27 agosto 2023

«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo […]Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» Mateo 16, 13-20 | Por: Daniel de la Divina Misericordia C.P.

 

XXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo […]Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia»
Mateo 16, 13-20.

Continuando con nuestro recorrido en el Evangelio de San Mateo, la liturgia de la Palabra nos lleva hoy hasta el episodio de la llamada “Profesión de fe de Pedro”. El tema sigue siendo entonces la fe, tal y como ha sido en los domingos precedentes; Pedro fue testigo del poder de Jesús que camina sobre las aguas y se abandona en la confianza de ser salvado por el Señor (XIX Domingo del tiempo ordinario); Pedro ha sido testigo del amor misericordioso de Jesús manifestado en la curación de la hija de la Cananea y ha contemplado la perseverancia de la fe de aquella mujer que confía en la salvación dada por Jesús (XX Domingo del tiempo ordinario); ahora es tiempo de que la fe propia de Pedro unida a la fe de la mujer Cananea y de los demás que siguen a Jesús se funda en la confesión de fe de un solo corazón, de la fe de la Iglesia.

1. ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?

Una de las grandes preguntas que se ha hecho el ser humano es aquella sobre su propia existencia, pues con mucho esfuerzo ha buscado tratar de definirse a sí mismo como ha podido definir lo que se encuentra a su alrededor, los elementos que lo constituyen, su razón de ser en el mundo, su fin último, y, sin embargo, no ha logrado responder a esta inquietud con suficiencia.

Si esto ha sido difícil en el campo de lo objetivo, no lo es menos en el campo de lo subjetivo, pues cada ser humano condicionado por su entorno cultural y su historia personal cuenta con características diversas que le ayudan a concordar o discordar con quienes lo rodean; tratar de definirnos es complejo, porque vamos cambiando en cada etapa de nuestra vida, y aunque hay cosas que permanecen en nuestra personalidad, estas son percibidas por nosotros y por los que nos rodean de diversos modos.

Solo cuando recurrimos a otro ser humano podemos comprendernos mejor, cuando nos identificamos en el rostro de otro ser humano podemos reconocer nuestra propia humanidad con sus virtudes y defectos, cuando nos contemplamos en el rostro del otro podemos reconocer nuestra propia dignidad y reconocer su dignidad, y entonces podemos entablar relaciones que nos ayudan a crecer humanamente.

2. Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?

Sin embargo, un riesgo que corremos es el de escuchar voces distorsionadas que nos colocan en lugares que no nos corresponden, sea por los sueños que tienen para nosotros (exaltarnos) o sea por el desprecio que tienen para con nosotros (eliminarnos). Esto representa un peligro si es que no tenemos bien afianzada nuestra propia identidad, o si nos encontramos en un momento de crisis, decisiones, discernimiento, ya que podemos perder nuestro rumbo.

Para Jesús, que se encuentra discerniendo sobre su misión, la crisis pareciera que se hace presente de esta manera, tiene muy clara su identidad, es el Hijo amado de Dios, pero las voces que escucha a su alrededor lo hacen pensar en la manera en que habrá de asumir su identidad, pues para algunos es un impostor (autoridades), para otros un milagrero que puede satisfacer sus necesidades (multitud)o alguien que ha perdido la razón y la noción de su realidad (parientes). Esas voces piden muchas cosas a Jesús desaparecer, callar, usar su poder para convencer a la gente de rebelarse, tomar el trono de Israel…

Jesús abre el diálogo preguntando a cerca de la opinión de los demás, aunque la sabe muy bien, quiere a raíz de esas respuestas saber si sus discípulos tienen la misma opinión de la gente o han descubierto algo diferente en su persona.

Ellos son su familia, sus amigos y cómplices, con ellos ha compartido la vida, los sueños, los triunfos y fracasos del ministerio, las penurias del camino y la generosidad de la gente; Jesús quiere saber si ellos lo asumen como un profeta más o si es en realidad alguien especial, si han decidido creer a las palabras de la gente o han decidido creer a las palabras y obras de Jesús.

3. Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo – Tú eres Pedro

De entre los discípulos es Pedro quien se atreve a dar una respuesta; y es que Pedro es un personaje interesante, a lo largo del evangelio, es una imagen fiel del discípulo osado que se atreve a dejarlo todo para seguirlo, que se equivoca, que se exaspera, pierde la fe por momentos, se rebela ante la voluntad del maestro, se deja llevar por sus intereses personales o el miedo; Pedro no es el discípulo perfecto, pero es profundamente humano, porque ¿Quién de nosotros no es como Pedro?¿Quien no ha hecho cosas como las de Pedro?

Y es esto lo que hace que su respuesta sea certera, Jesús puede reconocer en el rostro de Pedro su parte más humana y sabe que es la que le hablará con mayor sinceridad.

Pedro ha descubierto en Jesús, en sus palabras y acciones, el rostro de Dios, por eso reconoce en él al Hijo, al salvador; Pedro ha descubierto que Jesús no es ningún charlatán, menos aún un milagrero que pueda resolver sus necesidades o un desequilibrado que haya perdido la razón; para Pedro Jesús es alguien que trasciende a su comprensión, y aunque a veces sus actos van más allá de sus límites, que rayan en la locura o en la necedad como dicen los demás, sabe perfectamente que los planes del maestro aunque van por caminos difíciles siempre lo llevan al mayor bien.

Y Jesús, descubre que Pedro, más allá de ser un padre de familia, pescador, testarudo, es un hombre profundamente humano, lleno de fe, un hombre que puede fallarle y traicionarle, pero también con una profunda capacidad de levantarse y emprender de nuevo el camino, pedir perdón y buscar hacer mejor las cosas con la nueva oportunidad que se le da.

Ambos descubren que el otro no es alguien que se pueda comprender por lo que los demás digan, sino por lo que en persona se pueda experimentar; en adelante, Jesús será para Pedro su salvador personal, el Dios en el que quiere creer porque es todo amor y misericordia, y Pedro será para Jesús el amigo al que pueda confiar el cuidado de su familia la Iglesia, porque espera que esta tenga la misma fe que ha profesado Pedro.

4. Porque no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre

Hoy tantas voces se levantan contra el ser humano para hacerlo perder su esencia; algunos quieren exaltarle en demasía, haciendo de él merecedor de “derechos” que atentan contra su dignidad, contra la naturaleza y contra Dios mismo; otras más quieren cosificarlo, haciendo de él destinatario de ideologías, consumismo, hedonismo, que lo llevan al vacío y sinsentido existencial.

A la par, muchas voces se levantan contra Cristo, pretendiendo hacer de él un ideal utópico, una doctrina anacrónica, una representación de valores que la humanidad debió sepultar hace decenas de siglos, cuyo seguimiento solo lleva a la ignorancia, al dogmatismo y al fanatismo. Algunas otras pretenden hacer de él una idea que subsiste a base de tradiciones, de ritos, de costumbres, que aseguren una recompensa eterna.

Pero en medio de tantas voces, la comunidad de la Iglesia recuerda este pequeño diálogo entre Jesús y Pedro, diálogo que nos recuerda que el amor de Dios siempre sabrá decir la verdad sobre el hombre, y que la fe de Pedro y de la Iglesia siempre sabrá con certeza reconocer la presencia de su Señor, la garantía de ello está en que Dios mismo se nos ha querido revelar.

¿Quién es Jesús para ti? ¿Tu respuesta depende de tu experiencia de Él o de las voces que oyes alrededor? Recuerda que de tu respuesta dependerá lo que tú puedas saber sobre ti y reconozcas la misión que Dios te ha preparado. Que el Señor nos ayude a reconocernos en Él.

El resto de la reflexión depende de ti.

Bendecida semana.
Daniel de la Divina Misericordia C.P.


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