V
DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
«Vamos
a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso
he venido»
Marcos 1, 29-39
El
seguimiento de Jesús tiene como fin natural la evangelización: nosotros que
hemos recibido la Buena Nueva estamos invitados por el maestro a compartir esa
buena nueva con quienes más la necesiten, porque el Evangelio es una riqueza
que no se puede atesorar de manera egoísta, sino que se debe compartir a manos
llenas, de otra manera se desvirtuaría su valor.
Esto
es precisamente lo que Marcos nos ha querido mostrar a lo largo de los domingos
precedentes: Jesús nos invita a seguirlo en su misión evangelizadora, no como
testigos impasibles, sino como agentes actuantes en su misión liberadora. Pero
¿Dónde y cómo realiza Jesús dicha labor? En el pasaje de este domingo, el
evangelista nos da pormenores de un día en la vida del maestro, en el cual va
tocando los diversos puntos de la vida ordinaria del ser humano: el ámbito
religioso (sinagoga), el ámbito familiar (casa de Simón), el ámbito publico (puerta)
y el ámbito de lo personal (lugar solitario); en cada lugar Jesús evangeliza de
forma distinta a través de diversas acciones que en su conjunto constituyen
signos de la presencia del Reino de Dios.
Acompañemos
al maestro en su jornada y aprendamos de sus palabras y acciones a ser
evangelizadores como Él.
1. «Al salir Jesús de la
sinagoga»
Ya
el domingo anterior escuchábamos la relación de los acontecimientos en la
sinagoga de Cafarnaúm, donde Jesús enseñó con autoridad y expulsó a un demonio
que atormentaba a un hombre. La sinagoga era un espacio privilegiado para el
encuentro del Pueblo de Israel, solo superado por el gran Templo de Jerusalén,
ahí se reunían en torno a la escucha y la predicación de las Escrituras, era
donde se podían sentir un solo pueblo en torno a su Dios, era el espacio donde
se vivía la dimensión religiosa de todo israelita.
La
sinagoga será muy importante para Jesús, no solo por su origen étnico, sino
porque será el espacio desde donde comenzará sus predicaciones. Sin embargo,
Jesús descubrirá que ni Dios, ni su Palabra, ni su Reino se pueden reducir a la
sinagoga y sus reuniones, que lo religioso no puede reducirse a un tiempo y un
espacio, sino que Dios es buscado y necesitado en todos los ámbitos de la vida
humana, y su misión es hacerlo visible en esos lugares.
Los
cristianos ya no nos reunimos en las sinagogas, pero si lo hacemos en nuestras
iglesias, ahí escuchamos la Palabra de Dios, nos instruimos y servimos en los
diferentes ministerios. Sin embargo, corremos el riesgo de querer reducir la fe
solo al ámbito de lo eclesial, llevándonos a pretender que a Dios solo se le
sirve en la Iglesia, que la participación en la vida pública y política de nada
sirve, que no es querida por Dios, pues a él solo le importa el espíritu y no
lo humano, por ello solo sirve vivir encerrados en los templos, encerrando a la
Iglesia al interior de sus iglesias ¡nada más alejado de la realidad! Jesús
sale de la sinagoga para encontrarse con la vida, para transformar en autentica
religión la vida humana, pues de nada sirve una fe encerrada, una Palabra de
Dios escuchada pero no aplicada. Jesús sale y nos invita a salir con Él.
2. «Fue con Santiago y
Juan a casa de Simón y Andrés»
Jesús
sale de la sinagoga, y al primer sitio al que se dirige es a la casa de los
primeros discípulos. Es un aspecto interesante descubrir como en tan poco
tiempo aquel pequeño grupo de cinco hombres han creado un lazo afectivo y
familiar tan profundo que sin más la casa de dos de ellos pareciera la casa del
grupo, de hecho, la casa de Simón en Cafarnaúm pasará a ser, en la tradición
popular, la casa de la comunidad cristiana. Este primer aspecto nos deja una
enseñanza preciosa: la fe nos hace familia, nos hace amigos.
Otro
aspecto interesante es el encuentro con la suegra de Simón, enferma y en cama,
privada de poder realizar sus labores cotidianas. La forma en que Marcos
describe la curación de esta mujer esta llena de detalles hermosos: Jesús la
tomó de la mano y la levantó; no porque aquella mujer fuese una anciana y
necesitara de un apoyo físico, sino porque aquella mujer necesitaba a alguien
que le diera motivación para levantarse, por eso el evangelista describe la
desaparición de la fiebre posterior al gesto de Jesús: no es que al desaparecer
la fiebre la mujer se puso de pie y Jesús le ayudó a levantarse, sino que, la
fiebre desapareció por la ternura con que Jesús ayudó a la enferma a ponerse en
pie.
Ambos
aspectos nos muestran como Jesús introduce la buena nueva en la familia de
Simón y Andrés, que ahora es su propia familia, no lo hace con un discurso, ni
con señales mágicas o ritos misteriosos, lo hace con un gesto de ternura que
transforma por completo el ambiente familiar: la preocupación, el dolor y la
tristeza de aquella familia por aquel miembro enfermo se troca en alegría; la
misma enferma se pone en pie y con fervor se dispone a servir, quizá a la mesa,
quizá en una fiesta improvisada para agradecer su curación.
Este
último detalle es de vital importancia, pues pone de manifiesto que a quien
Jesús pone de pie le es necesario ponerse a servir, que quien recibe sus
favores se siente invitado a retribuirlo con servicio a los demás, que quien
recibe la Buena Nueva se transforma en Buena Nueva para otros.
Jesús
y su Buena Nueva entran en nuestras relaciones de familia y de amistad, se
preocupa por lo que nos pasa, no es indiferente ante nuestros sueños y
aspiraciones, a nuestros problemas y dificultades, los asume como suyos porque se
asume como parte de nuestra familia; viene a curar a nuestros miembros enfermos
por la rutina, la infidelidad, el cansancio, los golpes de la vida, pero sobre
todo, para que nuestras familias sean semilla de Buena nueva.
Pero
también, quiere que la gran familia de la Iglesia deje de ser una corporación
fría de miembros que se reúnen de forma anónima una vez a la semana para orar
unos por otros pero sin conocerse, por el contrario, quiere que seamos una
comunidad familiar, de amigos en su nombre que nos conozcamos, que nos
preocupemos, como Él lo hizo con las necesidades de la familia de Simón. En la
semana escuchaba a una persona decir: a la Iglesia venimos a orar, a
encontrarnos con Dios, no a saludar personas, ni convivir con ellas, para eso
hay otros espacios, ¿estaría Jesús de acuerdo con un planteamiento así?
3. «Todo el pueblo se
apiño junto a la puerta»
Terminada
la estancia en casa de Simón, el evangelista nos muestra a una multitud
aglomerada en la puerta; ¿de que puerta se trata? Probablemente podríamos
pensar que al esta en la casa de Simón quizá estaría a la puerta de la casa,
pero Marcos no da mayor detalle; probablemente se refiere a la puerta de aquel
poblado, un espacio público en donde los mercaderes se reunían para ofrecer sus
mercancías, donde los viajeros platicaban las ultimas noticias de lugares
remotos, donde se hacían los anuncios oficiales de las autoridades, los
ancianos se sentaban a instruir o resolver los conflictos, un espacio donde el
pueblo podía convivir.
En
este espacio Jesús curó a todos aquellos que se le acercaron, a quienes
tuvieron la capacidad de reconocer sus necesidades y confiar en la ayuda del
maestro. Jesús curó y expulsó a los demonios, ordenándoles no revelar su
identidad de Hijo de Dios, es la segunda vez que el maestro se enfrenta
directamente con el mal. Es curioso como nadie le impide ejercer su labor,
nadie lo cuestiona, le dejan en entera libertad, no hay médicos que cuestionen
sus métodos curativos, ni sacerdotes que contradigan sus formulas de exorcismo,
no hay autoridades reclamando que trastorna el orden y la paz, o cobrándole
impuestos; todo transcurre en paz y armonía, la sociedad entera se deja
maravillar por la acción de Jesús.
Nuestras
sociedades necesitan también de la presencia sanadora de Jesús, nuestros
espacios públicos tienen tantas enfermedades y demonios que necesitan ser
iluminados por la Buena Nueva; ahí hacemos falta nosotros, con nuestro
testimonio, con nuestro trabajo, con nuestras palabras y obras evangelizadoras.
Necesitamos recuperar los espacios públicos, pero no como lo hacen los
merolicos que ofrecen mercancías y soluciones rápidas a los problemas, ni como
los movimientos proselitistas que pretenden afiliar a las personas a sus filas
con promesas de dadivas, mucho menos con protestas violentas; nos urge
recuperar el espacio publico al estilo de Jesús, con gestos de bondad y
ternura, con caricias y miradas misericordiosas, con palabras coherentes y
verdaderas.
Nos
urgen médicos que curen enfermedades por amor y no por dinero, abogados que
expulsen la corrupción con la honestidad, profesores que sanen la ignorancia y
expulsen la mentira con autenticas enseñanzas, una Iglesia que de razón de su
fe de forma coherente y creíble. Y ahí es donde nosotros tenemos nuestra labor,
llevar el Evangelio a la puerta, donde todos puedan encontrarlo, pero para eso
necesitamos salir de la seguridad que nos brindan nuestras sinagogas
personales, y arriesgarnos a ser la diferencia.
4. «Fue a un lugar
solitario»
La
jornada de Jesús continua en un lugar apartado, cobijado por el silencio y la
paz de la madrugada. Jesús se introduce en este espacio para orar, para
encontrarse con su Padre, seguramente para presentarle todos los rostros con
quien se ha encontrado, para pedirle por sus necesidades, para agradecer su
presencia y su acción en medio de todos ellos.
Marcos
nos revela que en aquella noche Jesús hizo un discernimiento profundo ante la
presencia del Padre, ¿dónde y cómo continuar con su misión? Seguramente Jesús comprendió
que por mucha necesidad que tuviera aquel lugar no podía quedarse para siempre
ahí, era preciso salir a otros lugares donde la Buena Nueva era esperada; en el
ámbito de lo privado, de lo íntimo, queda ese encuentro, ese dialogo entre
Jesús y su Padre, de esa relación filial y amorosa; nos sabemos con qué
palabras o de qué forma Jesús escuchó la voz que le invitó a convertirse en un
predicador itinerante; lo que si nos cuenta es que Jesús recibe la confirmación
de su decisión por parte de la comunidad, pues las palabras de los discípulos
“todos te andan buscando” le ratifican lo que en la intimidad ya le ha dicho el
Padre.
En
los últimos años, la Iglesia nos ha invitado al movimiento sinodal, a recuperar
la escucha de la comunidad unida a la escucha de la Palabra en la oración. No
es una novedad, ya Jesús nos muestra como la voz de la comunidad confirma lo
que Dios ya ha dicho: ambas voces no pueden equivocarse. Por ello es tan
importante la relación de Jesús con su Padre y con su comunidad, pues de la
mano de ambos no puede equivocarse. Ejemplo sin duda imitable, por la Iglesia y
por cada cristiano, no podemos prescindir de ninguna voz.
El
relato concluye con una invitación de Jesús “Vayamos…”, emprende esta nueva
etapa de su misión con la firme convicción de que no puede hacerlo solo,
necesita a su comunidad, a sus hermanos que además son sus amigos, para tan
grande labor. Dice el evangelista que recorrió toda la Galilea, no solo una
parte, unos cuantos pueblo, fue toda aquella región, repitiendo su jornada:
predicando en las sinagogas, y expulsando demonios y enfermedades en los
hogares y en las plazas, siempre en constante comunión con el Padre en la
oración, siempre bajo la acción del Espíritu Santo manifestada en su comunidad.
Jesús
nos dice “Vayamos…”, llevemos el Evangelio a las sinagogas, a las casas, a las
puertas de nuestro tiempo; evangelicemos nuestros espacios religiosos,
familiares y públicos; anunciemos el Evangelio con nuestras palabras y nuestros
gestos de misericordia, porque “para esto hemos venido”, porque como la suegra
de Simón, para ese nos ha levantado el Señor: para servir.
El
resto de la reflexión depende de ti.
Bendecida
Semana.
Daniel de la Divina Misericordia C.P.
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