14 febrero 2020

Vengan conmigo a un lugar solitario: para descansar.


Un encuentro con Dios en medio del ruido



Dice un dicho popular que “el tiempo es oro” y que “al que madruga Dios lo ayuda”. En ambos casos el factor tiempo es determinante, pues si en verdad queremos ser “productivos” y “eficientes”, y por tanto exitosos, entonces tendremos que cuidar del tiempo, no malgastándolo y tratando de aprovecharlo al máximo, incluso tomando ventaja sobre alguien más. Pero siempre y cuando obtengamos un beneficio satisfactorio, es decir, saliendo siempre triunfadores.

Ese es el sentir de muchos hombres y mujeres hoy en día, todos deseamos tener éxito, sobresalir de entre la masa, y para que sea efectivo tal deseo, es necesario mantener un ritmo de vida acelerado, no descuidar ningún detalle, no permitir fugas de tiempo. Levantarse temprano, trasladarse al lugar de estudio o trabajo, ocupar ese tiempo de traslado para leer, terminar alguna tarea pendiente, cuidar del aspectos físico, intentar cubrir las horas de sueño, pero nunca permitir fuga de tiempo. En la escuela o trabajo, el “tiempo libre”, ocuparlo para las redes sociales, y aunque no sea el horario oficial, siempre estar conectado, pero nunca permitir fugas de tiempo. Regresar a casa, atender los pendientes, hacer tarea, las labores de casa, pero nunca permitir fugas de tiempo. Y pareciera que el tiempo nunca es suficiente, por más que lo cuidemos como el oro, por más que madruguemos, siempre nos faltará tiempo.

El evangelio de Marcos nos presenta una escena muy peculiar dentro del proceso discipular. Jesús invita a sus discípulos: Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco  (Mc 6, 30). Así es, el Hijo de Dios, ¡el mismo Hijo de Dios! (el que se la pasó trabajando en la Creación, y que al séptimo día descansó), convida a sus amigos al descanso. Reconoce que la misión a la que los ha llamado no es fácil, que implica gastar energías, tiempo, y grandes esfuerzos humanos, por ello, no siendo indiferente a dicha situación los traslada a un lugar tranquilo para que descansen un poco.

El Maestro, pone el ejemplo. Él ha sido el primero en desgastarse, conoce la situación en la que viven sus discípulos y les ofrece un respiro. Esos cinco minutos que todos deberíamos tener o buscar en medio de nuestra vida cotidiana, en medio de nuestra tan ajetreada vida. Siempre será necesario dar un Stop, para pacificar nuestra vida y nuestra alma, para pensar mejor las cosas, para dejar que el Señor me hable al corazón y me descubra su voluntad.

Hoy en día no podemos darnos el lujo de desperdiciar nuestro tiempo, la situación económica, social y/o tecnológica nos orillan a mantenernos siempre en acción si no queremos ser superados por dichas situaciones. Tristemente las horas laborales en muchos lugares aún no están reguladas, o no son proporcionales al debido pago por el esfuerzo humano. Muchos no gozan de un día de descanso. 

Algunos estudiantes tienen que trabajar para solventar sus gastos. Y quienes no corren la fortuna de tener un trabajo, pasan parte del día en busca de uno. Entonces para ellos el tiempo de descanso no existe, sería un lujo tener ese espacio para ellos. La realidad que vivimos nos habla de una esclavitud de la persona al tiempo, a un reloj, a un horario, difícilmente se es libre de ocupar el tiempo como mejor plazca.

Si Jesús en medio de la actividad supo descubrir la necesidad de un tiempo en la soledad para el descanso, procuremos espacios en donde las personas libremente tengan momentos para el descanso y la recreación de su cuerpo. En medio de nuestras posibilidades seamos generadores y procuradores de los mismos. Se dice que el domingo es Día del Señor (dies Domini), día de descanso, pues que nuestros espacios parroquiales y evangelizadores puedan reflejar el deseo del Maestro de encontrar en su Palabra y en el Alimento Celestial el descanso de cuerpo y nuestra alma.

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