02 mayo 2021

ΕΙ cielo, la realización humana absoluta | Iván Ruiz Armenta

Una de las grandes críticas que se le hizo al cristianismo en el siglo XIX, guiados de la mano por Karl Marx, fue la de presentar el cielo sólo como una especie de futuro ultraterreno en el que la tierra es invertida: lo negativo de este mundo es positivo en el cielo. Esto hace que el ser humano espere pasivamente lo que no puede conseguir y renuncie al uso responsable de la libertad, entregando todas las responsabilidades a los representantes de Dios en la tierra.[1] De ahí que Marx conciba a la religión como el “opio del pueblo”. Pero esto nada tiene que ver con el auténtico “cielo cristiano”.

Para nadie es un secreto que no pocas veces se concibe el cielo, el infierno y el purgatorio como lugares físicos a los cuales se va después de morir, como premio, purificación o castigo final, respectivamente, según haya sido la vida de cada hombre en la tierra. Esta es una forma muy literal de entender lo que la teología clásica llama “los novísimos”. Por eso es necesario repensar la significación de estos términos.

Hay teólogos que prefieren hablar no de “lugares físicos”, sino de “estados de la persona”. De manera específica, el cielo es entendido como «la convergencia final completa de todos los deseos de ascensión, realización y plenitud del hombre en Dios». En este sentido, «la palabra cielo quiere simbolizar la absoluta realización del hombre en cuanto sacia su sed de infinito. ΕΙ cielo es simplemente sinónimo de Dios. Υ, para el Nuevo Testamento, de Jesucristo Resucitado». Por eso, «el cielo no es un lugar hacia el que vamos, sino la situación de cuantos se encuentran en el amor de Dios y de Cristo. Por eso el cielo ya está aconteciendo aquí en la tierra (cfr. Lc 10,10; Flp 4,3; Apoc 20,15). Su plenitud, con todo, todavía está por venir». Así, se puede afirmar que «el cielo es profundamente humano; él realiza al hombre en todas sus dimensiones.[2]

Llegados a este punto, resulta insostenible afirmar que el cielo sólo es una especie de falso consuelo para los desfavorecidos de la historia. Todo lo contrario, él significa que el ser humano se ha de encontrar plenamente consigo mismo, con Dios, y con los otros. Se trata no de una realización parcial, sino de una realización total y absoluta. Al no ser un “lugar al que se va” sino un “estado del hombre” se entiende que esa realización absoluta que se espera alcanzar “en el cielo” se ha de comenzar “en la tierra”, sin que esto signifique la absolutización de la inmanencia humana. Se trata, en definitiva, de un proceso continuo que acompaña en todo momento Dios Padre, con la ayuda del Espíritu Santo y por la mediación de Jesucristo.

Si no es entendido así el cielo cristiano, sí hemos de agachar la cabeza y aceptar la crítica hecha por muchos a la “vida del más allá” que predicamos los cristianos. Por eso es tan fundamental re-comprender el cielo como un estado de la persona que busca su plena realización en el que se comienza a vivir desde la tierra para experimentarlo en plenitud en la presencia de Dios (cielo).

¡Paz y Bien!
Fraternalmente
Iván Ruiz Armenta

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[1] Cf. F. Martínez Diez, Creer en el ser humano. Vivir humanamente. Antropología en los evangelios, EVD, Estella 2012, 226.

[2] Cf. L. Boff, «ΕΙ cielo, la realización humana absoluta» en La vida más allá de la vida. El presente; su futuro, su fiesta, su contestación, Dabar, México, D.F. 2000, 70-88.

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