverles la dignidad a estas mujeres, utilizadas, maltratadas y usadas. El hombre las trataba como verdaderas damas, con delicadeza, respeto y aceptación, sin juzgar. La “prostituta” al verse tratada como lo que verdaderamente es “una dama” dejaba, ayudada por este hombre” su oficio.


En el evangelio de este domingo, Jesús les hace una advertencia a las autoridades del pueblo: “hasta los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el Reino de los cielos”. Son como el segundo hijo que también nos relata el evangelio, al cual el padre le pide que valla a trabajar, dice que no, pero termina por obedecer. El pecador no nace siendo así. En la vida, en el diario vivir se puede perder, puede perder su dignidad como hijo de Dios. Ya sea por una opción libre, ya sea por el mal testimonio de otros o por caer en manos de gente perversa. A este pecador Dios se acerca con delicadeza, con respeto, con caballerosidad y lo trata con toda la dignidad que le dio cuando lo creó. 


El hombre puede perder su dignidad por el pecado, pero Dios nunca dejara de tratarlo con respeto. Dios se acerca a tocar al pecador, Dios le manifiesta su amor al pecador, nunca deja de sorprender al pecador. Y este recobra su dignidad: “a pesar de todo Dios me sigue amando”. Y se convierte, finalmente obedece y va al campo, a la viña, a la alegría, como lo hiso el segundo hijo.


El primer hijo de palabra dijo que “sí” iba a trabajar pero no fue. Esta tan acostumbrado a responderle a su Padre que ya no lo siente, la relación con él se vuelve rutinaria, sin motivación. Esta actitud del primer hijo, es la actitud de muchos cristianos que amparados en rezos, en misas dominicales por cumplimiento, se sientes justos, buenos, santos, creyendo que le pueden decir a Dios “ya cumplí” “con esto que hago basta”. Son creyentes que se mueven solo por las palabras, pero hace mucho dejaron de sentir a Dios. En sus rezos y demás cosas por cumplimiento impidieron que Dios los siguiera tocando, que Dios se acercara a ellos.


La actitud cristiana tiene que ser como el segundo hijo. Somos pecadores, nos hemos equivocado, y a pesar de eso “Dios se acerca con delicadeza, respeto y amor a nosotros” Dios nos trata con dignidad. A Dios no lo convencemos con meras prácticas externas, con puros cumplimientos. A Dios le movemos el corazón cuando nos dejamos tocar por Él, cuando nos dejamos conquistar nuevamente por Él. 


Él quiere que yo también valla a la viña, a la alegría, porque soy su hijo, porque soy lo más preciado de su creación. Y cuando se me esté olvidando que soy su hijo a causa del pecado, Él se acercará siempre a mí. Dejémonos tocar por Dios para que se pueda dar la conversión en nosotros.

Paz y Bien.
Bendecido domingo.
Fray Alonso OFM

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