04 febrero 2023

5 de febrero de 2023. V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 


«El justo brillará como una luz en las tinieblas» Salmo 111,4

Un elemento fundamental en la liturgia es la luz. Vemos que la disposición de los espacios litúrgicos están profusamente iluminados, sea con luz natural (como no pensar en los hermosos vitrales), sea por luz artificial tanto en las lámparas como en las velas que adorna el altar. En diversas celebraciones litúrgicas vemos la luz como un elemento fundamental: el tiempo pascual se inaugura con el solemne rito de la bendición del fuego nuevo y el encendido del cirio pascual que arderá por espacio de cincuenta días, signo de Cristo luz del mundo; hace pocos días celebramos la fiesta de la presentación del Señor, cuya liturgia comienza con la bendición, encendido y procesión de las velas, recordándonos que la luz del Señor ilumina nuestras vidas; al inicio de la vida cristiana, durante el bautismo, se le entrega al creyente una vela, signo de su fe en Cristo, que debe mantener encendida siempre; y al final de su paso por esta tierra, se enciende junto a su cuerpo el cirio pascual, signo de esperanza en la resurrección del Señor. La liturgia como maestra nos enseña a través de estos signos.


En domingos pasados meditábamos en la importancia de nuestros ojos, pero que son obsoletos si no tienen luz, pues nuestros ojos requieren la luz para poder ver, pues si vivimos en las tinieblas nos exponemos a muchos peligros; la luz que ilumina nuestra vida como cristianos es la Palabra de Dios que es « luz en mi camino y lampara para mis pasos» (Salmo 119,105)  (Cfr. Reflexión del III Domingo del Tiempo ordinario).  Hoy, la invitación de Jesús es a convertirnos en luz del mundo, en luz para los demás, en luz que hace brillar la santidad y la justicia en medio de la existencia humana; esta petición no surge de un imperativo autoritario o absurdo, es una exigencia natural: así como las velas se encienden del cirio pascual para iluminar la noche santa de la vigilia pascual, la vida de los creyentes iluminada por la Palabra de Dios esta llamada a iluminar el mundo en tinieblas. Haciendo uso de la imagen de la luz que nos presenta el día de hoy la liturgia de la Palabra meditemos en lo que nos pide Cristo.


1.      1.Nuestra fe apoyada en la sabiduría de la Cruz.


«Mi predicación no fue hecha con persuasiva sabiduría humana»  1 Corintios 2,4


Nuestra fe en Dios se sustenta en su Palabra, la cual nos llega en lenguaje humano. Pensar que la Sagrada Escritura con sus miles de años de existencia sigue teniendo resonancia en nuestras vidas, es recordar que Dios quiso revelarse a los hombres en lenguaje humano, sencillo y cercano, con las palabras mas familiares que encontró, para que su mensaje quedara plasmado hondamente en el corazón de su hijos, pues de nada hubiese servido que se expresara en lenguaje de dioses o ángeles, porque es incomprensible al entendimiento humano.


El mismo Jesús, durante su predicación en la tierra, se valió de imágenes cotidianas de la vida ordinaria de los hombres para enseñarnos lo que es el Reino de su Padre, con un lenguaje cotidiano y sencillo; pero además su mensaje era persuasivo porque siempre fue acompañado de las obras, nada predicó que él mismo no hubiese puesto en práctica antes, de ahí que su modo de predicar fuese tan novedoso y sus oyentes se admiraban porque «les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas y fariseos» (Mateo 7,29).


Los apóstoles aprendieron bien el método de Jesús, y supieron predicar a Cristo por las palabras y por las obras, poniendo de manifiesto que la Palabra de Dios no es un discurso teórico, sino un imperativo práctico, no es palabra muerta sino Palabra viva. Pablo, que se considera apóstol, sabe bien de la importancia del método de Jesús, de ahí que escriba a la comunidad  cristiana de Corinto, inmersa en el mundo de la filosofía griega,  una carta advirtiéndoles del peligro que representa transformar la Palabra de Dios en un discurso hermoso por su elocuencia, pero vacío de praxis. El mensaje cristiano no es un discurso persuasivo, es un mensaje atrayente, convence no por palabrerías sino atrae por la hermosura de su vivencia, ahí radica el poder de Dios del que habla Pablo, en la sabiduría de Dios que se manifestó como locura humana en el máximo acto de congruencia de Jesús al morir en la Cruz. Si Dios nos ha manifestado su amor lo ha hecho por medio del lenguaje humano de las palabras y las obras, llevadas hasta el extremo, hasta la loca sabiduría de la Cruz.


2.       2.Nuestra fe se traduce en obras de justicia


«Entonces surgirá tu luz como la aurora» Isaías 58,10


¿A que obras se refiere Pablo cuando habla del poder de Dios? Algunos pensarán que milagros como curaciones o transformaciones, manipulación de la naturaleza o voces celestiales, sin embargo, eso sería reducir a Dios a un simple mago que busca impresionar a través de espectaculares actos de magia, y a sus seguidores a fanáticos que viven de esperar morbosamente espectáculos que los hagan sentir que tienen un Dios poderoso. Ese no es el Dios de Jesús, no es el Dios de los cristianos.


Isaías nos ayuda a descubrir las obras que Dios realiza y que espera sus hijos practiquemos también. Al profeta le ha tocado vivir una época bastante difícil, entre las amenazas de una inminente invasión de las potencias extranjeras con sus hostiles tropas, pero también de una descomposición social del pueblo de Israel que había hecho más grande la brecha social entre los poderosos y los humildes, los ricos y los pobres, con una insensibilidad que haría pensar que aquel pueblo había olvidado que era una familia, hijos de un mismo padre, hermanos entre todos. Aquel pueblo espera la salvación de Dios, espera  que los libre de los peligros de la opresión extranjera, espera no ser presa de las amenazas, de la opresión, de las calumnias de sus vecinos, espera no ser victima de la pobreza, la desnudez y el hambre provocadas por una guerra, espera que Dios actúe con mano poderosa para salvarlos de ello.


Dios quieres obrar ciertamente, pero espera que la salvación germine desde el interior de su pueblo, esta vez no habrá relámpagos, mares abierto o plagas devastadoras para liberarlos de sus enemigos como en el tiempo del éxodo, esta vez su poder se manifestará en las obras de los israelitas: si quieren ser librados de las amenazas deberán desterrar de entre ellos el gesto amenazador, si quieren no ser victimas de la opresión deberán de dejar de esclavizarse entre hermanos, si quieren escapar de las calumnias de sus vecinos será necesario dejar de juzgar y condenar inocentes, si no quieren pasar por el hambre deberán aprender a compartir entre ellos el pan, el vestido, el techo.


Si Israel quiere justicia y salvación deberá primero hacer brillar en su interior la bondad de sus actos, como la aurora que disipa las tinieblas de la noche ellos estaban llamados a ser el pueblo que al cambiar su modo de actuar comenzará a transformar el mundo en un lugar mas humano, pero desgraciadamente no fue así. ¿Si Dios exigió a Israel un cambio de comportamiento porque no habría de hacerlo con nosotros, su pueblo y sus hijos?


3.      3.Nuestra fe brilla como luz en las tinieblas


«Ustedes son la luz del mundo» Mateo 5,14


Las palabras de Isaías fueron retomadas por Jesús, pero ante la incapacidad de un pueblo por comprender que aquello pudiera ser puesto en práctica él mismo les mostró que era posible. La grandeza del mensaje cristiano está puesto en que es la luz que debe eliminar las tinieblas de la injusticia y la opresión para transformarlas en la luz brillante que haga resplandecer la justicia.


Cada cristiano está llamado a ser una lampara que alumbre una parte del mundo, un hogar, una oficina, una escuela; desafortunadamente a veces escondemos la lampara debajo de la cama o la mesa, por muy absurdo que esto parezca, por temor a que su luz deslumbre a los demás, sin embargo, las tinieblas nunca deben asustarnos, ellas son simplemente la ausencia de la luz, no tienen poder alguno.


Las grandes problemáticas sociales que tanto nos aquejan no se resolverán en un acto de poder mágico, es necesario resolverlas nosotros mismos con arduo trabajo, ¿acaso el campesino solo levanta los brazos al cielo para pedir abundantes cosechas? No, con la fe puesta en Dios toma el arado y abre surcos para depositar la semilla, remueve y abona la tierra y permite que Dios haga el resto.


Jesús nos invita a evangelizar, no con palabras elocuentes sino con obras de Justicia; nuestras obras deben encaminarse para establecer el Reino del Padre, por ello sería absurdo pensar en conquistar corazones para Dios por medio de la amenaza o el temor porque su Reino no es de coronas de oro ni espadas afiladas, sino de corazones sanados y banquetes festivos; los cristianos están llamados a obrar el bien para que los no creyentes «viendo sus obras buenas crean y den gloria al Padre» (Mateo 5,16).


Es buen momento para reavivar la lampara de nuestra fe con la Palabra de Dios, tiempo de dejar de formar altavoces con nuestras manos para gritar discursos elocuentes y comenzar a construir con ellas un mundo más justo donde no haya tinieblas y la luz de la fe brille como en medio día. Consideremos que si esto no ha sucedido es porque quizá en el fondo nos hemos acostumbrado a vivir en las tinieblas. Recuerda solamente que somos «hijos de la luz y del día, no de la noche o las tinieblas»(1 Tesalonicense 5,5) y que si te animas a ser justo, clemente y compasivo “brillaras como una luz en las tinieblas” (cfr. Salmo 111,4).


El resto de la reflexión depende de ti.

Bendecida semana

Daniel C.P.

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