DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO
«No tengan miedo…» Mateo 10,26
El miedo es una de las mociones más naturales en el ser
humano, porque está profundamente ligada al instinto de supervivencia. Frente a
cualquier amenaza y peligro se desencadena el miedo, en mayor o menor medida,
que hace reaccionar al ser humano, quizá para defenderse o para huir, pero
siempre en miras a defender la integridad de su vida, así, el miedo puede
convertirse en nuestro mejor aliado; lo anterior queda demostrado al ver que
hay personas que por alguna enfermedad mental no logran percibir miedo, y por
lo tanto no pueden percibir de forma adecuada el peligro y esto los lleva
constantemente a arriesgarse, poniéndolos de forma constante en peligro de
perder la vida.
Si el miedo es algo natural y muy humano, ¿por qué Jesús nos
invita a no tener miedo? Sí, en la lectura del Evangelio de este domingo en
tres ocasiones lanza esta invitación a sus oyentes al hablar de la forma de
proceder de sus discípulos. En realidad Jesús no quiere que dejemos de sentir
miedo, sino que no nos dejemos dominar por él, porque cuando el miedo se
transforma en una compulsión entonces enferma al ser humano, y entonces todo lo
que lo rodea se transforma en enemigo y amenaza y vive con una permanente
actitud defensiva, entonces el miedo se convierte en el peor enemigo.
Esto mismo es lo que nos describe Jeremías en la primera
lectura (Jeremías 20,10-13), pues su manera de actuar y hablar en nombre de
Dios lo había hecho convertirse en una supuesta amenaza para quienes lo
rodeaban, el profeta que les mostraba un camino de salvación frente a sus
oyentes se había convertido en un aparente peligro, pues su mensaje amenazaba
sus falsas seguridades, entran entonces en un estado de paranoia y es por ello
que buscan la manera de deshacerse de él.
¿Cómo asimilar entonces el miedo? Frente a cualquier peligro
lo primero es discernir si este es realmente una amenaza o una construcción de
nuestro pensamiento, después hay que medirlo, ver si podemos vencerlo para
entonces enfrentarlo y librarnos de la amenaza, o bien, si es algo que nos sobrepasa
ser prudentes y resguardarnos para cuidar nuestra integridad, para, en
consecuencia, actuar.
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En la vida espiritual, Jesús nos invita a ver de forma
realista que no hay verdadera amenaza fuera de no aceptar amor misericordioso
de Dios y sumirnos en el miedo de que nuestros pecados nos alejen de Dios, pues
para el Padre de la misericordia, nosotros somos más valiosos que todo el
universo entero y nos ha ofrendado su vida misma como prenda de perdón, esto
mismo nos lo explica san Pablo en la segunda lectura de hoy (Romanos 5,12-15)
al proponernos a consideración que aun frente al más grande pecado no hay
proporción con el don del perdón de Dios, que borra la culpa y desborda aún más
generosamente.
Si ligamos el Evangelio de este día con los dos domingos
pasados nos daremos cuenta de que Jesús nos invita a superar el miedo con la
confianza. Mateo (Domingo X) se asumía como un gran pecador y sin embargo
confió en la invitación de Jesús a seguirlo, se dio cuenta de que aquel hombre
que le pedía renunciar a su vida de “negocios turbios” no era una amenaza, que
lo que realmente era un peligro era aferrarse a las actitudes que lo alejaban
de los demás y que lo llevaban a la opresión y la injusticia sobre sus
hermanos, logró domar sus miedos, lo venció y se liberó no solo del miedo si no
del auténtico peligro. Lo mismo vale para los otros apóstoles enviados a
anunciar el Evangelio (Domingo XI), quienes seguramente se enfrentaron al temor
de no estar capacitados para tal misión, dejar sus familias y bienes, los peligros
y adversidades del camino y emprender la labor.
Jesús nos invita hoy por tanto a vencer el miedo con la
confianza, pues no hay nada en el mundo que no pueda ser vencido por el amor
inmenso que Dios nos tiene. ¿Qué miedo te detiene para dejarte abrazar por el
perdón misericordioso de Dios y ser auténticamente feliz? ¿Qué miedo te detiene
para transformarte en un evangelizador que ayude a otros a superar sus miedos?
¿Son reales tus miedos? ¿Jesús no es más grande que ellos como para vencerlos?
No tengas miedo, solo confía en Jesús. El resto de la reflexión depende de ti.
Bendecida semana.
Daniel de la Divina Misericordia C.P.
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