“Cante la Fe, dance la Esperanza, salte de gozo la
Caridad...”
Por: Fr. Federico Cedillo Cruz.
*Texto tomado de: Montero Montero Pedro, La Solemnidad de Corpus Christi en Badajoz: devoción, historia y fiestas.Con
estas palabras el papa Urbano IV en su bula Transiturus de hoc
mundo, por la que quedaba establecida la fiesta de Corpus Christi
en el año de 1264, invitaba a todos los fieles a regocijarse en tal excelsa y
gloriosa solemnidad[1].
Para entender dicha solemnidad, propongo hacer un brevísimo
recorrido histórico sobre su desarrollo y configuración.
Tendremos que remontarnos al siglo XI para entender el
contexto que da origen de esta solemnidad. En esa época, aparecieron pensadores
como Berengario de Tours (s. XI), que negaban la presencia real de Cristo en la
Eucaristía, al tiempo que se promovieron algunos ritos eucarísticos, como el
uso de tabernáculos, y se produjeron dos sucesos destacados. Por una parte, las
revelaciones eucarísticas de Santa Juliana (1193-1258). Ferviente adoradora del
Santísimo Sacramento, tuvo visiones continuas de la Iglesia bajo la apariencia
de una Luna radiante con una mancha negra en su interior, significando la
ausencia de una fiesta dedicada específicamente a la adoración del Cuerpo y la Sangre
de Cristo.
Por otra, el milagro de las Formas de Bolsena, cuando en
1263, un fraile que celebraba misa en esta villa pontificia tuvo dudas de si,
efectivamente, Cristo se hacía carne en el pedazo de pan y sangre en el vino.
Entonces, pareció brotar del cáliz un chorro de sangre que, desbordándolo,
empapó el corporal, paño donde se apoyan el cáliz y la patena durante la
consagración de las dos especies. Urbano IV (1261-1264), que se encontraba, a
la sazón, cerca, en Orvieto, mandó que le fueran enviadas las pruebas del
milagro. Lo que se haría de inmediato y con gran solemnidad.
Estos sucesos, cuyas pruebas fueron presentadas en 1262
ante el mismo Urbano IV, hizo que el Pontífice, estimulado por estos nuevos
acontecimientos y consciente de combatir eficazmente la herejía de Berengario,
decidiera establecer la fiesta del Santísimo Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo
(Corpus Christi), fijando en su Bula Transiturus
de hoc mundum (8 de septiembre de 1264) la fecha de su celebración el
primer jueves después de la Octava de Pentecostés, con mandato a toda la
Iglesia universal para que se rindiera homenaje especial al Santísimo
Sacramento del Altar.
En 1377, el Sumo Pontífice, Juan XXII, añadiría a la
celebración su elemento más característico: una procesión con la Sagrada Forma
paseada triunfalmente por las calles y plazas de villas y ciudades.
El entusiasmo fue tal que el siglo XIII pasó a los anales
religiosos como el siglo del Santísimo Sacramento del Altar, forma de piedad
genuinamente católica para la que el propio Santo Tomás de Aquino escribiera su
espléndido Oficio, además de himnos
como el Pange lingua y el Adoro te devote.
En sus orígenes las procesiones eran sencillas, pero poco a
poco fueron ganando suntuosidad, hasta llegar a elaborar cuatro altares en dirección
a los cuatro puntos cardinales con la intención de que quedaran bendecidos los
campos. Basta recordar que, algunos complejos conventuales novohispanos,
consideraban la construcción de las llamadas Capillas posa, que de entre los varios
usos que tenían, una de sus funciones era la procesión de Corpus Christi*.
La Sagrada Forma se llevaba en principio cubierta dentro de
relicarios, cálices o custodias cerrados o velados, pero pronto se pasaría a
los bellísimos ostensorios y a las majestuosas Custodias procesionales. Pero la
época de mayor esplendor y suntuosidad se alcanzaría entre la segunda mitad del
XVI y primera del XVII, sobre todo, a partir del Concilio de Trento
(1545-1563).
En México, tras el proceso de evangelización, la fiesta de
Corpus tuvo un fuerte arraigo que involucraba a todos los sectores de la
sociedad. Actualmente es una fiesta cargada de varios simbolismos que combina
varios elementos y que debido a las transformaciones socio-religiosas, ha
perdido cierta centralidad. En México esta fiesta se sigue celebrando el jueves
posterior a la Solemnidad de la Santísima Trinidad.
* Un caso peculiar son las Capillas posa que se encuentran en el Convento de san
Andrés, en Calpan Puebla.
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