La Asunción de María es un dogma
definido solemnemente por Pío XII el 01 de noviembre de 1950 en la constitución
Munificentissimus Deus, conocido como uno de los privilegios marianos.
¿Cuál es la verdad que está detrás del dogma de la Asunción? La consumación de
María en Dios. Para comprender esto, necesitamos partir del dogma fundamental:
el núcleo es la Maternidad divina. De ahí a la protología «redención» y a la
escatología «consumación». Así, el contenido del dogma es la consumación de
María en Dios; «plenificación» en Dios. Así como “ella simboliza la
recuperación del proyecto original (Inmaculada concepción) de Dios para el
hombre” ꟷsegún Rahnerꟷ, así la Asunción simboliza la consumación.
Con
el dogma de la Asunción, Pío XII proclamó una fe profesada en la Iglesia desde
antiguo. En los tres primeros siglos no existe ninguna referencia al destino
final de María. En siglos IV y V comienza a hablarse del destino de María:
incorrupción de su cuerpo, y su muerte y resurrección inmediata. En el siglo VI
en Oriente comienza a difundirse la celebración litúrgica de la Dormición de
María. Del siglo VII al X, la iglesia greco-bizantina comienza a afirmar la
asunción corporal de María después de su muerte y resurrección. Del siglo X en
adelante, en la iglesia bizantina, griega y rusa, se determina una profunda
convicción sobre la glorificación corporal de la Virgen después de su muerte.
Sin embargo, hasta el siglo XVIII encontramos la primera petición a la Santa
Sede para la definición del dogma de la asunción. Entrado el siglo XX el
consenso católico era unánime en cuanto a la asunción de María. El 01 de mayo
de 1946 Pío XII envió a todo el episcopado católico la encíclica Deiparae
Virginis, en la que preguntaba a los obispos si la asunción de María podía
ser definida como dogma y si deseaban junto con los fieles esta definición. De
este modo, la definición dogmática proclama: Que la Inmaculada Madre de
Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta
en cuerpo y alma a la gloria celestial (DzH 3903).
El
fundamento teológico de este dogma compete en primer lugar a la cristología, y
en segundo lugar a la mariología. “En analogía con la Resurrección de Cristo,
podemos deducir que María fue plenamente aceptada por Dios”, dice
Schillebeeckx. Así como la vida y muerte del Hijo es plena junto con la Resurrección;
lo mismo ocurre con María, que asunta al cielo por obra del Hijo, es resucitada
y aceptada por el Padre en la vida eterna. Con respecto a la mariología, siendo
la Madre Inmaculada de Dios, la llena de gracia no podía no haber sido coronada
con el triunfo de la resurrección. Dicho en breve, la unión perfecta con su
Hijo tiene como consecuencia su asunción (aquí la cristología se entrelaza con
la mariología).
El
sujeto de la asunción no es el cuerpo o el alma, sino la persona íntegra de
María, entendida como Madre de Dios, virgen e Inmaculada. Los dogmas “Madre de
Dios”, “Inmaculada” y la verdad de fe “Virgen perpetua” ꟷcimentados en la
gracia de Diosꟷ fundamentan su asunción. Siendo la mujer llena de gracia:
concibe al Hijo y por esto es Madre de Dios; cubierta por la gracia, es Virgen;
redimida por la gracia, es Inmaculada. En consecuencia, siendo Madre Virgen
Inmaculada, es asunta a la gloria del Padre, de nuevo por la gracia que la
llenó, por los méritos de Cristo, y por su propia respuesta (su fiat) al
proyecto salvífico de la Trinidad. No obstante, en la proclamación dogmática no
se dice ni que María haya muerto ni que no haya muerto. La cuestión quedó
abierta. El dogma se limitó a afirmar el hecho de la asunción, apoyándose en el
testimonio común y universal de los fieles, sin indicar el modo como concluyó
la vida terrena de María. María atrajo la contemplación de Dios por haber
llevado a Jesús en su corazón (no solo en su seno), por eso fue glorificada con
su Hijo. Por haber acogido la Palabra de Dios, María participa de la muerte y Resurrección
de Cristo. Su asunción se vincula al misterio Pascual, glorificado el Hijo por
el Padre, ella es asunta por la glorificación del Hijo.
Escatológicamente
hablando, María se convierte en figura de lo que la Iglesia tiene que ser: la
asunción anticipa en la persona individual de María el estado de la Iglesia
entera, y de este modo, el estado de todos los cristianos, o sea, la
resurrección que vence el pecado y la muerte. Por eso al principio dijimos que
la Asunción es símbolo de la consumación. Dicho de otra manera, con su asunción
en cuerpo-alma, o sea, personal, María inaugura para las personas humanas
(después del Hijo que es persona divina) la victoria sobre la muerte: la Resurrección.
Con todo, la Asunción afirma una certeza de fe: María está con la Trinidad.
Por: Pbro. Omar Alfredo Sáenz Aguirre
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