DÉCIMO CUARTO
DOMINGO ORDINARIO.
JUNTO A JESÚS
DEJEMOS ESTA HUMANIDAD CANSADA Y AGOBIADA.
La liturgia de
la Palabra de este domingo, nos presenta en el evangelio un texto conmovedor,
muy conocido por nosotros, ya que es el evangelio que se proclama en la
solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
Varios puntos
importantes podemos resaltar de este evangelio.
"Porque
has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y la has revelado a la
gente sencilla, gracias Padre…" Son parte de las palabras expresadas por
Jesús, quien se encuentra admirado. Luego del desprecio de las autoridades
religiosas judías, del rechazo de muchos de los de su pueblo, Jesús hace una
exclamación de gratitud y admiración por gente sencilla que se ha congregado a
su alrededor. Son gente sencilla, humilde que toma conciencia de que muchas de
las situaciones de la vida tienen su respuesta solo en Dios. A menudo creemos
que la gente sencilla es la que no tiene estudios, la que no ha hecho una
carrera universitaria. Pero estamos equivocados, la gente sencilla es aquella
que con su estudio y preparación sabe los signos de la vida, sabe a quién y a
dónde recurrir en cada situación. Sabe que existen cosas que pueden
solucionarnos algunas situaciones, sabe que él mismo puede solucionar ciertas
cosas, y definitivamente sabe que hay cosas que solo Dios puede solucionar. Esa
es la gente sencilla que la que sabe ubicarse en cada escenario de la vida, y
la que sabe dar el lugar que corresponde a Dios, a sí mismo, a los otros, a la
creación. La gente sencilla sabe dónde buscar la solución correcta.
El sabio y
entendido, manejado aquí como el soberbio, es aquel que se tiene así mismo como
punto de referencia, es sólo él y nadie más. Todo parte de él y todo tiene que
ser de acuerdo a sus caprichos, a sabiendas de que se hunde y está hundiendo a
otros. El soberbio es no es capaz de ver soluciones, no es capaz de dar valor a
las personas y a las cosas. El soberbio no es capaz de amar.
Y esta gente
sencilla que está muy bien ubicada en la realidad, acude a Nuestro Señor, "Vengan
a mí todos los que están fatigado y agobiados por la carga y yo les daré alivio".
Y ante nuestro Señor se deja
una sociedad cansada, cansada de injusticias, de corrupción, de explotación.
Una sociedad agobiada por el peso de la pobreza, de la violencia, herida por la
enfermedad y la muerte. Una sociedad cansada de la indiferencia, del
conformismo de la desigualdad. Ante Jesús esta gente sencilla deja todo lo que
va cargando, todo lo que la fatiga, agobia y cansa. ¿Para qué? Para tomar el
yugo suave del amor de Nuestro Señor. "Tomen
mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y
encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera". Sí,
el yugo de Jesús es el amor. Ante él se deja un corazón y una sociedad cansada
y fatigada, y se toma su yugo, se toma el amor. Un amor que no es solo
sentimiento, sino acción. Un amor en el que cabe la conciencia limpia y
tranquila por hacer lo correcto. Un amor que conlleva la justicia, la
honestidad, la verdad, el derecho y la libertad. El corazón que toma el yugo de
Jesús, que toma el amor de Jesús es un corazón en acción, como el de Jesús, que
vive y promueve la justicia y la verdad, la caridad y la solidaridad, y
viviendo esto entonces es un corazón libre, ligero, sano.
Este domingo,
ante toda la situación que vivimos, el evangelio nos hace una invitación a tres
cosas:
-Ser gente sencilla, ubicada en la
realidad, dando el valor a cada persona y a cada cosa.
-Poner ante Nuestro Señor una sociedad
agobiada y fatigada, herida y decepcionada.
-Tomar el yugo de Jesús, el amor, el
amor que es acción que transforma la realidad.
Que el Señor
Jesús se siga admirando, se siga
alegrando, porque a su alrededor hay gente sencilla que quiere vivir como Él.
Que quiere partir desde Él para transformar nuestra sociedad.
Fray Alonso
OFM.
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