IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
«¿Qué
nueva doctrina es esta?» Marcos 1,21-28
A lo largo de nuestra vida vamos
encontrando ciertas novedades: cosas, lugares, situaciones, personas, que quizá
siempre han estado frente a nosotros y de las cuales nunca nos habíamos
percatado, o bien, que aparecen de improviso en nuestra presencia. Frente a la
novedad podemos tener distintas reacciones: aceptación o rechazo, asombro o
apatía, alegría o enfado, todo depende de lo que la novedad implique en
nuestras vidas.
De eso nos quiere hablar hoy la Palabra de
Dios, de la respuesta que podemos tener frente a la novedad del Evangelio. El
domingo anterior ya se nos anunciaba en cierta manera, pues aquellos cuatro
discípulos que en la intimidad de su vida cotidiana escucharon la invitación de
Jesús a seguirlo recibieron sus palabras dejándose asombrar a tal manera que
les transformo la vida. Hoy, Jesús pronuncia sus palabras, su doctrina, su
invitación a seguirlo desde la Sinagoga, desde el espacio público donde se
comparte la fe, porque su mensaje es para todos.
Dejémonos pues interpelar este día por la
novedad del mensaje de Jesucristo para que su doctrina transforme nuestra
realidad.
1.
«El Señor Dios hará surgir en medio de ustedes, entre sus hermanos, un profeta
como yo.» Deuteronomio 18,15-20.
Frente a la doctrina de Jesús expuesta en
la sinagoga de Cafarnaúm los oyentes se llenan de asombro y reconocen dos
situaciones: Jesús tiene autoridad al hablar, y es distinto a los escribas.
Que Jesús tenga autoridad parece ser un
eco de lo que escuchamos en la primera lectura. El autor del Deuteronomio
profetiza por boca de Moisés el surgimiento de un Profeta semejante a él.
Moisés es sumamente importante para el pueblo escogido, pues a la par de ser el
libertador de Israel de la esclavitud de Egipto, es el legislador por medio del
cual el Señor les dio la ley, haciendo así la Alianza que les garantiza la
vida; en síntesis: Moisés ha colocado por Dios y en Dios, para Israel las bases
de su identidad como Pueblo.
Los Profetas posteriores no harán lo mismo
que Moisés, ellos solo tendrán la misión de recordar al Pueblo el deber de
mantener la Alianza establecida con Dios, animando algunas veces y corrigiendo
algunas otras. A la desaparición de los profetas, algunos grupos religiosos
asumieron la misión de guiar al Pueblo en su fidelidad para con Dios, entre los
cuales encontramos a los escribas de los que hoy nos habla el evangelio. Con el
paso del tiempo las enseñanzas de este grupo se distrajeron de su objetivo, se dejaron
llevar por el rigorismo en el cumplimiento de las normas jurídicas, se
asumieron como los únicos conocedores de la verdad sobre Dios, desligando así
la fe y la vida, y comenzaron a usar su posición para beneficiarse a costa del
pueblo.
Por eso, la llegada de Jesús y su mensaje
resultan una novedad, no porque predique algo distinto a lo que la fe de Israel
ya concebía sobre Dios, sino en cuanto a sus métodos: Jesús no predica con una
falsa autoridad asentada en una cátedra, sino que lo hace con la autoridad de
alguien que hace vida la fe, que es coherente entre lo que dice y hace, o como
decimos coloquialmente, predica con el ejemplo. El asombro que la manera de
enseñar de Jesús provoca en sus oyentes hará que su fama se extienda, y con ello,
que muchos vayan en busca de su mensaje.
2.
«Tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen»
Pero frente a Jesús, su mensaje y
autoridad, no todos reaccionan con asombro, algunos reaccionan con rechazo.
Marcos usa la figura del hombre poseído por el espíritu inmundo para hacernos
entender como el mal, que ha sometido al ser humano a la esclavitud del pecado,
desatará su furia y su poder para luchar contra Jesús esperando acabar con su
doctrina; pero no pensemos en el mal como una entidad metafísica o mítica, sino
como una entidad real, personal o institucional; de hecho, a partir de esta
escena, Marcos nos presentará una serie de enfrentamientos entre Jesús y el mal
encarnado en grupos opositores que cuestionarán sus palabras y obras, un
conflicto que culminará con la decisión de acabar con Jesús mismo.
La escena del poseído tiene algunas
peculiaridades que nos pueden ayudar a percatarnos de esta realidad del mal: en
primer lugar es de llamar la atención que el espíritu inmundo esté en medio de
una sinagoga, de un espacio sagrado, dedicado a la escucha de la Palabra de
Dios; en segundo lugar, el espíritu inmundo reconoce en la persona de Jesús al
Profeta prometido, al Santo, al Hijo de Dios; en tercer lugar, el mal de forma
descarada confronta a Jesús y lo cuestiona, sabe que en Él tiene a un enemigo
potencial.
Esto nos debe llevar a pensar que el mal
también puede ocultarse dentro de nuestra propia religiosidad, se puede hacer
presente en medio de nuestros espacios y tiempos sagrados, disfrazado de una
falsa santidad. El mal se puede disfrazar de profeta, como advertía el
Deuteronomio al final de la primera lectura, o de escriba que distorsione la
Palabra para ponerla al servicio de sus propios intereses. Aquí tendríamos la
tentación de pensar solo en los lideres religiosos como esos falsos profetas,
sin embargo, hay que recordar que todos nosotros podemos asumir ese papel.
El relato del hombre poseído culmina con
su liberación, es un mensaje esperanzador, pues nos demuestra que aun con las
falsedades y la furia con las que intente atacar el mal nunca podrá vencer a
Jesús y a los que somos de Él, al final seremos libres de sus ataques. Las
palabras con las que Jesús expulsa al espíritu inmundo parecen desconcertantes:
“cállate”; ¿Por qué Jesús ordena el silencio? Es una nueva contraposición a los
escribas, pues mientras aquellos buscaban la fama y la gloria, Jesús solo espera
el bien de sus hermanos; de hecho, encontraremos a lo largo del evangelio
muchas ocasiones en las que Jesús impone silencio, no pretende que los demás
crean en Él por rumores que crean falsas expectativas, pretende una fe en Él
basada en una experiencia directa de su amor y misericordia. El final nos
muestra que la estrategia de Jesús no funciona, pues su fama se extiende por
toda la Galilea.
3.
«¿Señor, que no seamos sordos a tu voz»
Con esta suplica tomada del salmo
responsorial del día, concluyamos nuestra reflexión. Ya hemos visto como hay
falsos profetas y hay un autentico Profeta; que los primeros pretenden sus
intereses, la fama y la gloria, mientras que el segundo solo quiere nuestro
bienestar; que los primeros actúan bajo caretas, bajo discursos autoritarios,
mientras el segundo actúa con autoridad, con veracidad y coherencia; que el
mal, presente en los primeros, puede estar presente aun en medio de nuestros
espacios y tiempos sagrados ¡podemos ser nosotros mismos!, pero que no tiene
poder sobre nosotros porque Jesús tiene dominio sobre él; y que frente a Jesús,
el gran Profeta, podemos reaccionar a favor o en contra, todo depende de lo que
esperemos para nuestra vida.
En la actualidad los escribas, los falsos
profetas de nuestros tiempos tienen múltiples formas: publicidad engañosa,
discursos ideológicos perversos, actitudes inhumanas, sistemas políticos,
económicos y sociales totalitarios, etc. Todos ellos encarnados en falsos
profetas que pretenden vendernos honestidad y esperanza tras discursos falases.
Y frente a ellos, está Jesús, con su
humildad y cercanía, con su autoridad puesta en la coherencia, con su Palabra
de vida. ¿En quien ponemos nuestra confianza? Podríamos decir prontamente que
en Jesús, pues somos cristianos, pero no olvidemos que podemos estar sometidos
por los espíritus inmundos, que nos hacen reconocer en el Señor al Hijo de
Dios, al Santo, al Profeta, pero que sin embargo ocultamente nos tengan
sometidos a los falsos profetas y a sus intereses.
Aquí es donde la suplica del salmo tendría que
ser más efectiva: Señor, que seamos sordos a las voces de los falsos profetas,
pero no a tu voz; que no corramos a escuchar sus mentiras, sino a escuchar tu
Palabra de vida; que no nos sometamos a su esclavitud, sino a tu autoridad;
¡Señor, que no seamos sordos a tu voz! ¡Señor, calla y expulsa sus voces!
¡Señor, que siempre sigamos tu doctrina que es toda novedad!
El resto de la reflexión depende de ti
Bendecida semana
Daniel de la Divina Misericordia C.P.
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