02 agosto 2022

Nuestra Señora de los Ángeles y el "Perdón de Asís": Gana la «Indulgencia plenaria» | Iván Ruiz Armenta

 


El día 2 de agosto es una fecha muy especial no sólo para los que de alguna manera hemos abrazado la espiritualidad franciscana, sino para todos los miembros de la Iglesia. En efecto, esta fecha nos trae dos gracias maravillosas: celebrar a santa María de los Ángeles, la Porciúncula – cuna de la familia Franciscana- y, gracias a ello, ganar una indulgencia plenaria. Veamos un poco de cada una, no sin antes unirnos en oración recitando el himno de Laudes de esta Solemnidad.


Cuando el joven Francisco ha dejado
algazaras mundanas y fiestas,
una voz desde el cielo le dice:
«Ve, Francisco, repara mi Iglesia.
»


Y allá va mansamente Francisco
derramando humildad y pobreza,
y pidiendo por calles y plazas:
«¿Quién me da de limosna una piedra?»


Y se mete de albañil con denuedo,
reparando tabiques y grietas,
y levanta la pobre iglesita
que será su tesoro en la tierra.


Ya sus hijos les dice tajante:
«Si los echan un día de ella,
entraran por aquella ventana
si no los dejan entrar por la puerta.»


¡Capillita de Santa María,
relicario de santa pobreza!
En ti quiere morar san Francisco
cuando ve que la muerte se acerca.


Y son mudos testigos sus piedras
de la dulce plegaria postrera,
que cantando con suaves acentos
elevara Francisco en la tierra.


Demos gloria al Padre y al Hijo
como el dulce Francisco les diera,
y al Espíritu, gracia divina,
que morando en las almas se queda. Amén


El Seráfico Padre san Francisco, por su amor singular a la Santísima Virgen, se desveló por la capillita denominada Santa María de los Ángeles, o de la Porciúncula. Allí tuvo feliz comienzo la Orden de Menores, allí se preparó el principio de las clarisas, allí acabó él felizmente su carrera. Según se dice, en esa misma capilla logró el Seráfico Padre la célebre indulgencia que los sumos Pontífices confirmaron y extendieron a otras muchas iglesias. Por la concesión de tantos y tan grandes favores, se nos hizo la gracia de celebrar una fiesta litúrgica hoy, aniversario de la dedicación de aquella capilla. Según nos cuenta su primer biógrafo:


El siervo de Dios Francisco, pequeño de talla, humilde de alma, menor por profesión, estando en el siglo, escogió para sí y para los suyos una porcioncilla del mundo, ya que no pudo servir de otro modo a Cristo sin tener algo del mundo. Pues no sin presagio divino se había llamado de antiguo Porciúncula este lugar que debía caberles en suerte a los que nada querían tener del mundo.


Es de saber que había en el lugar una iglesia levantada en honor de la Virgen Madre, que por su singular humildad mereció ser, después de su Hijo, cabeza de todos los santos. La Orden de los Menores tuvo su origen en ella, y en ella, creciendo el número, se alzó, como cimiento estable, su noble edificio.


El santo amó este lugar sobre todos los demás, y mandó que los Hermanos tuvieran veneración especial por él, y quiso que se conservaran siempre como espejo de la Religión en humildad y pobreza altísima, reservada a otros su propiedad, teniendo el santo y los suyos el simple uso.


Se observaba en él la más estrecha disciplina en todo, tanto en el silencio y en el trabajo como en las demás prescripciones regulares. No se admitían en él sino hermanos especialmente escogidos, llamados de diversas partes, a quienes el santo quería devotos de veras para con Dios y del todo perfectos. Estaba también absolutamente prohibida la entrada de seglares. Los moradores de aquel lugar estaban entregados sin cesar a las alabanzas divinas día y noche, y llevaban vida de ángeles, que difundía en torno maravillosa fragancia.


Pues, aunque sabía que en todo rincón de la tierra se encuentra el reino de los cielos y creía que en todo lugar se otorga la gracia divina a los elegidos de Dios, él había experimentado que el lugar de la iglesia de Santa María de la Porciúncula estaba henchido de gracia más abundante y que lo visitaban con frecuencia los espíritus celestiales. Por eso solía decir muchas veces a los hermanos:


«Miren, hijos míos, que nunca abandonen este lugar. Si los expulsan, por un lado, vuelvan a entrar por el otro, porque este lugar es verdaderamente santo y morada de Dios. Fue aquí donde, siendo todavía pocos, nos multiplicó el Altísimo, aquí iluminó el corazón de sus pobres con la luz de su sabiduría; aquí encendió nuestras voluntades en el fuego de su amor. Aquí, el que ore con corazón devoto obtendrá lo que pida, y el que profane este lugar será castigado con mucho rigor. Por tanto, hijos míos, mantengan muy digno de todo honor este lugar en que habita Dios y canten al Señor de todo corazón, con voces de júbilo y de alabanza.»


En alabanza de Cristo y su siervo Francisco. Amén.


En el año de 1216, san Francisco de Asís le pidió al entonces papa Honorio III que todo aquel que entrara en la iglesia de la Porciúncula, cuna de la Orden, contrito y confesado, pudiera obtener una indulgencia plenaria de modo gratuito. A esto se debe que a dicha indulgencia se le conozca como “Indulgencia de la Porciúncula” o el “día del Perdón Asís”. Desde entonces la Iglesia ha otorgado y ampliando esa gracia extraordinaria. Esta Indulgencia se puede ganar hoy no sólo en Santa María de los Ángeles (la Porciúncula), sino en todas las iglesias franciscanas.


Pero a todo esto ¿Qué es una indulgencia? ¿Cuántos tipos hay? ¿Qué gracias ganamos?


· Una indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa mediante el Sacramento de la Reconciliación.


· Las indulgencias pueden ser parciales o plenarias, según libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente.


· Todo fiel puede ganar para sí o para algún difunto las indulgencias parciales y/o plenarias.[1]


Las penas del pecado

Se debe tener en cuenta que el pecado produce en notros una “doble pena”: la “eterna” y la “temporal”. La “pena eterna” es la privación de la comunión con Dios ocasionada por el pecado grave, la cual nos hace incapaces de la vida eterna. La “pena temporal” es el apego desordenado a las criaturas que entraña todo pecado, incluso el venial, el cual es necesario purificar.[2] Dicho en otras palabras, es como una especie de rastro que deja todo pecado y que es necesario limpiar.

El perdón del pecado y la restauración de la comunión con Dios implican la remisión de las penas eternas del pecado mediante el Sacramento de la Reconciliación. Aunque las penas temporales del pecado permanecen, éstas pueden ser purificadas mediante las indulgencias.[3] He ahí su gran importancia.

¿Cómo puedo ganar esta indulgencia?

Para ganar alguna indulgencia plenaria es necesario cumplir con las condiciones particulares que determina el Santo Padre por mediación de la Penitenciaría Apostólica de la Santa Sede, además de…

· Confesarse.

· Asistir a una Iglesia franciscana y participar de la Eucaristía.

· Comulgar en gracia de Dios.

· Orar por las intenciones del Papa y rezar un Padre nuestro, Ave María y Credo.

No desaproveches la oportunidad de ganar para ti o para algún familiar difunto esta indulgencia plenaria en el día del perdón de Asís.

Fraternalmente
Iván Ruiz Armenta
¡Paz y Bien!

 

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