IV DOMINGO DE PASCUA
Domingo del Buen Pastor
60° Jornada de Oración por las vocaciones
«Yo soy la puerta de las ovejas» Juan 10,7
Justo a la mitad del tiempo pascual, la Iglesia nos invita a fijar nuestra mirada en una de las imágenes más populares dentro de nuestras comunidades: el Buen Pastor; pensar en Jesús como nuestro proveedor y protector nos hace sentir amados y seguros; quizá para nosotros la imagen del pastor y la oveja parezca lejana pues nos desarrollamos en un ambiente urbanizado, pero para los oyentes de Jesús, en la época de su predicación, la situación era distinta, ellos conocían bien el vínculo que existe entre ambas imágenes; nosotros entraremos por medio de la fe en el misterio que encierran ambas imágenes, el misterio del Salvador que da su vida por y para las ovejas.
El pasaje del Evangelio que se nos propone está enmarcado dentro del libro de las señales de Juan, forma parte del discurso que Jesús elabora a partir de la curación del ciego de nacimiento (Juan 9). Ante aquellos que han expulsado del seno de la comunidad a un hombre liberado de sus males Jesús se presenta como el que acoge; frente los que manipulan la fe en pos de sus intereses personales Jesús se propone como el auténtico Pastor con capacidad de dar una pertenecía eterna: acoger y permanecer, son las dos acciones que desde la perspectiva del pastor nos conducen a la vida eterna.
1. «Las ovejas lo siguen porque escuchan su voz» Juan 10,4
Para permanecer en una comunidad primero es necesario pertenecer, y nosotros sabemos que pertenecemos a Cristo porque el Padre nos ha confiado al auténtico Pastor de nuestras almas, (Cfr. 1 Pedro 2,25); así como el Padre mismo nos ha entregado, por puro amor, a su Hijo único, nos pertenecemos mutuamente, somos del Pastor y el Pastor es nuestro, por eso tenemos la capacidad de escuchar su voz y seguirlo, el amor nos mantiene en un mutuo conocimiento; sin embargo, si nosotros sabemos esta verdad es porque hemos conocido al Salvador por la predicación del Evangelio que nos ha llegado por parte de los Apóstoles, así como se nos narraba en la primera lectura la acción de Pedro la mañana de Pentecostés, quien después de una ardiente predicación logró la conversión de tres mil personas que se hicieron bautizar (Cfr. Hechos de los apóstoles 2,14ª.36-41).
Aquella multitud acudió esa mañana al cenáculo buscando respuesta a los acontecimientos extraordinarios suscitados ante la efusión del Espíritu, los movía el morbo y sin embargo Dios se vale de esta actitud para sacar un bien mayor, pues Pedro movido por la fuerza de lo alto da el primer testimonio público de la resurrección del Señor. Pedro es el vínculo para que la Palabra anide en el corazón de aquellas personas, abre la puerta para que el Pastor pueda entrar para llamar a las ovejas una a una “por su nombre”, y sacarlas afuera, lejos de su mundo cerrado, plagado de mal, sufrimiento, tristeza, aletargamiento y conducirlas al lugar donde puedan saciar su hambre y sed (Cfr. Juan 10,3).
Que Pedro pueda abrir dicha puerta es solamente posible porque ha conocido a Jesús y ha aprendido a reconocer su voz, existe una vinculación íntima entre ambos, baste dar una mirada a los evangelios para comprender que esta relación se fue fraguando entre aciertos y desaciertos, de encuentros y desencuentros, de fidelidades y traiciones. En todo momento Pedro se sintió acogido por Jesús y por ello aprendió a acoger a otros en el seno de la comunidad
La historia particular de Pedro es la base del propio testimonio que da de Jesús frente a la Iglesia y los no creyentes, llena de una experiencia profunda donde en la cual ha pasado junto a Él por la pasión, muerte y resurrección; es esta experiencia personal junto a la fuerza del Espíritu lo que le da el poder y la credibilidad a su testimonio para lograr la conversión de sus interlocutores. Pedro permanece en esa experiencia de Jesús (Cfr. 1 Pedro 2, 20-25) y la transmite para que otros permanezcan.
Las ovejas seguirán al Pastor en la medida que aprendan a reconocer su voz, lo cual solo se alcanza en cuanto permanezcan junto a Él, y dicha permanencia es posible en la medida en que se sientan acogidas en el rebaño. Jesús siempre acoge, con amor y misericordia, pero desafortunadamente las ovejas no respondemos de la misma manera, no siempre sabemos acoger con amor misericordioso a las ovejas fieles o extraviadas en el rebaño, impedimos con nuestros actos que lleguen al Pastor o les impedimos con nuestros gritos que puedan escuchar su voz.
Hagamos aquí una pausa y preguntémonos: ¿Me siento realmente acogido por Jesús? ¿Cómo ha sido mi experiencia de acogida? ¿Mi testimonio de Jesús ha hecho a otros sentirse acogidos? ¿Acojo a los demás en el rebaño de Jesús?
Si hemos sido acogidos con misericordia estamos llamados a acoger con misericordia. El Papa Francisco en los últimos años ha insistido en esta actitud que es una exigencia para todos los cristianos, acoger con misericordia, sin reclamos, ni reproches, ayudando con nuestro testimonio a corregir las actitudes anticristianas. Pero también, si no nos hemos sentido acogidos con misericordia por el resto del rebaño es momento de comenzar a cambiar el paradigma y asumir las actitudes del Pastor, en nuestras manos está el poder cumplir el sueño del Señor.
2. «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» Juan 10,10
Sentirse acogido es el primer paso, pero no basta para alcanzar la plenitud, es necesario permanecer junto a Jesús para que escuchando su voz lo sigamos y nos lleve a la meta. Pero permanecer no es fácil, implica esfuerzo, paciencia, tenacidad, valor, fortaleza, valores que solo se aprenden y reciben al lado de Jesús.
Volviendo al ejemplo de Pedro recordemos que el discurso de la mañana de pentecostés solo fue el comienzo, después continuo por un camino lleno cárceles, interrogatorios, azotes, persecuciones, juicios, que concluyo con el supremo testimonio de la ofrenda de su vida a semejanza de su maestro en la cruz. Si el alegre mensaje de la Buena nueva conmovió a la conversión el corazón de aquellas tres mil personas, también despertó el recelo de aquellos que se opusieron al plan salvador de Jesús y que lo crucificaron, y así comenzó la batalla por eliminar a la comunidad de los creyentes. Sin embargo esto lejos de propiciar la extinción de los cristianos propició un arraigamiento más profundo de su fe, el testimonio valiente de Esteban nos muestra la convicción de la oveja que se siente acogida por el Pastor, y su permanencia fiel a Él aun frente al peligro de la muerte (Cfr. Hechos de los apóstoles 6,1-7,60) que da testimonio, y cuya perseverancia en medio de la persecución produce que el Evangelio se siga expandiendo.
Sin duda escuchar la voz del Pastor y seguirlo nos provocará a nosotros también momentos de prueba, y no se trata de que Dios nos haga sufrir, sino que son aquellas personas, situaciones, sistemas que se oponen a la vida las que intentaran disuadirnos como el ladrón que entra de noche al rebaño (Cfr. Juan 10,1), nuestros propios intereses muchas veces corrompidos por el egoísmo, las costumbres dañinas profundamente arraigadas, todas ellas voces que intentan alejarnos del Pastor.
El miedo, el dolor, la persecución, la ambición o el poder pueden alejarnos del Pastor, muchas veces quizá nosotros hemos caído en esa tentación, o hemos visto alejarse a nuestros hermanos tras otras voces que prometen falsas seguridades. Sin embargo Jesús nos invita a permanecer, si, permanecer en la fidelidad como él lo hizo con el Padre durante su Pasión (Cfr. 1 Pedro 2, 21-24).
Podríamos pensar que quizá para permanecer en la fidelidad sería bueno desaparecer las otras voces, alejarnos de ellas y aislarnos, sin embargo Jesús nos pide permanecer en medio de ellas aprendiendo a distinguir su voz y seguirla. Escuchamos la voz del Señor en la Palabra, en la oración, en la predicación, ahí es muy fácil distinguirla, pero también se hace presente en la historia, los acontecimientos en las personas, en los cambios sociales, una constante invitación de Jesús a asumir nuestra realidad y transformarla, no a huir de ella. Cuando aprendamos a reconocer la voz del Pastor veremos de forma clara como su promesa de vida se realiza, su promesa de darnos vida en abundancia.
3. «Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos: pero las ovejas no los escucharon» Juan 10,8
Estas duras palabras de Jesús parecieran estar dedicadas a los dirigentes políticos y religiosos de su época que lejos de cuidar a las ovejas las oprimían y las explotaban. Pero estas palabras también pueden estar dirigidas a nosotros.
Cada uno somos pastores en nuestra realidad; en la familia, la escuela, el trabajo, la Iglesia, siempre estaremos llamados a pastorear-cuidar de los demás, de nuestros hermanos; ser oveja implica también ser pastor, conducir a nuestros hermanos a las verdes praderas y a las fuentes abundantes, donde nada les falte, guiándolos por el sendero recto, curando sus heridas y ungiéndolos de bálsamo (Cfr. Salmo 22). Esta exigencia nace como hemos dicho del sentido de pertenencia, no somos entes aislados, somos personas en comunidad, bajo el cuidado de un Pastor común. Estamos llamados a tener cuidado de no transformarnos en ladrones que saltan la cerca para robar y dispersar (Cfr. Juan 10,1) si no en permanecer siendo Pastores que aman, cuidan y acogen.
Estamos celebrando en este día la sexagésima jornada por las vocaciones, y a la luz de este Evangelio podemos recordar que cada uno ha sido llamado a construir el Reino en su vocación particular como laicos comprometidos, matrimonio (padres de familia), religiosos o sacerdotes (diáconos, presbíteros u obispos) desde las actitudes del Buen Pastor. Es importante redescubrir el fundamento de nuestra vocación (el primer amor de los esposos cuando eran novios, el discernimiento vocacional de los enamorados) como el gesto de acogida del Pastor que nos ha invitado a seguirlo de una manera específica nos ayudará a permanecer en la fidelidad a nuestro llamado.
Es cierto además que por todos lados vemos las consecuencias de no asumir nuestra labor de Pastores con responsabilidad: familias desintegradas, escándalos en la iglesia por abusos de consagrados, niños abandonados, Iglesias vacías por falta de atención pastoral, por enumerar algunos; pero de escuchar la voz del Pastor y ponernos en marcha acogiendo y permaneciendo podemos transformar la realidad. Hoy nuestra oración sea una ayuda y un compromiso de lograr una auténtica conversión al pastor de nuestras almas.
El resto de la reflexión depende de ti.
Fraternalmente:
Daniel de la Divina Misericordia C.P.
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