14 mayo 2023

VI DOMINGO DE PASCUA | «Dentro de poco, el mundo no me verá más, pero ustedes si me verán, porque yo permanezco vivo y ustedes también vivirán» Juan 14, 19 | Daniel de la Divina Misericordia C.P.

VI DOMINGO DE PASCUA

«Dentro de poco, el mundo no me verá más, pero ustedes si me verán, porque yo permanezco vivo y ustedes también vivirán» Juan 14, 19

Este Domingo la liturgia de la Palabra nos propone continuar con el pasaje del Evangelio que leíamos el Domingo anterior; la vida la hemos recibido del Padre que nos ama y que nos llama a estar con Él, y para llegar a su presencia el único camino es Jesús por eso es necesario seguir sus huellas, lo cual es solamente posible si permanecemos en la verdad por medio del Espíritu Santo. (Cfr. Reflexión del Domingo anterior).

Así pues, la Palabra nos ayudará a profundizar en este permanecer en la verdad, preparándonos para celebrar las dos grandes solemnidades que se avecinan, la Ascensión del Señor y Pentecostés, la gran fiesta del Espíritu Santo.

1. «Entonces Pedro y Juan impusieron las manos sobre ellos, y ellos recibieron el Espíritu Santo» Hechos de los Apóstoles 5, 17

Uno de los signos sacramentales más expresivos es el de la imposición de manos, con el cual se expresa el descenso del Espíritu Santo sobre la persona u el objeto sobre el que se invoca su presencia. Así por ejemplo, el sacerdote extiende sus manos sobre el agua bautismal al momento de bendecirla invocando sobre ella el poder del Espíritu, o bien, el Obispo al momento de consagrar el Santo Crisma sobre el aceite, y por su puesto durante la plegaria eucarística sobre el pan y el vino que se convertirán en el Cuerpo y Sangre de Cristo; el sacerdote extiende su mano sobre el penitente al momento de darle la absolución, sobre los esposos al momento de la bendición nupcial, se imponen las manos sobre la cabeza de quien será puesto al servicio de la comunidad en el ministerio del Orden.

Pero para todo bautizado hay un momento especialmente significativo, el momento de la Confirmación, en el que por la imposición de las manos se recibe de una forma muy especial esta fuerza del Espíritu Santo. Este momento se encuentra presente ya en medio de las primeras comunidades cristianas, así se nos narra en la primera lectura de este Domingo (Hechos de los Apóstoles 8,5-8,14-17), donde después de haber sido bautizados por Felipe aquellos samaritanos reciben el Espíritu Santo por la acción de Pedro y Juan. Sabemos de antemano que la presencia del Espíritu en los bautizados no es estéril, sino que es una presencia que debe hacer maravillas. La misma lectura nos muestra como los samaritanos escuchan atentos las palabras de Felipe porque estas se verifican con las obras y prodigios que realiza, hay coherencia entre lo que dice y hace, y esto es lo que provoca la conversión de quienes lo escuchan y que estos hagan que la ciudad se llene de alegría.

Así, la presencia del Espíritu en nosotros es un doble compromiso, primeramente a llenar de alegría a quienes nos rodean, pero también a un testimonio coherente y constante en nuestras vidas.

2. «Dispuestos siempre a dar, al que las pidiere, las razones de la esperanza de ustedes» 1 Pedro 3,15

Una de las exigencias entonces de la vida cristiana es el testimonio, de hecho consideramos que el fruto sacramental de la Confirmación es precisamente la fortaleza que el Cristiano recibe del Espíritu para ser testigo del Señor en medio de la vida, por medio de sus obras en la sociedad y en el apostolado, pero también si fuera necesario en medio de la persecución. Por ello la exhortación de Pedro en la segunda lectura (1 Pedro 3,15-18) es a la de estar atentos a vivir dando testimonio.

El Espíritu concede a su Iglesia dones y carismas para ir construyendo la comunidad, y estos siempre que se reciben deben ponerse al servicio de ella, no pueden guardarse avaramente. Por ello el cristiano, que se sabe habitado por Espíritu no puede considerarse como alguien incapacitado para la misión, pues esto iría en contra del mismo Espíritu, por el contrario, debe saberse desbordado de gracias que lo capacitan para ponerse al servicio de los hermanos. Ese servicio atento, la capacidad de transformar el poder del Espíritu en obras es el mejor testimonio para los no creyentes como señala Pedro en su carta y como nos narra la primera lectura. Si queremos evangelizar a los no creyentes no requerimos de grandes misiones, simplemente de actuar coherentemente con nuestra fe; si queremos recuperar la unidad de la Iglesia no necesitamos de grandes campañas apologéticas, sino simplemente recordar que nuestras obras hablan más que nuestras palabras; para ser auténticos cristianos simplemente es necesario dejar actuar al Espíritu en nosotros y por medio de nosotros.

Pero, vivir de acuerdo con Cristo tiene como consecuencia también la persecución por parte de aquellos que se oponen al mensaje del Evangelio. Esto también lo tiene muy claro Pedro, por ello exhorta a los creyentes a mantenerse en el testimonio de Cristo en medio de la persecución, pus «mejor es padecer haciendo el bien, que padecer haciendo el mal» (1 Pedro 3,17). Y el mejor ejemplo es Cristo sin duda, quien en su Pasión no respondió al mal con el mal sino con bondad. Este don de perseverar proviene del mismo Espíritu Santo, y es el mismo don que llevó a los mártires a soportar los más grandes tormentos para dar testimonio del Señor resucitado.

3. «Porque habita entre ustedes y estará en ustedes» Juan 14,17

Volvamos ahora al Evangelio. Jesús sabe bien que está a punto de culminar su misión, y que en adelante el Reino de Dios se extenderá por medio de la acción de sus discípulos, ya no será Jesús quien de forma sensible haga presente a Dios, serán ahora los discípulos quienes tendrán que hacer palpable su presencia en el mundo. Para los discípulos esto representó un desafío, pues tuvieron que aprender a reconocer la nueva presencia del Señor en medio de la comunidad y en medio de los acontecimientos, para dar una respuesta adecuada. Sin duda sigue siendo un gran desafío, pues para nosotros resulta también ampliamente complejo reconocerlo en medio de un mundo que cada vez más lo oculta tras falsas voces, seguridades y valores.

El mundo no puede ver a Cristo porque no lo conoce, pero nosotros si lo conocemos, y nuestras obras buenas deben hacer visible a Cristo para que el mundo pueda conocerlo. Sin embargo, para los discípulos la garantía de reconocer la presencia del Señor está en la certeza de que su Espíritu habita entre nosotros, ese Espíritu que nos hace permanecer en el amor de Dios y nos da lo necesario para dar testimonio de Él, siempre que nos comportemos como auténticos cristianos tendremos garantía de que es el Espíritu quien actúa en nosotros y eso dará como fruto alegría para el mundo.

Estamos por concluir las fiestas pascuales, y este domingo nos está preparando primeramente para la solemnidad de la Ascensión del Señor, donde Cristo deja de ser visible para el mundo, pero que por el mandato misionero que reciben los apóstoles, seguirá haciéndose presente por medio de ellos; también se nos prepara para Pentecostés, pues el don del Espíritu es el punto de arranque para la misión de la Iglesia, por medio de la cual se renueva la faz de la tierra. Estamos pues en el punto donde la pascua deja de ser flor para transformarse en fruto, pidamos pues que la fuerza del Espíritu nos dé la capacidad de ser auténticos testigos coherentes de Jesús resucitado.

El resto de la reflexión depende de ti.

Bendecida semana.

Daniel de la Divina Misericordia C.P.

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