28 enero 2024

«¿Qué nueva doctrina es esta?» Marcos 1,21-28 | Reflexión IV Domingo Ordinario | Por: Daniel de la Divina Misericordia

 


IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

«¿Qué nueva doctrina es esta?» Marcos 1,21-28

A lo largo de nuestra vida vamos encontrando ciertas novedades: cosas, lugares, situaciones, personas, que quizá siempre han estado frente a nosotros y de las cuales nunca nos habíamos percatado, o bien, que aparecen de improviso en nuestra presencia. Frente a la novedad podemos tener distintas reacciones: aceptación o rechazo, asombro o apatía, alegría o enfado, todo depende de lo que la novedad implique en nuestras vidas.

De eso nos quiere hablar hoy la Palabra de Dios, de la respuesta que podemos tener frente a la novedad del Evangelio. El domingo anterior ya se nos anunciaba en cierta manera, pues aquellos cuatro discípulos que en la intimidad de su vida cotidiana escucharon la invitación de Jesús a seguirlo recibieron sus palabras dejándose asombrar a tal manera que les transformo la vida. Hoy, Jesús pronuncia sus palabras, su doctrina, su invitación a seguirlo desde la Sinagoga, desde el espacio público donde se comparte la fe, porque su mensaje es para todos.

Dejémonos pues interpelar este día por la novedad del mensaje de Jesucristo para que su doctrina transforme nuestra realidad.

1. «El Señor Dios hará surgir en medio de ustedes, entre sus hermanos, un profeta como yo.» Deuteronomio 18,15-20.

Frente a la doctrina de Jesús expuesta en la sinagoga de Cafarnaúm los oyentes se llenan de asombro y reconocen dos situaciones: Jesús tiene autoridad al hablar, y es distinto a los escribas.

Que Jesús tenga autoridad parece ser un eco de lo que escuchamos en la primera lectura. El autor del Deuteronomio profetiza por boca de Moisés el surgimiento de un Profeta semejante a él. Moisés es sumamente importante para el pueblo escogido, pues a la par de ser el libertador de Israel de la esclavitud de Egipto, es el legislador por medio del cual el Señor les dio la ley, haciendo así la Alianza que les garantiza la vida; en síntesis: Moisés ha colocado por Dios y en Dios, para Israel las bases de su identidad como Pueblo.

Los Profetas posteriores no harán lo mismo que Moisés, ellos solo tendrán la misión de recordar al Pueblo el deber de mantener la Alianza establecida con Dios, animando algunas veces y corrigiendo algunas otras. A la desaparición de los profetas, algunos grupos religiosos asumieron la misión de guiar al Pueblo en su fidelidad para con Dios, entre los cuales encontramos a los escribas de los que hoy nos habla el evangelio. Con el paso del tiempo las enseñanzas de este grupo se distrajeron de su objetivo, se dejaron llevar por el rigorismo en el cumplimiento de las normas jurídicas, se asumieron como los únicos conocedores de la verdad sobre Dios, desligando así la fe y la vida, y comenzaron a usar su posición para beneficiarse a costa del pueblo.

Por eso, la llegada de Jesús y su mensaje resultan una novedad, no porque predique algo distinto a lo que la fe de Israel ya concebía sobre Dios, sino en cuanto a sus métodos: Jesús no predica con una falsa autoridad asentada en una cátedra, sino que lo hace con la autoridad de alguien que hace vida la fe, que es coherente entre lo que dice y hace, o como decimos coloquialmente, predica con el ejemplo. El asombro que la manera de enseñar de Jesús provoca en sus oyentes hará que su fama se extienda, y con ello, que muchos vayan en busca de su mensaje.

2. «Tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen»

Pero frente a Jesús, su mensaje y autoridad, no todos reaccionan con asombro, algunos reaccionan con rechazo. Marcos usa la figura del hombre poseído por el espíritu inmundo para hacernos entender como el mal, que ha sometido al ser humano a la esclavitud del pecado, desatará su furia y su poder para luchar contra Jesús esperando acabar con su doctrina; pero no pensemos en el mal como una entidad metafísica o mítica, sino como una entidad real, personal o institucional; de hecho, a partir de esta escena, Marcos nos presentará una serie de enfrentamientos entre Jesús y el mal encarnado en grupos opositores que cuestionarán sus palabras y obras, un conflicto que culminará con la decisión de acabar con Jesús mismo.

La escena del poseído tiene algunas peculiaridades que nos pueden ayudar a percatarnos de esta realidad del mal: en primer lugar es de llamar la atención que el espíritu inmundo esté en medio de una sinagoga, de un espacio sagrado, dedicado a la escucha de la Palabra de Dios; en segundo lugar, el espíritu inmundo reconoce en la persona de Jesús al Profeta prometido, al Santo, al Hijo de Dios; en tercer lugar, el mal de forma descarada confronta a Jesús y lo cuestiona, sabe que en Él tiene a un enemigo potencial.

Esto nos debe llevar a pensar que el mal también puede ocultarse dentro de nuestra propia religiosidad, se puede hacer presente en medio de nuestros espacios y tiempos sagrados, disfrazado de una falsa santidad. El mal se puede disfrazar de profeta, como advertía el Deuteronomio al final de la primera lectura, o de escriba que distorsione la Palabra para ponerla al servicio de sus propios intereses. Aquí tendríamos la tentación de pensar solo en los lideres religiosos como esos falsos profetas, sin embargo, hay que recordar que todos nosotros podemos asumir ese papel.

El relato del hombre poseído culmina con su liberación, es un mensaje esperanzador, pues nos demuestra que aun con las falsedades y la furia con las que intente atacar el mal nunca podrá vencer a Jesús y a los que somos de Él, al final seremos libres de sus ataques. Las palabras con las que Jesús expulsa al espíritu inmundo parecen desconcertantes: “cállate”; ¿Por qué Jesús ordena el silencio? Es una nueva contraposición a los escribas, pues mientras aquellos buscaban la fama y la gloria, Jesús solo espera el bien de sus hermanos; de hecho, encontraremos a lo largo del evangelio muchas ocasiones en las que Jesús impone silencio, no pretende que los demás crean en Él por rumores que crean falsas expectativas, pretende una fe en Él basada en una experiencia directa de su amor y misericordia. El final nos muestra que la estrategia de Jesús no funciona, pues su fama se extiende por toda la Galilea.

3. «¿Señor, que no seamos sordos a tu voz»

Con esta suplica tomada del salmo responsorial del día, concluyamos nuestra reflexión. Ya hemos visto como hay falsos profetas y hay un autentico Profeta; que los primeros pretenden sus intereses, la fama y la gloria, mientras que el segundo solo quiere nuestro bienestar; que los primeros actúan bajo caretas, bajo discursos autoritarios, mientras el segundo actúa con autoridad, con veracidad y coherencia; que el mal, presente en los primeros, puede estar presente aun en medio de nuestros espacios y tiempos sagrados ¡podemos ser nosotros mismos!, pero que no tiene poder sobre nosotros porque Jesús tiene dominio sobre él; y que frente a Jesús, el gran Profeta, podemos reaccionar a favor o en contra, todo depende de lo que esperemos para nuestra vida.

En la actualidad los escribas, los falsos profetas de nuestros tiempos tienen múltiples formas: publicidad engañosa, discursos ideológicos perversos, actitudes inhumanas, sistemas políticos, económicos y sociales totalitarios, etc. Todos ellos encarnados en falsos profetas que pretenden vendernos honestidad y esperanza tras discursos falases.

Y frente a ellos, está Jesús, con su humildad y cercanía, con su autoridad puesta en la coherencia, con su Palabra de vida. ¿En quien ponemos nuestra confianza? Podríamos decir prontamente que en Jesús, pues somos cristianos, pero no olvidemos que podemos estar sometidos por los espíritus inmundos, que nos hacen reconocer en el Señor al Hijo de Dios, al Santo, al Profeta, pero que sin embargo ocultamente nos tengan sometidos a los falsos profetas y a sus intereses.

 Aquí es donde la suplica del salmo tendría que ser más efectiva: Señor, que seamos sordos a las voces de los falsos profetas, pero no a tu voz; que no corramos a escuchar sus mentiras, sino a escuchar tu Palabra de vida; que no nos sometamos a su esclavitud, sino a tu autoridad; ¡Señor, que no seamos sordos a tu voz! ¡Señor, calla y expulsa sus voces! ¡Señor, que siempre sigamos tu doctrina que es toda novedad!

El resto de la reflexión depende de ti

Bendecida semana

Daniel de la Divina Misericordia C.P.


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