Segundo domingo de Cuaresma
La liturgia
de la Palabra de este domingo nos presenta en el evangelio de san Mateo la
Transfiguración de Jesús. Nuestro Señor que toma consigo a Pedro, Santiago y
Juan, sube al monte y se transfigura delante de ellos. Aparecen también Moisés
y Elías conversando con Jesús. Este episodio de la Transfiguración lo comenta
de una manera muy clara y provechosa espiritualmente, san Antonio de Padua en
sus sermones de cuaresma.
Tomemos pues algunos elementos de estos sermones para nuestra
reflexión.
Lo primero que San Antonio nos presenta es la montaña: la montaña,
el monte, nos dice san Antonio, por su altitud simboliza la sublimidad
de la vida santa, a donde todos debemos subir y allí encontrar a Dios.
Para subir a esta montaña, hay que dar ciertos pasos: Pedro, Santiago y Juan.
Pedro se interpreta "el que conoce". Es necesario hacer
un buen examen de conciencia, conocer el pecado, conocer en que estamos
fallando, ¿por qué no hemos comenzado a subir la montaña? Es necesario, como
primer paso, darnos cuenta de nuestro pecado, salir de nuestro conformismo,
sacudirnos y tomar conciencia.
Santiago se interpreta como "el que suplanta". Una vez
reconocido nuestro pecado en el primer paso "Pedro", ahora hay que
suplir, hay que sacar el pecado y llenar ese hueco con las virtudes, con el
propósito de enmienda, con el obrar bien y remediar lo que se ha hecho mal.
Finalmente Juan, que se interpreta como "gracia del
Señor". Un espíritu contrito, humillado, que se ha enmendado, se llena de
la gracia de Dios, para subir hasta donde Él está, para poder ver su gloria.
Son tres pasos que san Antonio de Padua propone para poder subir a
la cumbre de la montaña, a la sublimidad de la vida santa, para poder santos.
Tres escalones que nos ayudan en este tiempo cuaresmal para tomar conciencia de
lo que nos estorba en nuestra vida, de lo que nos impide avanzar, de comenzar a
llenarnos de lo que nos hace crecer, lo que nos hace bien, lo que nos permite
avanzar, llenarnos de la gracia de Dios para poder acrecentar nuestra vida cristiana,
ser más santos, movernos en el ambiente de Dios.
Tomando de nuevo a los tres apóstoles, podemos ver sus
personalidades, y muy ligados con lo anterior nos pueden ayudar también. Pedro
es el hombre de los impulsos, de las emociones, de los que inmediatamente dice
"sí". Es el primer paso del cristiano, que muchas veces actúa por las
emociones, por haber sentido "bonito". Es un primer paso, no hay que
dejarlo, hay que seguir caminando, hasta llegar a Santiago. Santiago es quien
aspira a lo grande, "quiere estar sentado al lado de Jesús en su
reino". Es un deseo bueno, a lo que todos debemos aspirar, poder estar al
lado de nuestro Señor. Santiago fue aprendiendo que este deseo no puede ser
egoísta, sino que hay que llegar a Jesús y ayudar a otros a que lleguen a él.
El segundo paso del cristiano, anhelar ser mejor, querer cambiar
verdaderamente, anhelar estar con Jesús. Finalmente Juan. El culmen,
"recargar su cabeza sobre el pecho de Jesús". Es decir una relación
íntima, profunda, inseparable con Nuestro Señor. A esto debe de llegar la
relación de cada cristiano, a la intimidad con Jesús, a esa familiaridad, a esa
cercanía.
En este segundo domingo de cuaresma, se nos proponen estas dos
maneras de ver a estos tres personajes que Jesús toma para que sean testigos de
su Transfiguración. Pasos que son necesarios dar en nuestro caminar hacía la
cumbre de la montaña, hacia la santidad, hacia Dios.
Bendecido domingo
Fray Alonso OFM
No hay comentarios:
Publicar un comentario