05 julio 2020

JUNTO A JESÚS DEJEMOS ESTA HUMANIDAD CANSADA Y AGOBIADA.


DÉCIMO CUARTO DOMINGO ORDINARIO.
JUNTO A JESÚS DEJEMOS ESTA HUMANIDAD CANSADA Y AGOBIADA.

La liturgia de la Palabra de este domingo, nos presenta en el evangelio un texto conmovedor, muy conocido por nosotros, ya que es el evangelio que se proclama en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.

Varios puntos importantes podemos resaltar de este evangelio.
"Porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y la has revelado a la gente sencilla, gracias Padre…"  Son parte de las palabras expresadas por Jesús, quien se encuentra admirado. Luego del desprecio de las autoridades religiosas judías, del rechazo de muchos de los de su pueblo, Jesús hace una exclamación de gratitud y admiración por gente sencilla que se ha congregado a su alrededor. Son gente sencilla, humilde que toma conciencia de que muchas de las situaciones de la vida tienen su respuesta solo en Dios. A menudo creemos que la gente sencilla es la que no tiene estudios, la que no ha hecho una carrera universitaria. Pero estamos equivocados, la gente sencilla es aquella que con su estudio y preparación sabe los signos de la vida, sabe a quién y a dónde recurrir en cada situación. Sabe que existen cosas que pueden solucionarnos algunas situaciones, sabe que él mismo puede solucionar ciertas cosas, y definitivamente sabe que hay cosas que solo Dios puede solucionar. Esa es la gente sencilla que la que sabe ubicarse en cada escenario de la vida, y la que sabe dar el lugar que corresponde a Dios, a sí mismo, a los otros, a la creación. La gente sencilla sabe dónde buscar la solución correcta.

El sabio y entendido, manejado aquí como el soberbio, es aquel que se tiene así mismo como punto de referencia, es sólo él y nadie más. Todo parte de él y todo tiene que ser de acuerdo a sus caprichos, a sabiendas de que se hunde y está hundiendo a otros. El soberbio es no es capaz de ver soluciones, no es capaz de dar valor a las personas y a las cosas. El soberbio no es capaz de amar.
Y esta gente sencilla que está muy bien ubicada en la realidad, acude a Nuestro Señor, "Vengan a mí todos los que están fatigado y agobiados por la carga y yo les daré alivio".  Y ante nuestro Señor se deja una sociedad cansada, cansada de injusticias, de corrupción, de explotación. Una sociedad agobiada por el peso de la pobreza, de la violencia, herida por la enfermedad y la muerte. Una sociedad cansada de la indiferencia, del conformismo de la desigualdad. Ante Jesús esta gente sencilla deja todo lo que va cargando, todo lo que la fatiga, agobia y cansa. ¿Para qué? Para tomar el yugo suave del amor de Nuestro Señor.  "Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera". Sí, el yugo de Jesús es el amor. Ante él se deja un corazón y una sociedad cansada y fatigada, y se toma su yugo, se toma el amor. Un amor que no es solo sentimiento, sino acción. Un amor en el que cabe la conciencia limpia y tranquila por hacer lo correcto. Un amor que conlleva la justicia, la honestidad, la verdad, el derecho y la libertad. El corazón que toma el yugo de Jesús, que toma el amor de Jesús es un corazón en acción, como el de Jesús, que vive y promueve la justicia y la verdad, la caridad y la solidaridad, y viviendo esto entonces es un corazón libre, ligero, sano.

Este domingo, ante toda la situación que vivimos, el evangelio nos hace una invitación a tres cosas:
         -Ser gente sencilla, ubicada en la realidad, dando el valor a cada persona y a cada cosa.
         -Poner ante Nuestro Señor una sociedad agobiada y fatigada, herida y decepcionada.
         -Tomar el yugo de Jesús, el amor, el amor que es acción que transforma la realidad.
Que el Señor Jesús se siga admirando,  se siga alegrando, porque a su alrededor hay gente sencilla que quiere vivir como Él. Que quiere partir desde Él para transformar nuestra sociedad.
Fray Alonso OFM.

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