04 febrero 2024

«Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido» Marcos 1, 29-39 || Por: Daniel de la Divina Misericordia

 


V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

«Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido»
Marcos 1, 29-39

El seguimiento de Jesús tiene como fin natural la evangelización: nosotros que hemos recibido la Buena Nueva estamos invitados por el maestro a compartir esa buena nueva con quienes más la necesiten, porque el Evangelio es una riqueza que no se puede atesorar de manera egoísta, sino que se debe compartir a manos llenas, de otra manera se desvirtuaría su valor.

Esto es precisamente lo que Marcos nos ha querido mostrar a lo largo de los domingos precedentes: Jesús nos invita a seguirlo en su misión evangelizadora, no como testigos impasibles, sino como agentes actuantes en su misión liberadora. Pero ¿Dónde y cómo realiza Jesús dicha labor? En el pasaje de este domingo, el evangelista nos da pormenores de un día en la vida del maestro, en el cual va tocando los diversos puntos de la vida ordinaria del ser humano: el ámbito religioso (sinagoga), el ámbito familiar (casa de Simón), el ámbito publico (puerta) y el ámbito de lo personal (lugar solitario); en cada lugar Jesús evangeliza de forma distinta a través de diversas acciones que en su conjunto constituyen signos de la presencia del Reino de Dios.

Acompañemos al maestro en su jornada y aprendamos de sus palabras y acciones a ser evangelizadores como Él.

1. «Al salir Jesús de la sinagoga»

Ya el domingo anterior escuchábamos la relación de los acontecimientos en la sinagoga de Cafarnaúm, donde Jesús enseñó con autoridad y expulsó a un demonio que atormentaba a un hombre. La sinagoga era un espacio privilegiado para el encuentro del Pueblo de Israel, solo superado por el gran Templo de Jerusalén, ahí se reunían en torno a la escucha y la predicación de las Escrituras, era donde se podían sentir un solo pueblo en torno a su Dios, era el espacio donde se vivía la dimensión religiosa de todo israelita.

La sinagoga será muy importante para Jesús, no solo por su origen étnico, sino porque será el espacio desde donde comenzará sus predicaciones. Sin embargo, Jesús descubrirá que ni Dios, ni su Palabra, ni su Reino se pueden reducir a la sinagoga y sus reuniones, que lo religioso no puede reducirse a un tiempo y un espacio, sino que Dios es buscado y necesitado en todos los ámbitos de la vida humana, y su misión es hacerlo visible en esos lugares.

Los cristianos ya no nos reunimos en las sinagogas, pero si lo hacemos en nuestras iglesias, ahí escuchamos la Palabra de Dios, nos instruimos y servimos en los diferentes ministerios. Sin embargo, corremos el riesgo de querer reducir la fe solo al ámbito de lo eclesial, llevándonos a pretender que a Dios solo se le sirve en la Iglesia, que la participación en la vida pública y política de nada sirve, que no es querida por Dios, pues a él solo le importa el espíritu y no lo humano, por ello solo sirve vivir encerrados en los templos, encerrando a la Iglesia al interior de sus iglesias ¡nada más alejado de la realidad! Jesús sale de la sinagoga para encontrarse con la vida, para transformar en autentica religión la vida humana, pues de nada sirve una fe encerrada, una Palabra de Dios escuchada pero no aplicada. Jesús sale y nos invita a salir con Él.

2. «Fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés»

Jesús sale de la sinagoga, y al primer sitio al que se dirige es a la casa de los primeros discípulos. Es un aspecto interesante descubrir como en tan poco tiempo aquel pequeño grupo de cinco hombres han creado un lazo afectivo y familiar tan profundo que sin más la casa de dos de ellos pareciera la casa del grupo, de hecho, la casa de Simón en Cafarnaúm pasará a ser, en la tradición popular, la casa de la comunidad cristiana. Este primer aspecto nos deja una enseñanza preciosa: la fe nos hace familia, nos hace amigos.

Otro aspecto interesante es el encuentro con la suegra de Simón, enferma y en cama, privada de poder realizar sus labores cotidianas. La forma en que Marcos describe la curación de esta mujer esta llena de detalles hermosos: Jesús la tomó de la mano y la levantó; no porque aquella mujer fuese una anciana y necesitara de un apoyo físico, sino porque aquella mujer necesitaba a alguien que le diera motivación para levantarse, por eso el evangelista describe la desaparición de la fiebre posterior al gesto de Jesús: no es que al desaparecer la fiebre la mujer se puso de pie y Jesús le ayudó a levantarse, sino que, la fiebre desapareció por la ternura con que Jesús ayudó a la enferma a ponerse en pie.

Ambos aspectos nos muestran como Jesús introduce la buena nueva en la familia de Simón y Andrés, que ahora es su propia familia, no lo hace con un discurso, ni con señales mágicas o ritos misteriosos, lo hace con un gesto de ternura que transforma por completo el ambiente familiar: la preocupación, el dolor y la tristeza de aquella familia por aquel miembro enfermo se troca en alegría; la misma enferma se pone en pie y con fervor se dispone a servir, quizá a la mesa, quizá en una fiesta improvisada para agradecer su curación.

Este último detalle es de vital importancia, pues pone de manifiesto que a quien Jesús pone de pie le es necesario ponerse a servir, que quien recibe sus favores se siente invitado a retribuirlo con servicio a los demás, que quien recibe la Buena Nueva se transforma en Buena Nueva para otros.

Jesús y su Buena Nueva entran en nuestras relaciones de familia y de amistad, se preocupa por lo que nos pasa, no es indiferente ante nuestros sueños y aspiraciones, a nuestros problemas y dificultades, los asume como suyos porque se asume como parte de nuestra familia; viene a curar a nuestros miembros enfermos por la rutina, la infidelidad, el cansancio, los golpes de la vida, pero sobre todo, para que nuestras familias sean semilla de Buena nueva.

Pero también, quiere que la gran familia de la Iglesia deje de ser una corporación fría de miembros que se reúnen de forma anónima una vez a la semana para orar unos por otros pero sin conocerse, por el contrario, quiere que seamos una comunidad familiar, de amigos en su nombre que nos conozcamos, que nos preocupemos, como Él lo hizo con las necesidades de la familia de Simón. En la semana escuchaba a una persona decir: a la Iglesia venimos a orar, a encontrarnos con Dios, no a saludar personas, ni convivir con ellas, para eso hay otros espacios, ¿estaría Jesús de acuerdo con un planteamiento así?

3. «Todo el pueblo se apiño junto a la puerta»

Terminada la estancia en casa de Simón, el evangelista nos muestra a una multitud aglomerada en la puerta; ¿de que puerta se trata? Probablemente podríamos pensar que al esta en la casa de Simón quizá estaría a la puerta de la casa, pero Marcos no da mayor detalle; probablemente se refiere a la puerta de aquel poblado, un espacio público en donde los mercaderes se reunían para ofrecer sus mercancías, donde los viajeros platicaban las ultimas noticias de lugares remotos, donde se hacían los anuncios oficiales de las autoridades, los ancianos se sentaban a instruir o resolver los conflictos, un espacio donde el pueblo podía convivir.

En este espacio Jesús curó a todos aquellos que se le acercaron, a quienes tuvieron la capacidad de reconocer sus necesidades y confiar en la ayuda del maestro. Jesús curó y expulsó a los demonios, ordenándoles no revelar su identidad de Hijo de Dios, es la segunda vez que el maestro se enfrenta directamente con el mal. Es curioso como nadie le impide ejercer su labor, nadie lo cuestiona, le dejan en entera libertad, no hay médicos que cuestionen sus métodos curativos, ni sacerdotes que contradigan sus formulas de exorcismo, no hay autoridades reclamando que trastorna el orden y la paz, o cobrándole impuestos; todo transcurre en paz y armonía, la sociedad entera se deja maravillar por la acción de Jesús.

Nuestras sociedades necesitan también de la presencia sanadora de Jesús, nuestros espacios públicos tienen tantas enfermedades y demonios que necesitan ser iluminados por la Buena Nueva; ahí hacemos falta nosotros, con nuestro testimonio, con nuestro trabajo, con nuestras palabras y obras evangelizadoras. Necesitamos recuperar los espacios públicos, pero no como lo hacen los merolicos que ofrecen mercancías y soluciones rápidas a los problemas, ni como los movimientos proselitistas que pretenden afiliar a las personas a sus filas con promesas de dadivas, mucho menos con protestas violentas; nos urge recuperar el espacio publico al estilo de Jesús, con gestos de bondad y ternura, con caricias y miradas misericordiosas, con palabras coherentes y verdaderas.

Nos urgen médicos que curen enfermedades por amor y no por dinero, abogados que expulsen la corrupción con la honestidad, profesores que sanen la ignorancia y expulsen la mentira con autenticas enseñanzas, una Iglesia que de razón de su fe de forma coherente y creíble. Y ahí es donde nosotros tenemos nuestra labor, llevar el Evangelio a la puerta, donde todos puedan encontrarlo, pero para eso necesitamos salir de la seguridad que nos brindan nuestras sinagogas personales, y arriesgarnos a ser la diferencia.

4. «Fue a un lugar solitario»

La jornada de Jesús continua en un lugar apartado, cobijado por el silencio y la paz de la madrugada. Jesús se introduce en este espacio para orar, para encontrarse con su Padre, seguramente para presentarle todos los rostros con quien se ha encontrado, para pedirle por sus necesidades, para agradecer su presencia y su acción en medio de todos ellos.

Marcos nos revela que en aquella noche Jesús hizo un discernimiento profundo ante la presencia del Padre, ¿dónde y cómo continuar con su misión? Seguramente Jesús comprendió que por mucha necesidad que tuviera aquel lugar no podía quedarse para siempre ahí, era preciso salir a otros lugares donde la Buena Nueva era esperada; en el ámbito de lo privado, de lo íntimo, queda ese encuentro, ese dialogo entre Jesús y su Padre, de esa relación filial y amorosa; nos sabemos con qué palabras o de qué forma Jesús escuchó la voz que le invitó a convertirse en un predicador itinerante; lo que si nos cuenta es que Jesús recibe la confirmación de su decisión por parte de la comunidad, pues las palabras de los discípulos “todos te andan buscando” le ratifican lo que en la intimidad ya le ha dicho el Padre.

En los últimos años, la Iglesia nos ha invitado al movimiento sinodal, a recuperar la escucha de la comunidad unida a la escucha de la Palabra en la oración. No es una novedad, ya Jesús nos muestra como la voz de la comunidad confirma lo que Dios ya ha dicho: ambas voces no pueden equivocarse. Por ello es tan importante la relación de Jesús con su Padre y con su comunidad, pues de la mano de ambos no puede equivocarse. Ejemplo sin duda imitable, por la Iglesia y por cada cristiano, no podemos prescindir de ninguna voz.

El relato concluye con una invitación de Jesús “Vayamos…”, emprende esta nueva etapa de su misión con la firme convicción de que no puede hacerlo solo, necesita a su comunidad, a sus hermanos que además son sus amigos, para tan grande labor. Dice el evangelista que recorrió toda la Galilea, no solo una parte, unos cuantos pueblo, fue toda aquella región, repitiendo su jornada: predicando en las sinagogas, y expulsando demonios y enfermedades en los hogares y en las plazas, siempre en constante comunión con el Padre en la oración, siempre bajo la acción del Espíritu Santo manifestada en su comunidad.

Jesús nos dice “Vayamos…”, llevemos el Evangelio a las sinagogas, a las casas, a las puertas de nuestro tiempo; evangelicemos nuestros espacios religiosos, familiares y públicos; anunciemos el Evangelio con nuestras palabras y nuestros gestos de misericordia, porque “para esto hemos venido”, porque como la suegra de Simón, para ese nos ha levantado el Señor: para servir.

El resto de la reflexión depende de ti.

Bendecida Semana.

Daniel de la Divina Misericordia C.P.

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