02 mayo 2023

Gracia de Dios y libertad humana: unión en el Amor | Iván Ruiz Armenta

Desde la Modernidad la libertad se convirtió en el valor más invocado, más apreciado, el más absoluto y el más irrenunciable. En la actualidad, la libertad del hombre se presenta como una dimensión o un elemento nuclear en la constitución de lo “mínimamente humano”. Dicho constitutivo, sin embargo, ha sido el centro de muchos prejuicios y (mal)interpretaciones entre creyentes y no-creyentes. Algunos de estos últimos llegaron a sostener –equivocadamente, podemos decir ahora– que la libertad humana y la soberanía divina estaban en una pugna eternamente irreconciliable. Esto echa de ver que se trata de un tema espinoso y una cuestión eternamente disputada.[1]

Tan nuclear es esta dimensión de libertad del hombre que se ve como el centro clave para entender el significado de ser persona,[2] pues aun cuando se esté ante una supresión de la libertad física o corporal, se tiene la capacidad de mantener la “libertad interior”. De esta última tenemos como ejemplo a Viktor Frankl y su estancia “en búsqueda de sentido” en los campos de concentración.[3]

Pero el simple reconocer la libertad humana como elemento constitutivo de lo mínimamente humano no zanja la problemática planteada por la modernidad a la teología: la supuesta pugna entre soberanía divina y libertad humana. Para argumentar que no existe tal pugna, será necesario recurrir a la antropología teológica y su cuestión sobre la relación entre la gracia y la libertad, pues su correcto estudio nos tiene que llevar a «superar las estrecheces de una idea de competencia que en todo caso tendrán que pagarse ya sea volviendo ambigua la personalidad del hombre que responde a causa de la soberanía de Dios, ya sea convirtiendo a Dios en simple espectador de la decisión y acción humanas en favor de la personalidad y libertad del hombre».[4]

De lo anterior se puede ir deduciendo que soberanía de Dios y libertad humana no están en competencia. Al contrario, la primera, expresada como “gracia en el hombre”, posibilita, potencia y plenifica a la segunda en el Amor. Para argumentar mejor dicha relación, se tomará como base el pensamiento de José Ignacio Gonzáles Faus, para quien el problema de la relación entre Gracia de Dios y la libertad humana es de un orden metafísico más que antropológico.[5]

«La gracia no es primero “algo” sobre lo que luego hay que preguntar cómo se armoniza con la libertad. La Gracia es la liberación de la libertad. Y no puede ser pensada al margen de esta definición… el problema [“de auxiliis”] no es en realidad antropológico, sino ontológico. Su verdadera cuestión no es cómo se relacionan Amor y libertad, sino más bien es otra: si es metafísicamente posible que exista un Dios que sea creador de libertades, o si la noción misma de libertad no es de por sí contraria a la idea de un Dios-Creador, o si es que la razón no puede pensar la libertad. Este es un problema filosófico muy serio y, probablemente, sin respuesta adecuada… la libertad no se muestra razonando, sino viviendo».[6]

Para el teólogo español es necesario evitar todo “antropomorfismo” y todo lenguaje “entitativo” al hablar de Dios cuando el tema en cuestión es el de Gracia-libertad humana. Esto ha de ser así porque tanto una como otra son conceptos “gratuitos” que implican un lenguaje agradecido, de respuesta y de amor, antes que lógico, académico, erudito y científico:

«… la Gracia no es un concepto “necesario”, sino gratuito: solo dice lo que Dios ha querido hacer, más allá (o más acá) de su poder. Sin pedir para hacerlo una autorización metafísica de la razón humana… [y] si el hombre cree en el Dios de Jesús, deberá aceptar la libertad humana: no solo porque la experiencia de los hombres parece imponer esa aceptación, sino por todo lo que en ese concepto se contiene de misterio, de dignidad y de responsabilidad… [Y por eso] la libertad humana [es también] un concepto que tampoco es necesario, sino gratuito: es un don incomprensible».[7]

González Faus, recordando que la voluntad de Dios respecto de los hombres es «el deseo de llevar a cabo esa aventura (loca y divina) de divinizar a los hombres por la libertad»,[8] asevera que «toda Gracia que no sea concebida como una liberación de la libertad habrá que quedar fuera».[9] En este sentido, la Gracia no se da para “guardar la Ley”, sino que se da para amar, porque el cristiano ya no está bajo la exigencia mortífera de la Ley, sino bajo la exigencia liberadora y vivificadora del amor:

«Y si la verdad del hombre está en el amor, si la Gracia se da para amar, y si el hombre solo es hombre cuando es libre, entonces debemos acabar comprendiendo que Gracia y libertad “coinciden”, en lugar de repelerse… La Gracia es posibilitación, realización y potenciación de la libertad. Y la libertad es esa condición misteriosa (y, en el caso del hombre, misteriosa por sobrehumana y por deshumaniza- da a la vez) que no puede ser interiormente movida por nada, pero que, sin embargo, sí puede ser movida desde dentro por el Amor de Dios, realizándose así como libertad. Que “vosotros fuisteis llamados a la libertad” significa -para las fuentes cristianas- “ponerse unos al servicio de los otros por el amor (agápē)” (Gal 5,13-14)».[10]

Nuestro teólogo concluye que todo lo anterior es confirmado por la experiencia humana de aquellos hombres que creyeron experimentar profundamente la acción de Dios en ellos como reconquista de su libertad, y no una pérdida. En ultima instancia, la Gracia consiste en amar libremente, así, el amor y la libertad son identificados. En palabras de Próspero de Aquitania: «“libertatem non abolet sed adolet”. La Gracia no sustrae, sino que suscita la libertad. Lo que hace no es abolirla, sino abrirla; no está para borrar, sino para brotar la libertad».[11]

Con lo dicho hasta aquí se puede afirmar que no existe tal pugna entre soberanía divina (expresada en el hombre como Gracia) y libertad humana. Por el contrario, la primera libera, posibilita, potencia y plenifica a la segunda en el Amor.

Reflexión dedicada a mis padres, David Ruiz y Angélica Armenta, quienes me han mostrado en la unión de su amor que la libertad humana y la gracia de Dios se funden en el amor conyugal y familiar, con ocasión de su 31º aniversario matrimonial.

Fraternalmente
Iván Ruiz Armenta
¡Paz y Bien!

No olvides suscribirte a este blog o a nuestro grupo de WhatsApp y visitarnos en YoutubeFacebook y Spotify 




[1] Cf. Iván Ruiz Armenta, Humanismo cristiano como afirmación plena del hombre. Relectura antropológica en clave de diálogo con algunos humanismos no creyentes (Tesina para obtener la licenciatura en teología Dogmática), UPM, México 2021, 140-141.

[2] Cf. Hilada Ana María Patiño Domínguez, Persona y humanismo. Algunas reflexiones para la educación en el siglo XXI, Universidad Iberoamericana, Ciudad de México 2020 (4ª. Reimpresión), 53-54

[3] Viktor Frankl, El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona 2004, 90-92.

[4] Otto Hermann Pesch, «Gracia», en Peter Eicher (dir.), Diccionario de conceptos teológicos I: Amor-Liturgia, Herder, Barcelona 1989, 468.

[5] Las ideas de José Ignacio González Faus citadas en estas líneas pueden profundizarse en su libro Plenitud humana. Reflexiones sobre la bondad, Sal Terrae, Maliaño 2022, 278-298.

[6] Ibid., 283.

[7] Ibid., 291.

[8] Ibid., 293

[9] Ibid., 294

[10] Ibid., 295.

[11] Ibid., 297.

No hay comentarios:

Publicar un comentario