10 junio 2023

«Yo quiero misericordia y no sacrificios.» Mateo 9,13 | X DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO | Daniel de la Divina Misericordia C.P.


X DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

«Yo quiero misericordia y no sacrificios.» Mateo 9,13


Retomamos el curso del Tiempo Ordinario siguiendo el itinerario del ciclo A, marcado por la lectura del Evangelio según san Mateo; por ello es necesario recordar que el evangelista redacta esta obra en la que pretende presentar a Jesús como el auténtico Mesías esperado por Israel, en quien se cumplen las escrituras y que viene a ser el Emanuel «Dios con nosotros»; de ahí que todo el texto este en constante referencia al Antiguo testamento señalado como las acciones de Jesús son el cumplimiento de este y como Dios se hace presente en la historia de forma sencilla y cercana.

Al retomar la lectura del Evangelio según san Mateo, la liturgia de la Palabra nos invita a contemplar la fidelidad y la misericordia gratuitas de Dios, quien solo exige de sus hijos completa confianza en ellas. Dejemos, pues, que la Palabra de vida ilumine nuestra propia historia, marcada por el pecado y la infidelidad, para que, animados por el amor de Jesús, nos abandonemos confiados en la misericordia divina.


1.      Entre fidelidad e infidelidad

«Porque yo quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios, más que holocaustos» Oseas 6,6.

La historia de Oseas, de la que está tomada la primera lectura (Oseas 6, 3-6), es una historia marcada por la infidelidad de su esposa, a quien a pesar de rescatar de la prostitución, esta se entrega a otro hiriendo así el corazón amante del profeta.

Esta historia enmarca el contexto histórico de Israel en el que Oseas realiza su ministerio: las constantes luchas internas por hacerse del poder de la monarquía habían sumido al reino en la anarquía, la violencia y la inseguridad, donde los más pobres eran los más afectados, mientras que algunos buscaban establecer alianza con las grandes potencias extranjeras como Asiria o Egipto, entregándose así, prostituyéndose, a los extranjeros como lo hizo la esposa de Oseas; por otro lado, dicha situación social llevó a la degradación de la conciencia religiosa del pueblo, quienes desesperados buscaron refugio en otros dioses poniendo en ellos su confianza, prostituyéndose con ellos y abandonando a Dios, así como le aconteció al profeta con su esposa.

La historia del profeta con su esposa y la de Dios con su pueblo se identifican, pues ambos han sufrido la infidelidad y la traición; sin embargo, la respuesta de ambos no está en el abandono sino en la compasión, pues ante la infidelidad de la “amada” ambos permanecen fieles, Oseas busca a su esposa y la lleva de nuevo a su hogar, y Dios anuncia el perdón del pecado de su pueblo.

Para Dios el gran pecado de la historia de Israel no es la idolatría ni la alianza con extranjeros, sino en la actitud que subyace en el fondo: la desconfianza, pues frente al aparente silencio y abandono de Dios se deposita la fe en personas o cosas que dan una cierta seguridad: el dinero, el placer, el poder, las diversiones, cosas pasajeras que al caducar sumen a la persona en un abandono que lo lleva a la desintegración de la propia vida.

Si Dios insiste en la necesidad de la misericordia, como escuchamos en la primera lectura, es porque solo regresando a Él y depositando completamente la confianza en su amor, es posible la superación del pecado y la vuelta a la vida de la gracia a través del perdón.

Desafortunadamente, muchas veces pensamos que el perdón de Dios es muy costoso y solo se gana a base de largas penitencias y plegarias, de costosas ofrendas y sacrificios, olvidando que es gracia, un don auténticamente desinteresado y gratuito de Dios; el profeta al rescatar a su esposa no exige ninguna retribución, simplemente busca recuperar el amor de la esposa a base de ternura y cariño, Dios por su parte no exige sacrificios para perdonar a su pueblo, en cambio, promete la superación de la traición con un nuevo enamoramiento, como el novio enamora a la novia, aun cuando sepa que el corazón de su pueblo es voluble y su amor es muy débil y pasajero.

A la luz de esta breve reflexión te invito a hacer una relectura de este pasaje de Oseas, y meditar un poco en tu relación con Dios, viendo las veces que has traicionado su amor, pero sobre todo contemplando como te ha tratado con mucha misericordia.


2.      La confianza robustece el amor

«Abraham, esperando contra toda esperanza, creyó» Romanos 4,18

¿Es posible mantener la confianza en Dios aun cuando todo parece estar perdido? San Pablo responde afirmativamente en el fragmento de la carta a los Romanos que escuchamos en la segunda lectura (Romanos 4,18-25). Para ilustrarnos ocupa la experiencia de Abraham a quien Dios le había prometido una descendencia innumerable, sin embargo, al pasar los años la ancianidad le llegaba y la promesa no se cumplía, pero a pesar de ello se mantuvo fiel confiando en la fidelidad y la veracidad de Dios, y así por el nacimiento de Isaac llegó a ser padre de una muchedumbre.

Pablo además usa otro ejemplo, el de Cristo Jesús; para el cristiano la garantía de que la fidelidad de Dios es inquebrantable está en la resurrección de su Hijo; Jesús pudo bien salvarse de la cruz, pero ello implicaba desdecirse de su predicación, y más aún, implicaría abandonar el proyecto del Padre de mostrarnos su amor eterno y sin límites; por ello Jesús abraza la cruz y nos muestra que no importa cuanto se pueda sufrir, siempre será mejor mantener la confianza en Dios que tiene la última palabra; así, la resurrección de Jesús es la acción que cumple la promesa de Dios: quien permanece fiel a Él no quedará defraudado.

Por ello, frente a las desavenencias de la vida, del dolor, la enfermedad, la muerte, y de nuestros propios pecados, debemos siempre confiar en que Dios, como dice el popular refrán, sabe escribir derecho en renglones torcidos, y que siempre tendrá para nosotros, porque nos ama, gestos de amor y misericordia, y es que sí, por difícil que parezca, es en medio de lo más oscuro y doloroso de la vida donde la se prueba la fe y donde se comprueba la grandeza del divino amor.


Hagamos una nueva pausa, y pensemos ahora en todas aquellas situaciones en las que Dios nos ha mostrado su fidelidad, quizá cumpliendo nuestras expectativas, pero también de las veces en que siendo contrario a nuestros propios planes nos ha llevado a crecer, a mejorar, a la plenitud.


3.  La confianza que nace del perdón

«Yo no he venido por los justos, sino por los pecadores» Mateo 9,13

Lo que hemos dicho hasta ahora nos ayudará a comprender bien la perícopa de Mateo que escuchamos el día de hoy (Mateo 9,9-13).

Es un relato vocacional, nos narra como Mateo pasa de ser un recaudador de impuestos a discípulo de Jesús. Habrá que entender primero el contexto de Mateo para comprender lo extraordinario de su llamada; hasta el momento el grupo de seguidores de Jesús se había compuesto por algunos pescadores de Galilea (Pedro, Andrés, Santiago, Juan) y de algunos que se habían beneficiado de sus milagros o habían encontrado consuelo en sus palabras, todos ellos personas que en medio de las dificultades de la vida buscaban ser buenos y ganarse el sustento de una manera sencilla y honrada como era la pesca.

Los seguidores de Jesús seguramente conocían bien a Mateo, pues más de una vez habrían pasado frente a su mesa de recaudador para pagar los impuestos, y ser víctimas, como muchas veces pasaba, de la injusticia y el fraude de quienes se enriquecían a costa de la pobreza de otros.

¿Alguna vez te has imaginado la reacción de los seguidores de Jesús cuando lo vieron pasar junto a Mateo invitándolo a seguirlo? Poco antes, en el sermón del monte, Jesús había proclamado dichosos a los pobres, sencillos, sufrientes y perseguidos, invitándolos a perseverar en su lucha pacifica y paciente frente a la injusticia y a sus provocadores ¿Qué tan coherente sería su discurso si ahora invita a uno de esos probadores a la comunidad? Seguramente esto causó un escándalo entre sus seguidores como entre sus detractores, el mismo Mateo nos cuenta las murmuraciones de los fariseos.

¡Qué difícil debió ser para Pedro, Andrés, Juan y Santiago sentarse a la mesa con Mateo! ¡Qué difícil comprender por qué debían sentirse pecadores ellos que se tendrían por mejores que Mateo! Pero más difícil aún debió ser para Mateo aguantar las críticas, los señalamientos, los reproches de quienes no comprendieron la acción de Jesús, y más aún, que difícil debió ser mantener la confianza en que la invitación a seguirlo era real y era posible.

La actitud de Mateo es ejemplar, pues no hay palabras de cuestionamiento o de rechazo a la invitación de Jesús, simplemente permanece en la mesa de los publicanos y pecadores, comiendo con Jesús que ha decidido compartir el pan con ellos. Mateo reconoce su condición, no la oculta ni rechaza, es un pecador, sabe que ha cambiado la justicia por unas monedas, que ha traicionado la ley de Dios y perdido la confianza de sus compatriotas al prostituirse aliándose al poder extranjero haciéndose recaudador de impuestos (recuerda la historia de Oseas); pero tampoco rechaza el amor misericordioso de Jesús que no lo ha señalado ni rechazado, que simplemente ha pasado y lo ha mirado con ternura invitándolo a seguirlo y que se ha abajado hasta su realidad, aun a riesgo de ser señalado, un gesto que lo anima a confiar en Él y abandonar sus falsas seguridades para esperar, aun cuando todo parece contrario, en quien viene por los que se reconocen pecadores.

Mateo no pregunta que debe hacer para ganar el perdón, simplemente lo acepta como don gratuito, y no sella el momento con un sacrificio ritual, sino que ofrenda una comida festiva para celebrar su amistad con Jesús, y a ella invita a quienes como él, se sienten necesitados de misericordia, quienes han visto que su pecado no es ni la corrupción ni la prostitución sino la desconfianza y deciden renunciar a su pecado confiando, a diferencia de los fariseos que siguen seguros de que la salvación les vendrá por cumplir los preceptos tradicionales en los que han abandonado su confianza por encima de Dios.

La confianza de Mateo abre el camino para que otros que como él se sienten pecadores, confíen en Jesús, que viene a salvarlos de forma gratuita; la confianza de Mateo, que provoca la sentencia de Jesús de su prioridad por los pecadores y rechazados, provoca en los otros discípulos la necesidad de reconocerse y sentarse a la mesa de los pecadores que se sienten amados y perdonados; la confianza de Mateo contrasta con la actitud escandalizada y cerrada de los fariseos. Mateo, sin darse cuenta desde el primer momento con su ejemplo, evangelizó a otros, incluso a los mismos evangelizadores.

Para sintetizar la experiencia, Jesús recurre a la experiencia de Oseas, citando el pasaje que leíamos en la primera lectura, e invitando a sus detractores a analizarla para aprender como su modo de actuar, está discorde al deseo de Dios que se encarna en el modo de actuar de Jesús que es “Dios con nosotros”.

Concluyamos nuestra reflexión preguntándonos: ¿Qué actitud quieres asumir frente a la misericordia de Dios? ¿Quieres confiar como Mateo y los demás pecadores y aceptar agradecido el perdón de Dios? ¿Será necesario reconocer con humildad la necesidad del perdón al margen de la autopercepción de justicia? ¿Quieres vivir confiando en tus propios méritos para salvarte aun cuando estos te alejen de Dios?

El resto de la reflexión depende de ti.

Bendecida semana.

Daniel de la Divina Misericordia C.P. 


No olvides suscribirte a este blog o a nuestro grupo de WhatsApp y visitarnos en YoutubeFacebook , Spotify  y ahora en TikTok

No hay comentarios:

Publicar un comentario